Opinión

Centenario de Ricardo Garibay: Diálogos mexicanos

En el centenario de Ricardo Garibay (1923-1999) rescato para esta entrega una pieza de su humor político. El gran prosista cuyo dominio del lenguaje apuntaló una obra literaria en clave confesional que sólo con los años ha sido reconocida e incorporada al canon de las letras mexicanas del siglo XX, fue menos amigo de los intelectuales de su generación que de los políticos del no tan antiguo régimen priista, a pesar de su temperamento crítico e insumiso.

Diálogos mexicanos, de Ricardo Garibay

Diálogos mexicanos, de Ricardo Garibay

Confrontado una y otra vez con los críticos literarios y los grupos intelectuales que lo ningunearon, el ejercicio extenuante del periodismo lo acercó a los círculos del poder político que lo reconocían como un personaje incómodo y temperamental pero rabiosamente inteligente.

Acompañó al presidente Echeverría en sus giras internacionales y fue -junto con Luis Spota- el cronista de cabecera de aquellos periplos alrededor del mundo en los que el caudillo de la guayabera se presentaba como un adalid del Tercer Mundo. No es casual que ambos, Spota y Garibay, años después habrían de tener espacios privilegiados en la televisión del Estado para su lucimiento personal, lo que en cualquier caso representó un acierto y una bendición para alguien como yo, que en mi adolescencia zafia me acerqué a la cultura y a la historia a través de los programas de ambos escritores en el Canal 13.

Aliado suigéneris del régimen, no dejó por ello de ser un retratista crítico de la picaresca política nacional. Su libro “Diálogos mexicanos” publicado por Joaquín Mortiz en 1975 -con el diseño de la portada a cargo del incansable y genial Rafael López Castro- se suma a la tradición mexicana del esperpento humorístico que va de Emilio Rabasa a Jorge Ibargüengoitia. Dueño de un lenguaje capaz de crear una atmósfera singular e inconfundible, el peso de su obra descansa pese a todo más en la narrativa que en el periodismo. Lo suyo no era el humor, pero tenía sus tardes. Aquí un ejemplo.

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Poesía frente al paisaje

“El Señor Gobernador está contento. Son los últimos minutos de la visita presidencial. Dentro de muy poco el Señor presidente irá en el yet (sic), con su comitiva, volando hacia la Ciudad de México; y el quedará de nuevo tlacatecutli omnímodo e inapelable en la paz de su reino provinciano. El Señor Gobernador está contento porque (no hubo) ni un tropiezo burocrático en los cuatro días de enloquecedoras jornadas, ni una protesta estudiantil ni una queja en contra de su cazurra autoridad, y sí la promesa en firme de los centavos para la escuela preparatoria (…) y para los mercados municipales; ahí habrá modo de dar un pellizquito.

El Señor Presidente, ahora mismo, rodeado de periodistas, hace el balance de su gira, y el Señor Gobernador contempla soñosamente la larguísima playa de espumas coronada. (…) Aquí se levantará el complejo turístico: dos o tres pellizcos para poder retirarse definitivamente de esta chinga que usted no tiene idea cómo se carga a veces. ¿Te imaginas nunca más volver a pronunciar un discurso ni una mentira siquiera? Justo en estas morosas reflexiones suena la voz de un camarógrafo

-Qué precioso paisaje ¿verdad, Señor Gobernador?

El Señor Gobernador despierta bruscamente a la realidad tangible y única. Toda su experiencia se reúne de golpe y se le escapa fluida y gravemente metálica del cerco de los dientes, y la Patria entera se estira dichosa y arropada en la valiosa sintaxis:

-Estamos trabajando, sí compañero. En el proceso evolutivo de las instancias revolucionarias.

Casi lo interrumpe groseramente el camarógrafo, que jura que el Señor Gobernador no lo ha escuchado.

-Qué precioso paisaje ¿verdad, Señor Gobernador?

-… de las instancias revolucionarias en punto a paisaje, a eso iba, compañero, estamos trabajando, (…) siguiendo fiel y pormenorizadamente los lineamientos marcados del Señor Presidente de la República, debemos de contemplar una fuente de trabajo nada suigéneris y sí involucrada dentro de los supuestos jurídicos y de justicia social en beneficio de nuestro pueblo (El gobernador continua su perorata incomprensible, pero aquí lo cortamos por cuestiones de espacio).

-Viendo hacia el frente Señor Gobernador, por favor, levante usted la cara (…). Decía otro camarógrafo, que ya lo filmaba desde acá y desde allá, y estaban dos o tres camarógrafos (más) y un par de reporteros que garrapateaban sus declaraciones. El gobernador se irguió y compuso una mirada de rendija, de andar viendo el infinito o el futuro de México, y continuó sin interrumpirse un segundo.

-De qué se trata, preguntó en voz baja un redactor que llegaba (…).

-No sé, contestó el camarógrafo (que había hecho el comentario del paisaje).

-Mis coterráneos en un sufragio impoluto y sin más limitaciones que las que sabiamente delimitaron nuestros Constituyentes del 17… (De nuevo aqui la cháchara retorcida del gobernador se extiende sin remedio).

-¡Se va el Señor Presidente -le cuchicheó en la oreja y angustiosamente un funcionario. El Señor Gobernador remató en un par de segundos:

-…Si, como no, nos amenazan, pero los esperamos de frente. No hay más paisaje que aquel donde se expande y vuela por derecho propio la historia y el presente y el futuro de México. Cómo no. Con permiso compañeros.

Fuese galopando, y agrupáronse los periodistas.

-Bueno, y esto qué o por qué.

-Este buey que se acercó a preguntarle.

-Cuál preguntarle, chigao. Estaba aquí parado comiendo mierda, ni quien lo pelara, y me dio pena y le dije que qué bonito paisaje.

-Pareces nuevo, chavo. Fijate: nunca, nunca, preguntes más de lo que te dijeron que preguntaras. (Ahora) vamos a tener que ir chambeando en el avión para las notas de la tarde”.