Opinión

Pablo Raphael y el desafío post Mondiacult

Tendrá que pasar más tiempo para que se dimensione en toda su magnitud el papel destacado que México desempeñó como coorganizador y anfitrión de la Conferencia Mundial de la UNESCO sobre las Políticas Culturales y el Desarrollo Sostenible (Mondiacult 2022), y la propia influencia que tendrán los acuerdos de esta reunión global -presidida por México- en el diseño de las políticas culturales del mundo entero en los próximos años.

Mondiacult

Mondiacult

Así ocurrió en el caso del primer Mondiacult que se realizó también en México en 1982. Al principio pasó un tanto desapercibido dentro y fuera de nuestro país, pero al cabo de los años y de las décadas terminó por reconocerse la enorme influencia que sus resolutivos ejercieron tanto en la manera de entender el concepto mismo cultura -que en su esencia sigue vigente hasta nuestros días- como en los instrumentos jurídicos de la UNESCO que en el tránsito del siglo XX al XXI sancionaron y dieron cauce normativo a las políticas culturales del planeta en los últimos cuarenta años.

El pasado mes de septiembre la Secretaría de Cultura sacó adelante el mayor compromiso de nuestro país en materia de diálogo y cooperación cultural internacional de las últimas cuatro décadas. En esta tarea su director de asuntos internacionales, el escritor y diplomático cultural Pablo Raphael, jugó un papel de enorme responsabilidad al frente de un equipo que sumó e integró centenas de voluntades.

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Cumplido el encargo y concluido un ciclo, en estos días se anunció la salida de Pablo Raphael de la Secretaría de Cultura y la llegada en su lugar de Mariana Aymerich, una gestora cultural mexicana con décadas de experiencia en nuestras instituciones culturales, cuyos últimos años al frente del Festival Cervantino ratificaron su vocación por construir desde México puentes de entendimiento cultural con otros países.

A reconocer el trabajo y la trayectoria de Pablo Raphael, y sobre todo a pensar en algunos de los muchos retos que presenta -no menos para la UNESCO que para México- la instrumentación de la agenda post Mondiacult, dedico esta entrega.

Los 150 Estados que suscribieron la Declaración de México de 2022 elevaron la cultura a la categoría de un “bien público mundial”. Si Mondiacult 1982 nos legó un concepto ampliado y antropológico de la cultura al reconocerla desde la riqueza anti hegemónica de la diversidad incluyente, Mondiacult 2022 ascendió otro escalón al establecer a la cultura como parte indistinguible de los derechos humanos, cuyo ejercicio -al ser un bien público- es inalienable y universal. Explicar y socializar el concepto mismo de la cultura como “bien público”, hacerlo compatible con la noción de los derechos culturales que en la actualidad reconocen la mayoría de las legislaciones de los países, y encontrar las maneras en que se materializa esta categoría en el diseño mismo de las políticas culturales, es una de los retos de la agenda post Mondiacult.

Mondiacult 2022 enfatizó en la necesidad de entender a la cultura como un objetivo específico de la Agenda de Desarrollo Sostenible, tal y como no se consideró en 2015, cuando todos los países miembros de la ONU definieron dicha Agenda rumbo al 2030. Aspira entonces a que se le reconozca de manera específica -y no sólo implícita y transversal- cuando se discutan los objetivos y metas de la próxima Agenda de cara al 2050. Para ello, el reto principal radica en la construcción consensada de indicadores estadísticos que expliquen y comprueben con total contundencia por qué decimos que la cultura es al mismo tiempo combustible y motor del desarrollo sostenible, y no solamente un elemento ancilar del mismo. Hay evidencia de sobra para demostrarlo. Lo que sigue faltando son los métodos y mecanismos para verificarlo con toda certeza. Hasta ahora no han sido suficientes las llamadas “cuentas satélites” en los países que se dan a la tarea de medir el impacto de la cultura en su actividad económica, se requiere una nueva aproximación multisistémica e innovadora, y en esto tanto la UNESCO como México han tomado ya las primeras acciones en firme como parte de la agenda inmediata post Mondiacult.

En los 40 años que pasaron entre el primer y el segundo Mondiacult la irrupción y el ascenso continuo de las tecnologías y los contenidos digitales ocupa un lugar ineludible al imaginar las políticas culturales del futuro. La Declaración de Mondiacult 2002 estableció la necesidad urgente de regular al sector digital y en particular a las grandes plataformas globales, en beneficio de la diversidad cultural en línea, la propiedad intelectual de los artistas y el acceso equitativo a los contenidos. Mondiacult 1982 observó a las grandes potencias Occidentales del siglo XIX y XX como adversarias de la diversidad cultural y como agentes de la imposición colonialista. Las señaló, las fustigó, pero no diseñó una ruta para convivir con ellas hasta hacerlas entrar en el ámbito de la cooperación recíproca y de mutuo beneficio con el resto del mundo, con todo y que era previsible su subsistencia hegemónica y avasalladora. Mondiacult 2022 corre el mismo riesgo: detenerse en la parálisis declarativa que apunta al dominio desmesurado de las grandes plataformas digitales, en lugar de pavimentar el camino para convivir con ellas, y no sólo “regularlas”, sino hacerlas partícipes de un nuevo horizonte de ciudadanía digital incluyente y democrática. La revolución digital como aliada -no como enemiga- del paisaje cultural del siglo XXI.

Al referirse a algunos de los escritores de la generación de Los Contemporáneos (Jaime Torres Bodet, José Gorostiza) Octavio Paz señaló que en la construcción de las instituciones del Estado mexicano este grupo de intelectuales sacrificó lo más valioso que tenían: su propia obra literaria. Quiero pensar que Pablo Raphael -protagonista en la construcción de un nuevo diálogo cultural entre México y el mundo- no sacrificará su propia obra. Que a su libro de ensayos de hace una década en el que analizó los vínculos entre el lenguaje y los cambios sociales que anticipaba el siglo XXI (La fabrica del lenguaje, S.A.) publicado por Anagrama, le seguirá un nuevo libro para tratar de explicar desde la cultura y las políticas culturales a esa Babel digitalizada y diversa que se congregó en Mondiacult.