Opinión

La consagración de Rusia y Ucrania por el Papa

El próximo 25 de marzo, el Papa Francisco consagrará a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María, como un intento más por lograr la paz entre ambas naciones, tras haber hablado con el Patriarca ortodoxo de Moscú, Kiril, a quien dijo que no hay guerras justas, y de haber emprendido otras acciones diplomáticas.

L'OSSERVATONE ROMANO

L'OSSERVATONE ROMANO

En las apariciones de la Virgen en Fátima en julio de 1917 a los pastores Lucia dos Santos quien luego ingresó a un convento, y a sus primos Francisca y Jacinto Marto, ella pidió que se rezara el rosario, se hiciera penitencia y la consagración de la Rusia Bolchevique. Este país ya había sido consagrado de distintas maneras por Pío XI, Pío XII en 1942 y en 1952, Paulo VI renovó la consagración de Pío XII, y Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984.

Esta nueva consagración obedece a una petición de los obispos católicos de Ucrania que pidieron al Papa que ambos territorios fueran consagrados, y Francisco, a su vez, ha pedido a todos los obispos del mundo, que son casi 6 mil, que se sumen desde sus países a esta ceremonia religiosa.

Como una acción paralela, la llamada Virgen Peregrina de Fátima, que es una copia fiel a la imagen que se encuentra en su santuario en Portugal, se encuentra en Ucrania donde ha sido bien recibida.

Entre las consecuencias religiosas de la invasión rusa a Ucrania está que un alto porcentaje de los ortodoxos que viven en este país, ya no quieran pertenecer al Patriarcado de Moscú sino a la iglesia local ucraniana; varios templos ortodoxos han resultado dañados por bombas, algunos de ellos, históricos, según informó el padre Dimitrio Klyashko, sacerdote diocesano ucraniano del rito greco-católico, quien visitó México.

Esta Iglesia, que en Ucrania representa a un 13 por ciento, tiene 45 obispos en el mundo y cuenta con unos 3500 sacerdotes para atender a unos 6 millones de laicos repartidos en varios países. Los católicos romanos que viven en Ucrania representan un 2 por ciento.

El sacerdote explicó que unos 80 mil urcanianos regresaron a su país nada más en la primera semana, sobre todo en Europa, para participar en la defensa territorial ante la invasión de Rusia.

Las iglesias continúan con sus celebraciones religiosas y la gente acude a rezar, pero también se han convertido en albergues y refugio de mujeres, ancianos y niños que no han podido salir del país.

Las campanas solo se tocan cuando suena las sirenas ante la amenaza de los bombardeos en los que se lanzan proyectiles de más de 500 kilos. Se habla de dos millones y medio de refugiados en el extranjero, y en Polonia un millón y medio.

Comentó que la Iglesia ucraniana está sufriendo al lado del pueblo, por la guerra misma y por sus consecuencias entre las que destaca la carestía de alimentos, agua, medicinas y ropa; los empleos se han suspendido y faltan recursos materiales.