Opinión

Desigualdad (2)

Como fue ampliamente difundido en un informe de la organización Oxfam publicado a inicios de 2023, la pobreza en el mundo se incrementó por primera vez en 25 años. Decenas de millones de personas más en comparación con el pasado anterior a dicho periodo padecen hambre, y cientos de millones más enfrentan incrementos sustantivos en el costo de productos básicos y servicios de energía para sus hogares, por mencionar algunos ejemplos que han llevado recientemente al aumento de la desigualdad. Todo ello en su conjunto originado como consecuencia de la ocurrencia de múltiples crisis al mismo tiempo. En 2022, el Banco Mundial, no precisamente la institución más progresista del entramado internacional, señaló que el progreso global en la reducción de la pobreza extrema había llegado a un alto, en lo que presuntamente es el incremento más grande de la desigualdad y el retroceso más serio en el combate a la pobreza en el mundo desde la segunda guerra mundial.

En ese marco, el informe habla de ganadores de las crisis: los más ricos del planeta se han vuelto dramáticamente más ricos y las ganancias corporativas han llegado a niveles récord, conduciendo a una explosión, metafóricamente hablando, de la desigualdad. La organización internacional señalada propone cobrar impuestos a los más ricos y sugiere las formas -prácticas y comprobadas- en las que los gobiernos deberían implementar medidas de mayor recaudación a esos grupos privilegiados, a fin de crear un claro camino hacia la mayor igualdad para un mundo sostenible y libre de pobreza. Oxfam sostiene que un impuesto del 5 por ciento a los multimillonarios y multibillonarios del mundo podría equivaler a 1.7 trillones de dólares anuales, suficiente para sacar a 2 mil millones de personas de la pobreza y patrocinar un fondo para un plan global que termine con el hambre. (“Survival of the Richest. How we must tax the super-rich now to fight inequality”, www.oxfam.org)

De acuerdo con ese informe, desde 2020 el 1 por ciento más rico ha obtenido casi dos tercios de la nueva riqueza producida, que es alrededor del doble de dinero que posee el 99 por ciento de la parte baja de la población mundial. Las fortunas de los billonarios se han incrementado en aproximadamente 2.7 billones de dólares por día, incluso cuando la inflación sobrepasa los salarios de 1.7 mil millones de trabajadores, más que la población de India. Las compañías de alimentos y energía duplicaron sus ganancias en 2022, pagando 257 mil millones a adinerados accionistas, mientras que 800 millones de personas se quedaron con hambre. Solamente 4 centavos de cada dólar recaudado proviene de impuestos sobre las fortunas de los más ricos. Así de lamentable el panorama descrito por Oxfam con respecto a la situación de la desigualdad globalmente considerada. El panorama regional, nacional y local, no debe ser menos dramático tomando en consideración esta línea de análisis y medición.

Los megarricos, como el reggetonero colombiano Kevin Roldan, disfrutan mostrando en las redes sociales su vida de lujo

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Kevin Roldan

En colaboraciones anteriores, sostuvimos que la desigualdad es un problema acuciante de nuestros tiempos pero con antecedentes ancestrales en muchos casos, como el de nuestro país y que el agotamiento del modelo imperante de globalización económica de las últimas cuatro décadas, el del llamado neoliberalismo, promovió una concentración tal de la riqueza que los esfuerzos para la erradicación de la pobreza simplemente palidecen. Parece inobjetable sugerir que la producción de la riqueza en la cima de la pirámide social y la expectativa de su derrama hacia abajo para traer beneficios a los sectores menos favorecidos no es más que una quimera.

Las aspiraciones para construir un mundo más equitativo no sólo siguen vigentes sino que resultan fundamentales para darle viabilidad al futuro. Volveremos al tema en la siguiente columna.