Opinión

Día mundial de las elecciones

El pasado 2 de febrero fue el “Día mundial de las elecciones”. Así, tenemos un pretexto muy oportuno para hablar acerca de este tema, preguntándonos qué hace democrática a una elección.

Rumbo a las elecciones de 2024

Rumbo a las elecciones de 2024

Cuartoscuro

Elegir, parece obvio, implica optar entre distintas posibilidades. Vemos aquí el primer requisito de unos comicios democráticos, que implica la existencia de opciones que, en efeto, sean distintas unas de las otras, ya sea por las personas que contienden, por las fuerzas políticas que las abanderan, o por los programas que presentan al electorado.

Si faltan opciones, o si son meramente testimoniales, la elección no podrá estimarse democrática.

El segundo requisito es la información. La naturaleza propia de las campañas es presentar a la ciudadanía tanto un diagnóstico de la sociedad como un conjunto de propuestas para mejorar lo que se requiera y conservar lo que se deba; también permiten aquilatar la historia personal de quienes contienden y, en los debates, el temple que muestran en la discusión.

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Pero la información que requerimos para decidir nuestro voto va más allá de las campañas, resulta valioso conocer las opiniones de aquellas personas que consideramos o dignas de confianza, o merecedoras de nuestras dudas. Al escucharles o leerles, ya sea en la plaza pública, en las redes, en los medios de comunicación, en los chats de mensajería, robustecemos los datos y posturas que permiten decidirnos políticamente.

Por tanto, nos debe interesar la calidad del debate en redes sociales, así como la libertad de expresión y sus límites en las mismas.

Las reglas constituyen el tercer requisito. No cualesquiera, sino aquellas que permitan emitir el voto informado, libre, personal y directo; por tanto, que nieguen defectos jurídicos a la presión que podamos recibir; más aún, que la condenen previendo castigos para quienes la practiquen.

El voto debe estar ausente de presión, de compra, de cualquier motivo distinto de la decisión de quien sufraga.

Las leyes electorales deben tener una razón de ser doble: proteger derechos políticos y permitir comicios democráticos.

Un cuarto elemento es la conducción imparcial de los comicios. La política es cosa de razón y de pasión, que debe realizarse dentro de lo que la ley permite; y para esto se requiere que quien realiza las funciones administrativas, tales como registrar candidaturas o contar los votos; quienes resuelven los conflictos electorales; y quienes persiguen posibles delitos, obren de manera que su único interés sea tutelar los principios y derechos constitucionales.

Por último, deben ser competitivas. Esto, entendido en el sentido de que los elementos anteriores se conjuguen para permitir que tanto quien gobierno como quien aspira a hacerlo, participen en las elecciones con las posibilidades que su propio impacto ciudadano les otorgue, sin ventajas indebidas pero sin lastres antijurídicos.