Opinión

La enfermedad del espíritu

Detengámonos a pensar en cuanto nos ocupamos de las enfermedades e incomodidades de nuestro cuerpo y, cómo nos olvidamos de las enfermedades de nuestro espíritu, entre las que figuran: el odio, la intolerancia, los resentimientos, la mentira y, por supuesto la maldad.

salud.mapfre.es

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A estos grandes defectos del ser humano, a veces se les tipifica como enfermedad. Pero en la mayor parte los casos no tienen nada que ver con ninguna disfunción corpórea, sino que son consecuencia de decisiones tomadas con plena conciencia a favor de la maldad. Y por ello son inexcusables. Porque esos actos normalmente dañan a otra (s) persona (s).

Esto específicamente, es a lo que aquí llamo, la enfermedad del espíritu.

El espíritu fue creado para aprender a brillar como su Creador. Y en lugar de eso y por voluntad propia prefiere arrastrarse como serpiente. Son sus propias decisiones las que lo hunden.

La maldad existe porque el hombre la ha creado y la sigue practicando e incluso perfeccionando. Cuando el hombre está inmerso en un círculo de maldad, el espíritu se pudre y de hecho pierde su esencia para siempre.

Deberíamos darnos cuenta de cuán grande es el tesoro que nos habita. NUESTRO ESPIRITU. Cuidarlo, protegerlo y no dejarlo que se manche con nada obscuro que aparezca en derredor nuestro, es nuestra prerrogativa.

Pero si lo ignoramos o no creemos en su existencia, todo lo negativo del exterior se va adhiriendo a él obscureciéndolo y desapareciendo la luz que le acompaña.

Hay que saber que la enfermedad del espíritu es más difícil de sanar que la del cuerpo, y que la más grande y dañina enfermedad que existe, es la distorsión de la mente, que te hace despreciarte a ti mismo.

La enfermedad del cuerpo puede curarse, la del espíritu abandonado ya no. Además, la enfermedad del espíritu acaba envenenando al cuerpo siendo probablemente la causa de nuestras enfermedades corpóreas.

Esto quiere decir que los males del alma contagian al cuerpo. Y el cuerpo ya enfermo debilita el espíritu. ¿Qué será peor, el dolor físico o el del alma?

Sí. El cuerpo puede ser doblegado por la enfermedad, pero tratemos de que el espíritu nunca se doblegue ante ella, ni ante la propia muerte.

Es en la enfermedad cuando más debemos recordar que somos poseedores de un espíritu fuerte, indomable e invencible, que es el que habrá de sostenernos en la batalla que libremos contra ella.

En la enfermedad, debemos amar y admirar la salud de quienes sí la tienen. Esta actitud nos inclinará a desear sanar máss rápidamente.

Lo digo porque hay enfermos que parecen querer llevarse a todos con su enfermedad y tristeza, quieren provocar lástima todo el tiempo y manipulan a los del derredor con su enfermedad. La verdad es que no soportan que los demás estén bien y ellos estén mal y se la pasan quitándole la alegría a todos los que les rodean, muchas veces ocasionándoles un daño mental irreparable.

Defiéndete, tú no eres responsable de la enfermedad de nadie, solo lo eres de tu propia vida.