Opinión

¿Extorsionarán a los Santos Peregrinos?

Las bandas del crimen organizado se han vuelto comodinas. Muchas de ellas ya ni siquiera están interesadas en el narcotráfico. El trasiego de drogas requiere operativos logísticos complicados, negociaciones internacionales, se tienen que enfrentar adversarios poderosos. Muchas bandas de delincuentes encontraron una zona de confort: extorsionar a los ciudadanos. Es una chamba sin mayores riesgos. Las policías se conforman con recibir su parte del botín y los dejan trabajar en santa paz.

Cuando algún jale sale mal, hay tiros y muertos, las fuerzas federales, comenzando por la Guardia Nacional, llegan al lugar de los hechos dos o tres horas después de que levantaron los cuerpos y se dedican unos cuantos días a patrullar la zona antes de regresarse por donde vinieron. La extorsión enfrenta a malandros con fusiles de asalto contra ciudadanos indefensos, apanicados, que tiene dos sopas, cooperan o cuello. Muchos de ellos, en el colmo de la inocencia, se atreven a denunciar que son víctimas de extorsión y solo provocan sonrisas burlonas en los ministerios públicos.

Se reforzó la seguridad en Texcaltitlán

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Cuartoscuro

El otro día el obispo de Cuernavaca dijo que al menos la mitad de los negocios de Cuautla pagan derecho de piso, y que incluso la iglesia ha tenido que pagarlo para poder dar sus servicios religiosos. ¿Usted cree que el gobernador de ese estado está preocupado o angustiado por esa situación? Claro que no, su única preocupación es de qué manera tendrá impunidad el sexenio próximo. La extorsión se acerca sin pausas al altiplano. ¿Cuánto falta para que los extorsionadores abran franquicias en la CDMX? Ya operan en el Edomex y en Morelos.

Claro que ya hay antros en la ciudad y otros giros semejantes que tienen que pagar, casi es parte de su presupuesto de egresos, pero hablo de extorsionar al señor de la recaudería, a la señora de la tintorería y la papelería, a los taxistas. Hace años en una reunión de familiar alguien platicó que una tía que vivía en Lázaro Cárdenas, Michoacán, tuvo la idea, para ganarse unos pesos, de vender en las noches en la puerta de su casa quesadillas y otros antojitos. ¡Quesadillas! Pocos días después se apersonaron los extorsionadores para exigir su cuota. La tía, asustada, cerró el negocio. Confieso que al principio pensé que era una exageración, pero la realidad demostró que se trataba de una práctica generalizada.

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Hay que apuntar un dato: los extorsionadores se mueven armados por las comunidades. Van en sus camionetas sin tomarse la molestia de esconder sus armas. Se bajan a negociar las tarifas con la pistola en el cinto, lo hacen así porque la intimidación es central en su negocio. En algunas ocasiones hay policías cerca, pero andan ocupados en otros asuntos. Son policías sin capacitación ni poder de fuego, y están más apanicados que los ciudadanos. ¿Cómo llegamos a esta situación? Por negligencia, incapacidad, corrupción.

El caso de Texcaltitlán, Edomex, mostró de la manera más descarnada el grado de descomposición. El nivel de cinismo es demoniaco. Los extorsionadores, una célula de la Familia Michoacana capitaneada por el Payaso, negoció en un espacio público a plena luz del día, con un grupo de agricultores el aumento de las cuotas de extorsión. No se alcanzó un acuerdo y se registró un enfrentamiento. Los agricultores se cargaron al Payaso que hoy ya está en el infierno donde pertenece.

El presidente, como siempre, minimizó la ocurrido y declaró que mucha gente en México piensa que vamos bien en materia de seguridad. Lo dijo sin que le ganara la risa. Las fuerzas federales patrullan la zona, de los extorsionadores ni sus luces y de los verdaderos jefes de la Familia Michoacana, menos. La gente de la localidad teme la venganza de la gente del payaso y ya está buscando armas para defenderse. Así llegamos al arranque de las posadas. La pregunta pertinente es si los Santos Peregrinos también tendrán que pagar derecho de piso.