Opinión

La continuidad de la ruptura

El lunes escuché en la entrevista radiofónica que le hizo la periodista Denise Maerker a Claudia Sheinbaum. La candidata de Morena a la Presidencia de la República ha planteado como centro y eje de su campaña una continuidad con cambio respecto de lo que ha sido el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. En la liturgia tradicional de la política mexicana, los candidatos oficialistas han cuidado, siempre, plantear su proyecto político, en un primer momento, como una suerte de consolidación de lo realizado hasta entonces por el presidente en turno – al parecer como una manera de complacer a quien les ha favorecido con su simpatía para convertirse en sus sucesores – para posteriormente imprimir un sello propio a su campaña y a su gobierno que les distinga del pasado. Hasta aquí, todo parece normal y acorde a lo que solemos ver cada seis años.

El presidente Andrés Manuel López Obrador entrega el bastón de mando a Claudia Sheinbaum

El presidente Andrés Manuel López Obrador entrega el bastón de mando a Claudia Sheinbaum

Cuartoscuro

Sin embargo, llama la atención el fundamento de esa continuidad a partir de la cual la candidata de Morena pretende construir su campaña y, eventualmente, su programa de gobierno. Al inicio de la entrevista, Maerker pregunta a Sheinbaum en qué consiste esta continuidad, a lo que la morenista responde: “al presidente López Obrador le ha tocado una época de ruptura con un viejo modelo de hacer política y un viejo modelo económico, un modelo que mostró sus limitaciones”. Posteriormente, Sheinbaum comienza a detallar una serie de políticas públicas que habrá de continuar para asuntos de salud, educación, cuidado al medio ambiente, oportunidades económicas, entre otras. Nuevamente, hasta aquí, todo dentro de la normalidad y de lo esperable. Efectivamente, López Obrador ha sido un presidente rupturista, pero no necesariamente con “un viejo modelo de hacer política y un viejo modelo económico”.

Con independencia de si se coincide o no con las políticas y decisiones llevadas a cabo por el presidente de la República y su gobierno, si se comparte la ideología de la llamada Cuarta Transformación, o si se considera que los resultados alcanzados por el gobierno son positivos o no, es innegable que si algo ha caracterizado al actual gobierno, es la renovación del viejo modelo de hacer política que basaba la actuación de los órganos del Estado en torno a la voluntad del presidente de la República. El hiperpresidencialismo como forma de gobernar, tan típico de los regímenes priistas del siglo XX, es el estilo utilizado por López Obrador desde hace cinco años para ejercer el poder y de ello existen ejemplos de sobra. Veamos algunos ejemplos de lo anterior.

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Apenas esta semana, el presidente anunció que enviará una iniciativa de reforma constitucional para eliminar el INAI, el IFT y la COFECE, organismos cuya naturaleza autónoma permite limitar la discrecionalidad en temas como transparencia, telecomunicaciones y competencia económica. Hace poco más de un año, en el contexto del análisis de la constitucionalidad de la Ley de la Industria Eléctrica, López Obrador cuestionó a la Suprema Corte cuando lanzó “no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”. Al no haber conseguido los cambios constitucionales que transformarían al INE y afectarían el desarrollo del próximo proceso electoral, el presidente intentó llevar a cabo reformas legislativas que le permitieran acotar la democracia. Aún cuando durante su campaña se manifestó por el regreso de los militares a los cuarteles y el acotamiento de sus tareas, el poder que el Ejército Mexicano ha acumulado en los últimos años únicamente es comparable a los años inmediatos posteriores a la Revolución.

Claudia Sheinbaum basa su proyecto político para los próximos años en dar continuidad a lo realizado por el presidente López Obrador a partir de la “ruptura con un viejo modelo de hacer política”. Sin embargo, los hechos señalan que la ruptura que se ha presentado radica en el regreso del hiperpresidencialismo, en el sometimiento de la ley por la política, en el desvanecimiento de la democracia, en la militarización de la vida civil, en el debilitamiento de las instituciones, en la confrontación entre buenos y malos. Por todo esto, si la continuidad con cambio que ofrece Sheinbaum radica en las rupturas del presidente, el panorama no pinta bien para la democracia, la institucionalidad, la libertad y la unidad.

Profesor de la UNAM y consultor político

Twitter: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com