Opinión

Crónica de la eternidad

Christian Duverger publicó en 2012 un libro con el título Crónica de la eternidad, en el que pretende demostrar que fue Hernán Cortés y no Bernal Díaz del Castillo quien escribió la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.

Hernán Cortés

Hernán Cortés

La Historia verdadera fue publicada por primera vez en Madrid en 1632. Su autor era un soldado de la tropa de Hernán Cortés. Díaz del Castillo escribe su obra con el fin de oponerla a la publicada en Zaragoza por Francisco López de Gómara en 1552, bajo el título de Historia general de las Indias.

López de Gómara resalta el papel de Cortés en la conquista. Lo presenta como héroe y narra detalladamente sus batallas. Es una novela “en la que la intriga mezcla sus amores con la Malinche, su duelo político con Carlos V, su mirada fascinada por la grandeza azteca, su gusto por la aventura y lo desconocido”.

Bernal intenta corregir algunos errores en los que incurre supuestamente López de Gómara y trata de reivindicar el papel de la tropa en la epopeya. Esta es la intención que explica el título Historia verdadera.

Duverger consulta los archivos en México, Guatemala y España. Halla inconsistencias cronológicas, rastrea la existencia de Bernal Díaz y encuentra lagunas biográficas, escudriña el lenguaje de diversas obras de la época, detalla los últimos años de la vida de Cortés en Sevilla y Valladolid. Describe sus gestiones desesperadas por recuperar lo que la Corona le había quitado: la recompensa material y la gloria. Analiza el expediente del juicio de residencia que enfrentó Cortés en 1529, en el que Nuño de Guzmán le imputa haber asesinado a su esposa y de no “temerle a Dios”. Duverger convincentemente va tejiendo la red en la que pretende atrapar al impostor. Al parecer lo logra y pone a Hernán Cortés en el panteón de los grandes escritores.

¿Cuáles son los indicios?

En primer lugar, se pone en duda la autenticidad de Bernal. Es un impostor que va transformando con el tiempo su nombre, sus apellidos e inventa su papel de soldado cercano a Cortés. No hay registro de su nacimiento en Medina del Campo, en Castilla la Vieja, de donde se dice originario. Cortés no lo menciona en sus escritos. Cuando Cortés es nombrado por sus soldados capitán general, se envía una carta al emperador Carlos V con la firma de toda la tropa: 544 soldados entre los que no aparece Bernal. Tampoco está en la lista de veintidós testigos de cargo presentados en el juicio instaurado contra Cortés, ni en la lista de personas embarcadas hacia América en 1514.

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En segundo lugar, el autor cuestiona el don de la ubicuidad del soldado escritor. En la Historia verdadera se narran acontecimientos vividos y sentidos personalmente por Cortés, de los cuales se ha comprobado su veracidad, de tal manera que Bernal debería ser la sombra misma del conquistador. Una persona tan cercana que hubiese acompañado a Cortés a todos lados, haber sido su confesor y haberlo conocido de tal forma que pudiese saber de sus sentimientos, dudas y aflicciones. Alguien de esas características debió haber sido un personaje importante mencionado por alguien. Pues bien, no hay nada de eso.

En tercer lugar, Duverger pone en tela de juicio la erudición del escritor. La obra está escrita con un lenguaje de alguien con amplia cultura, conocedor de la literatura griega y latina, de las intrigas y vericuetos de la política del imperio. Era imposible que un soldado pudiese tener tal educación en esa época. A este hombre modesto le era imposible conocer obras censuradas y acontecimientos sucedidos en España que se citan en la Historia verdadera.

El autor repasa la lista de conquistadores en busca del autor, pero los va eliminando uno a uno, por distintas razones. Al final sólo queda el propio Hernán Cortés.

Cortés mantenía una abierta disputa con Carlos V. Escribe cinco cartas de relación, cuatro de las cuales son publicadas. Lo hace con conocimiento del oficio literario. Los escritos de Cortés no sólo son prohibidos por una orden de la Corona, también son confiscados y quemados en la plaza pública de Sevilla, Toledo y Granada. Se convierte en un autor proscrito, como hubo muchos en esa época. Es entonces cuando decide ser un escritor anónimo, refugiado en el seudónimo de un soldado. Dedica los últimos años de su vida a dejar constancia escrita de su grandeza. Duverger analiza las semejanzas de estilo entre las cartas de relación y la Historia verdadera. Le sigue la pista a Cortés hasta su muerte, ocurrida en 1547. Documenta su relación con Francisco López de Gómara. No queda duda alguna de que Cortés escribió esta obra.

A pesar de todo el esfuerzo que realiza Duverger quedan hechos sin resolver. Nadie vio a Cortés escribir la obra, él nunca confesó que lo estaba haciendo y no existen pruebas directas de ello. El vacío de la prueba lo llena razonando: “Si no fue Bernal el que escribió, después de descartar a todos los demás, es lógico que haya sido Cortés”. Sí, el problema es que, en ocasiones, lo que es lógico no es real. El autor conoce esta debilidad y la resuelve agregando un epílogo de ficción. Se trata de un encuentro en la Academia Francesa, ocurrido el 17 de enero de 1907, entre Cortés y Alonso Remón, el responsable de la primera edición de la Historia verdadera. Cortés le confiesa a Remón que él es el verdadero autor de la obra y que Bernal Díaz del Castillo es sólo un seudónimo. En la ficción Bernal termina siendo un pariente del conquistador de apellido Sánchez Pizarro. Remón queda convencido de las explicaciones que Cortés le da tres siglos y medio después. El epílogo se cierra con la esperanza del conquistador de que algún día se le reconocerá como escritor. “Tengo la eternidad por delante”, dice con convicción.

Crónica de la eternidad, con su atrevida provocación aun cuando no demuestra plenamente su hipótesis, tiene la virtud de despertar el interés por el análisis crítico de un periodo de la historia de México, que los mexicanos hemos estudiado a través de la narrativa tradicional y, a menudo, maniquea.