Opinión

Juventud eterna

Muchos de las grandes personalidades de la humanidad realizaron sus mejores obras en edades ya avanzadas, evidenciando la relatividad del tiempo, mostrándonos que nunca hay límites para para ir en pos de nuestros sueños. Estos son el tipo de seres humanos a los que admiro.

Juventud

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Quien es joven por siempre, deja volar su mente e imaginación para proponerse metas aparentemente imposibles para sí mismo y para los demás. Quien siempre es joven sueña con el futuro maravilloso que le aguarda a pesar de que existan signos que le señalen lo contrario. Este tipo de personas aspira a cosas grandes y se sabe merecedor de ellas. Este ser humano procura no atorarse en las dificultades de la vida y trata de fluir como el agua en un río, sabiendo con confianza y fé que llegará a su destino.

Debemos saber que todos somos poseedores de un espíritu fuerte y vibrante que es el que nos impulsa hacia adelante; escucharlo, descubrirlo y ayudarlo a evolucionar es nuestra prerrogativa. Es un tesoro único e infinito que nos acompañará toda la vida. También tenemos un cuerpo que debemos cuidar, pues todo él es uno solo y no hay repuesto. Cada parte de nuestro cuerpo tiene una función maravillosa. Cada parte de él es un milagro, y, además, es el instrumento de comunicación del que se vale nuestro espíritu para manifestarse.

Por otra parte, es de nuestra entera responsabilidad cuidar que nuestros pensamientos y emociones sean positivos, ya que esto es lo que produce felicidad o infelicidad en las personas y, puede incidir en la salud o en la enfermedad. Nuestro recorrido será más terso si lo hacemos con alegría. Aceptemos que somos responsables de nuestro bienestar físico y mental, así como de nuestra felicidad.

No podemos certificar si somos buenos seres humanos, pero nuestros actos diarios enfocados al bien lo irán demostrando, sobretodo ante nosotros mismos, reconociendo que hacer un esfuerzo cotidiano por superarnos sí vale la pena, pues la recompensa es la paz y la alegría interior que nos acompañan.

Seamos tolerantes con nosotros mismos. Comprendamos que en ocasiones nos enojamos demasiado sin motivos reales. Normalmente nos descontrolamos por la impotencia que sentimos de no poder controlar nuestras emociones, por lo tanto, la mayoría de las veces el enojo es contra uno mismo.

Tengamos presente que ninguno de nosotros es tan fuerte como para no necesitar ayuda de un semejante. Todos somos vulnerables. lloramos, gritamos, tenemos largos silencios, y nos frustramos ante los fracasos, pero también reímos, chiflamos, cantamos, bailamos y festejamos nuestros logros. Por lo anterior, hay que sentirnos orgullosos de nosotros mismos y, llenar nuestra alma de alegría cada vez que venzamos los desafíos de la vida.

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Concienticemos que contenemos en nuestro SER la energía, la fuerza y el ánimo para tomar las decisiones correctas siempre, antes de actuar. Simplemente tenemos que pensar con la razón, pero también con el corazón, recordando siempre los valores humanos que nos acompañan, aquellos que los seres de bien nos han enseñado.

No los defraudemos ni a ellos ni a nosotros mismos, y que no nos importe lo que los demás piensen de nosotros, sino estemos alertas a lo que nosotros pensamos de nosotros mismos.

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