Opinión

El maestro hace todo

No habrá transición gradual entre la enseñanza del pasado y la enseñanza a aplicar el próximo año escolar. Lo que hay es ruptura. Es “un cambio de paradigma” dice, orgulloso, el Dr. Marx Arriaga. No se quiere repetir la educación del pasado, se quiere implantar una “nueva manera de educar” que no parte de la experiencia sino de premisas conceptuales distintas.

Los maestros deben prepararse para ese cambio radical. Sin embargo, no se trata tanto de educar como de “transformar la sociedad”

Maestra dando clases en México

Maestra dando clases en México

Cuartoscuro

La reforma de la educación básica conlleva un cambio sustancial en el trabajo docente. En primer lugar, despoja al maestro de su jerarquía o autoridad frente al alumno. El Marco Curricular (SEP, 2022) dice: “Las relaciones que se desarrollan en la comunidad escolar no privilegian las acciones de los adultos hacia las niñas, niños y adolescentes, sino que se plantea un diálogo entre sujetos con los mismo derechos y potencialidades que da lugar a formas de socialización que permiten que los adultos aprendan de sus estudiantes”.

Prepárense, amigos maestros, para actuar como alumnos. En segundo lugar, se cambiarán las actividades del profesor; no es solo un cambio de métodos sino de un cambio total en el trabajo magisterial. Éste no consistirá más en enseñar el conocimiento escolar con las disciplinas, sino que el maestro junto con la comunidad deberá seleccionar “problemas sociales” con el objetivo de “solucionar” esos problemas.

De ese trabajo surgirá la educación de los alumnos. El maestro decidirá la organización de todas las acciones (aunque por razones retóricas se diga que las decisiones en la escuela y en la comunidad se tomarán “democráticamente”, por todos, con la participación incluso de los vecinos de la comunidad). ¿Qué actividades se deben decidir en las asambleas democráticas? ¿Cómo y cuándo se organizarán? El maestro deberá decidirlo. El maestro también deberá decidir los contenidos educativos útiles para la investigación –científica, seria, desde luego-- de esos problemas sociales.

El maestro tendrá un apoyo para su trabajo: las instrucciones pormenorizadas que vienen en los libros de texto. Al abrir estos libros el docente percibirá rápidamente que son apodícticos en exceso, como un Código de Hammurabi. Son tan taxativos que no dejan margen para la creatividad e iniciativa del profesor y del alumno. Pero debemos asumir hipotéticamente que esa dificultad se supera.

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Los alumnos se van a educar, se supone, a través del diálogo entre la escuela y la comunidad. Por ejemplo, para escoger el problema social a estudiar alumnos y maestros deben trasladarse a la comunidad. Pero aquí cabe detenernos en un problema normativo; al sacar a los pequeños a la calle: ¿quién se hace responsable, de su seguridad? ¿El profesor? ¿Los padres de familia? ¿La escuela? ¿La delegación municipal? ¿El municipio? ¿La SEP estatal? ¿O la SEP federal? Dados los índices de violencia y el desorden que existe en el país este asunto adquiere particular importancia.

Una vez en la comunidad hay que organizar un encuentro con ella. ¿Pero a qué parte de la comunidad vamos a invitar? La pregunta tiene sentido: debemos suponer que es materialmente imposible incluir a todos sus miembros. ¿Cómo de define esa parte? ¿Con qué criterios? ¿Atendiendo cuáles intereses sociales? En otras palabras, ¿Qué parte de la comunidad recibirá de la escuela trato prioritario? ¿Tiene el maestro libertad para decidir esto? No lo creo. La retórica que envuelve el discurso de la reforma es revolucionaria y a favor de los grupos oprimidos o subordinados, por lo tanto, se puede pensar que el profesor se verá obligado por las autoridades a seleccionar “un grupo oprimido”.

Pero ¿quiénes forman “un grupo “oprimido” o “un grupo subordinado” en un país donde abundan la pobreza y el sub-empleo? Ante ese problema se me ocurre que se necesita hacer un análisis sociológico y político para proceder a un diagnóstico empírico de la comunidad y sus problemas. Ahora: ¿quién lo va hacer? Dado que no hay otro trabajador de la enseñanza a la vista, está claro que será el maestro.

Estas reflexiones son pertinentes cuando faltan solo unos días para que la autoridad eche a andar esta disparatad reforma. En realidad, la SEP no ha dado suficientes orientaciones al magisterio sobre lo que será su trabajo en el próximo ciclo escolar; nadie le ha hablado al docente sin demagogia, con franqueza, sobre los enormes desafíos que deberá enfrentar próximamente, con las responsabilidades que conllevan.