Opinión

Los nuevos desafíos de la Nación demandan un nuevo modelo educativo

En una entrega anterior, estimadas y estimados lectores, abordé lo valioso que representaba para la Ciudad de México la creación del Instituto Rosario Castellano y cuya transformación en Universidad parece no estar lejos. Afirmaba que, además de ser un ejemplo de determinación de la política educativa del gobierno de la Ciudad, su mística como institución educativa estaba reflejada en su modelo de formación.

En esta ocasión quiero concentrarme en la importancia del modelo educativo centrado en las y los estudiantes como integrantes de una comunidad. Y aquí el primer dato que me parece importante comentar. Venimos de interpretaciones que colocan al centro al estudiantado para asegurar que el proceso de enseñanza y aprendizaje logre formar a nuevas generaciones, comprometidas con su propio desempeño profesional. Lo que ahora me interesa destacar es el hecho de que, en esta nueva institución, las y los estudiantes son vistos –sí, como estudiantes, con criterios y aspiraciones individuales– pero a la vez, como parte de una comunidad, en donde se desenvuelven, interactúan y que pueden contribuir a cambiar.

Esto no es menor. Este modelo educativo concentra su esfuerzo en formar profesionistas que tienen claro el contexto y las posibilidades de mejora. Que se reconocen como agentes de cambio en beneficio de la propia comunidad. No se dejan de lado los intereses de carácter individual, pero se trabaja más en reconocer que las interacciones, las dinámicas formativas, el trato entre docentes y estudiantes, así como el abordaje mismo de los planes y programas de estudios, también son elementos que interactúan y que influyen el proceso formativo. Todo ello deriva en una visión que tiene muy clara la responsabilidad y vocación social de las actividades educativas que en sus instalaciones físicas o virtuales el Instituto Rosario Castellanos está poniendo en práctica

Instituto de Estudios Superiores

Instituto de Estudios Superiores "Rosario Castellanos"

Cuartoscuro

Un dato adicional que me parece que hay que destacar es la conceptualización de eficiencia terminal. Entendida genéricamente como la conclusión en tiempo y forma de un plan de estudios, por parte de una o un estudiante. Bien, en el Instituto Rosario Castellanos, la eficiencia no se mide con dichos parámetros. Se plantea que una o un estudienate que no dispone de condiciones para concluir en tiempo su formación, no puede ser considerado como una estadística negativa.

Una persona que frente a una imposibilidad (de cualquier naturaleza) que ha cursado algunas materias o algunos semestres completos, para concluir su formación superior no deja la escuela en las mismas condiciones. El paso por las aulas de esta institución apuesta por que, quienes no puedan concluir, cuenten con una constancia, certificación o acreditación que avale que el tiempo que pudo mantener los estudios permitieron que conociera, desarrollara o fortaleciera otras habilidades y conocimientos. Esto es, sin duda, una mejor condición para desenvolverse frente a diversos retos, de manera que se genera un “aval oficial” y abre posibilidades para un mejor desempeño laboral, ciudadano, personal y social.

De manera que, la eficiencia deja de ser un dato para medir el “éxito” de una institución educativa, para dar paso a un mecanismo que garantiza el derecho a la educación. Porque el Instituto también deja abierta la posibilidad de que puedan regresar a concluir su formación, no solo mediante el simple proceso de reinscripción, sino a través de la oportunidad de disponer y contar con opciones de formación a distancia que impliquen una ventaja para cada estudiante.

Las universidades e instituciones de educación superior son consideradas los lugares en donde el conocimiento avanza y se diversifica, pero curiosamente, en una enorme cantidad de casos, son instituciones con estructuras anquilosadas, que no se han movido en decenas de años, que no cambian como sucede con el conocimiento que en ellas se genera.

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El Instituto Rosario Castellanos es una muestra de que entender la educación como un derecho y como una verdadera herramienta de cambio, hace posible pensar en nuevas formas para dar impulso a la educación superior, pero fundamentalmente, para entender que la educación tiene una finalidad social, que se traduce en permitir e impulsar mejores condiciones de vida de la población individual y colectivamente.

Es entender que la formación de nuevos profesionistas incluye desarrollar sus capacidades para ser agentes de cambio. Y eso no es menor, en un momento en el que las instituciones de educación superior están obligas a operar cambios, a sumarse no solo con la “producción de egresados”, sino como facilitadoras, como actores activos del cambio que requiere nuestra sociedad. Creo que es momento de demandar que se cumpla con este derecho para todas y todos. Con este caso, el gobierno de la ciudad de México dio un paso. Hay que seguir observando su desarrollo y contribuir a que no se repitan fallas como las que han presentado otras instituciones.

Vientos de cambios en la SEMS a cargo de Nora Ruvalcaba, quien nombró a Rolando de Jesús Saldaña en DGETI y a Mario Hernández a los CECATIS para fortalecer la formación técnica y la empleabilidad de los jóvenes del país; éxito en sus encomiendas.