Opinión

Pigmalión y Galatea

Se dice que la antigua ciudad de Pafos en la isla de Chipre, fundada por los fenicios, era un lugar de culto de la antigua diosa Astarté, la Afrodita fenicia. El culto de los fenicios a la diosa de la belleza estaba muy extendido por todo el mediterráneo. En la práctica de los rituales anuales se incluía una ceremonia en la que se representaba el matrimonio sagrado entre el rey y la imagen de Astarté.

Se cuenta que Pigmalión, rey de Chipre, era devoto de la diosa. Según James Frazer “los nombres de Pigmalión y Astarté van juntos en una inscripción púnica de un medallón de oro encontrado en un sepulcro de Cartago, siendo las letras de la inscripción del tipo más arcaico.” Frazer señala que Pigmalión pudo haber sido un nombre genérico con el que se nombraba a los reyes semíticos en general y a los de Chipre en particular. Adonis, el amante de Afrodita en la mitología griega, era nieto de Pigmalión.

Pigmalion y Galatea

Pigmalion y Galatea

Especial

En Las metamorfosis de Ovidio se encuentra el relato de un escultor de Pafos de nombre Pigmalión que vivía solo y por mucho tiempo no quiso tener una compañera con quien compartir su lecho. Se dice que ninguna mujer llenaba sus expectativas, en todas veía deficiencias e imperfecciones, por lo que decidió nunca casarse. Vivía absorto en su trabajo artístico esculpiendo figuras en la piedra y el marfil. Y fue ahí, en la frialdad y la dureza de esos materiales, donde se propuso encontrar a la mujer perfecta.

Pigmalión trabajó con esmero e inspiración para ir formando a esa mujer que en la vida no pudo encontrar. Cada día la figura iba saliendo poco a poco del blanco marfil. Las manos de Pigmalión la ayudaban a tomar forma. La figura quedó terminada, pero él no estaba conforme aún. Pulía aquí y allá para delinear cada centímetro del material. Cuando vio que ya no había prácticamente nada que perfeccionar, el propio artista quedó maravillado con la belleza y el realismo de su obra.

Al tocarla con sus manos dudaba si aquella escultura era de carne viva o de marfil. La besaba y apretaba entre sus brazos y se imaginaba que la estatua le correspondía. Le habló con ternura y la colmó de flores y regalos. La cubrió con elegantes vestidos y colocó joyas preciosas en sus dedos y en su cuello. La llevó a su alcoba y la acostó en su cama sobre cojines de suaves plumas, pensando que tenía vida y podía sentir. Pigmalión quedó enamorado de su propia creación, pero él sabía que amaba a un objeto inerte e indiferente y eso lo hacía sentirse infeliz. La insatisfacción lo motivó a buscar una esposa en la vida real.

El día de las celebraciones a la diosa que tenían lugar en todo Chipre y después de haber depositado las ofrendas en el altar, Pigmalión suplicó a los dioses que le concedieran una esposa semejante a la doncella de marfil. Venus -en el relato de Ovidio-, la diosa latina del amor y la belleza, escuchó las plegarias de Pigmalión y lo quiso complacer.

De regreso a casa el artista fue hacia el pedestal en el que descansaba su escultura, ahí encontró impasible a la figura que amaba. La tomó en sus brazos para llevarla a su lecho y sintió el peso y la forma de un cuerpo flácido. La estatua había perdido su rigidez. Al tocar su pecho el marfil se reblandeció como la cera y Pigmalión con alegría sintió que la mujer tenía vida.

Temiendo que aquello era una mala jugada de su imaginación y para asegurar no ser víctima del engaño Pigmalión se dispuso a examinar con detalle cada parte de aquel cuerpo. El corazón latía y la sangre corría por las venas, no cabía la menor duda de que se trataba de un cuerpo vivo. La joven doncella se ruboriza al sentir los besos apasionados que él le ha dado, abre los ojos y dirige su mirada al cielo y al rostro de su marido. Pigmalión pronuncia una plegaria de agradecimiento a Venus y nombra a su compañera, Galatea. De la unión de Pigmalión y Galatea nace una niña llamada Pafos, que dio su nombre a la primera ciudad que escogió Venus para morar, después de salir de la espuma del mar.

El mito de Pigmalión ha sido objeto de inspiración para muchos artistas y escritores. El autor que se enamora de su creación y el objeto creado que adquiere vida propia son temas que podemos ver en obras conocidas.

Lee también

En el Cuento de invierno de Shakespeare una estatua de la reina Hermione cobra vida. Bernard Shaw escribió una obra que tituló precisamente Pigmalión, donde una joven pobre es traída de nuevo a la vida por el profesor Henry Higgins. El italiano Carlo Collodi escribió la popular historia de Pinocho, en la que un carpintero pobre de nombre Geppetto hace un pequeño muñeco de madera que se convierte en un niño de carne y hueso. En la famosa novela de Mary Shelley el doctor Víctor Frankenstein consigue dar vida en su laboratorio a un ser monstruoso que se tornó violento. A diferencia de Pigmalión, el doctor Frankenstein odia a su horrenda criatura y lo persigue por el mundo para darle muerte.

En psicología se utiliza el término “efecto Pigmalión” para referirse “a la influencia que ejerce la creencia de una persona en el comportamiento de otra.” También para describir la forma en que funcionan algunas profecías autocumplidas: las personas tienen tanta confianza en la realización de sus expectativas que terminan actuando de tal forma que dichas expectativas se cumplen. El término fetichismo se utiliza para describir la actitud de otorgar a una cosa inanimada o a un individuo virtudes extraordinarias -frecuentemente de carácter sexual- que sólo existen en la imaginación de alguien, como era el caso de Pigmalión.

Existen creadores que logran hacer con materiales rudos y difíciles de moldear obras sublimes por su belleza, logrando la fascinación propia y de extraños. Hay aprendices de brujo que pretenden conocer las artes de la creación y terminan produciendo obras monstruosas de las que se arrepienten por sus inesperados efectos destructivos. Pero hay también artistas del (auto)engaño que se enamoran de su obra y pretenden otorgarle a lo notablemente defectuoso atributos admirables que no son reales.