Opinión

La reconstrucción

El mal prospera, como decía Burke, por la apatía y el silencio de las personas buenas; así ocurrió en Alemania, en 1933; así ocurre en México desde 2018 a la fecha.

Es difícil de entender --o es incomprensible--, la pasividad del pueblo de México ante el avance del régimen autocrático de AMLO. La aceptación que este personaje logra en las encuestas parece actuar como talismán que paraliza la voluntad de sus opositores.

Pero la historia no perdona: los desaguisados presidenciales de hoy los pagará la sociedad mañana. Por ejemplo, será difícil desmontar la política energética basada en combustibles fósiles, o volver a fortalecer los organismos autónomos, o re-ordenar el cuerpo de normas legislativas con criterios democráticos.

En el caso –improbable--, de que una figura democrática triunfe en las próximas elecciones presidenciales, será complicado re-orientar la economía del país, para volver a colocarla en la senda del crecimiento. Se necesita una política agrícola, una política industrial y una política educativa que hoy tácitamente no existen.

La política educativa debe desprenderse de fórmulas doctrinarias, de autoconsumo, disparatadas --como las que hoy propone la SEP-- para orientarse a elevar la calidad de la enseñanza básica y proveer al país con recursos humanos de alta calificación para responder a los desafíos de la revolución tecnológica y de la Inteligencia Artificial.

No será fácil hacer una reingeniería del Estado, indispensable para volver a la ruta de la democracia, reestablecer el diálogo entre los mexicanos y lograr, de nuevo, decisiones que se funden en el consenso.

¿Cómo crear un Estado fuerte? ¿Cómo reestablecer el imperio de la ley? ¿Cómo fortalecer la función pública en la esfera de las decisiones y en la esfera de las acciones?

Todavía más: ¿Cómo devolver al orden civil las funciones directivas que AMLO cedió a soldados y marinos? ¿Cómo hacerlos volver a los cuarteles cuando han probado las delicias de gobernar a los civiles?

Fotografía de archivo de soldados en Chihuahua

Fotografía de archivo de soldados en Chihuahua

Cuartoscuro

Los programas sociales de AMLO serán una conquista perdurable, lo cual, hasta cierto punto es correcto. Lo importante empero sería despojar a esos programas de su carácter clientelar y dotarlos de una organización institucional eficaz que garantice que los apoyos beneficien a quienes realmente lo necesitan sin pedirles nada a cambio.

¿Y cómo se podría cambiar la actual política de seguridad pública que se sustenta en un 90% en la intervención disuasoria de las fuerzas armadas? ¿Cómo acabar con la violencia social? Serán necesarios cambios profundos. Lo que o se ha hecho es convocar a las mentes expertas para que piensen en esta materia. Trabajos como el de Claudio Lommitz (El tejido social rasgado) y otros deberían servir de base para una nueva estrategia que parta de los fundamentos de la violencia.

¿Cómo reconstruir la política exterior? ¿Cómo devolverle su seriedad y cambiar el rumbo con base en nuestros principios? Es indispensable precisar-reforzar nuestra alianza con Estados Unidos y con Europa, definir con claridad nuestra política hacia América Latina, reconciliarnos con España y con Perú y poner a distancia a regímenes dictatoriales o populistas como el cubano, el venezolano y el nicaragüense

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Pero el principal obstáculo que enfrentaría un presidente democrático en el próximo sexenio sería desmontar el mito de AMLO, mito que se creó en torno a la narrativa de que él es, como Cristo, redentor de los pobres y enemigo de los poderosos. Es difícil pensar que ese culto a la personalidad vaya a desaparecer automáticamente con la próxima sucesión presidencial, pero también es cierto que el final de su sexenio está próximo.