Opinión

La Ruina de México

Muchas de decisiones de AMLO han tenido efectos funestos, pero ninguna posee el potencial destructivo que encierra la reforma educativa que se pretende implantar en las escuelas en agosto próximo. Los efectos de esta reforma serán ruinosos para el país. Es un experimento populista, diseñado apresuradamente, que destruirá la educación básica como la hemos conocido hasta hoy e impactará sobre todos los órdenes de la vida social: la cultura, la democracia, la economía y la convivencia social.

No hay nada más valioso que la educación; ella es el corazón, el motor, de nuestro desarrollo como nación, pero, por encima de todo, ella es la actividad que responde a la esperanza de millones de padres de familia que ven en ella una oportunidad de vida mejor para sus vástagos.

Esa esperanza se verá eclipsada por la nueva reforma. El nuevo proyecto educativo es, en realidad, una formulación política, doctrinaria y confusa que desprecia conceptos y valores que han sido fundamento de nuestra cultura como son la nación, el estado, la libertad, la democracia, el respeto a la ley, las instituciones, la ciudadanía, etc. y que pretende inculcar en la mente de niños y jóvenes nociones marxistas rudimentarias y sectarias (revolución, lucha de clases o pugna opresores vs oprimidos) para hacer de ellos unos “agentes de transformación social”.

Libros de texto de la SEP

Libros de texto de la SEP

Cuartoscuro

Las ideas “pedagógicas” que fundamentan este proyecto son formulaciones delirantes envueltas en una retórica de reivindicación social. La educación se concibe como una actividad que resulta de la interacción entre la escuela y la comunidad (territorio que rodea a la escuela: barrio, colonia, ranchería), sin embargo, ésta es el eje del proceso educativo.

Esto significa que la escuela pierde su papel de espacio educativo por excelencia. El conocimiento escolar sufrirá una degradación al colocarlo en la misma posición jerárquica que el “conocimiento” que utilizan los habitantes de la comunidad en su vida cotidiana; las expresiones defectuosas del habla popular, por ejemplo, adquieren la misma legitimidad que las expresiones correctas.

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Se legitima así que los estudiantes aprendan palabras como “wuey”, “nel”, “jale”, etc. como la lengua normal. Los elementos de la cultura popular, creencias, mitos, supersticiones, prejuicios, etc. adquieren carta de legitimidad en la educación y, por tanto, se diluye cualquier aspiración a la perfección y a la excelencia.

Dado que en las comunidades o barrios predominan las creencias religiosas lo que veremos es que la religión volverá a entrar a la escuela por la puerta falsa que crea esta modalidad exótica de educación comunitaria.

Al mismo tiempo, el proyecto no oculta su desprecio por el conocimiento científico, por las ciencias duras --matemáticas, física--, por la tecnología digital moderna, etc.

Se trata, evidentemente, de un proyecto conservador y regresivo. De hecho, el proyecto SEP rechaza explícitamente la cultura universal u occidental a la que acusan de “abstracta” y “carente de significación” para la vida concreta de los hombres. Dicho en otras palabras, la base de la educación será exclusivamente una cultura de lo concreto, es decir, conocimientos y valores que se utilizan en la vida práctica.

Todo pensamiento abstracto es anatemizado, aunque para hacer esto se valgan del mismo pensamiento que excomulgan. Sin embargo, lo que resulta más absurdo –casi increíble-- es que se propone que la educación se organice en torno a problemas de la comunidad que los niños (con ayuda de sus maestros) deberán estudiar y valorar, además de encontrar soluciones para ellos.

En conclusión, estamos ante un proyecto que no ha sido conocido y discutido por la sociedad, que no es conocido ni por los maestros ni por los padres de familia, que contradice los usos y costumbres de la práctica docente, que atropella abiertamente las disposiciones constitucionales y que, no obstante, la autoridad lo impondrá en agosto de este año, a menos de que una disposición judicial lo impida.