Opinión

San Felipe de Jesús y su impacto cultural

San Felipe de Jesús fue el primer santo mexicano tras haber sido martirizado y asesinado en una cruz, en una colina de Nagazaki, en Japón. El, nacido en la Ciudad de México, se sumó a los esfuerzos evangelizadores en oriente por lo que su sacrificio adquirió planos internacionales.

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Cuando la noticia se supo en México, su sacrificio alimentó el orgullo criollo, y a partir de 1627, cuando fue beatificado por Urbano VIII, su imagen comenzó a formar parte de los templos y los barrios de las ciudades empezaron a adoptar su nombre.

Pronto se convirtió en el santo patrono del gremio de los plateros y de la juventud mexicana, pues el, después de haber llevado una vida desordenada, aprovechando la cómoda posición social de sus padres Alonso de las Casas y Antonia Martín, quienes vivían en México, la capital del Virreinato de Nueva España, era inquieto y ávido de aventuras, así que siendo tan mal estudiante como lo fue, mujeriego y no sabiendo que hacer su padre con él, lo envió a hacer negocios a Manila, Filipinas donde circulaba la moneda de plata mexicana y en algún momento no especificado, entró en contacto con los pobres y los enfermos del archipiélago y decidió seguir la vida religiosa con los franciscanos y en 1593; entonces ingresó al convento de Santa María de los Ángeles que había surgido 16 años atrás.

Como Filipinas formaba parte de la Arquidiócesis de México, y se embarcó con esta dirección para ser consagrado por el arzobispo en México que era Alonso Fernández de Bonilla. El navío surcaba el mar con buen tiempo. El viaje a Nueva España duraría unos 60 días, pero de pronto, unas noves formaron una cruz como un presagio que todos vieron, y soplaron fuertes vientos, de modo que la tempestad jugó con la embarcación entre relámpagos y truenos, y la barca llegó a Japón, justo en el momento en el que el emperador Toyotomi Hideyoshi dictaba sentencia de muerte a todos los misioneros de la isla y a los cristianos.

El embajador de España abogó por la vida de Felipe de Jesús alegando que él acababa de llegar y que ni estaba ordenado sacerdote ni hablaba el idioma, pero el joven novicio decidió dar testimonio de su fe pensando que con su sangre podría ayudar a la conversión de los paganos y así, todos fueron torturados, les cortaron las orejas y la nariz, y así fueron paseados en carrera por distintos pueblos de Kioto como una advertencia del emperador a los cristianos y finalmente, en una colina de Nagasaki, fue crucificado con argollas al lado de 5 franciscanos, 3 jesuitas, 17 laicos japoneses siendo él quien primero expiró el 5 de febrero de 1597.

Tras este martirio, dos mexicanos más fueron torturados y muertos en Japón: Bartolomé Laurel (1599-1627 a fuego lento con otras 14 personas y Bartolomé Gutiérrez (1580-1632), bautizado en el Sagrario Metropolitano de México y perteneciente a la Orden de San Agustín, al lado de otros cinco mártires, a quienes la Iglesia proclamó como beatos.

De igual manera, 11 mártires mexicanos predicaron en las islas Marianas en una misión que encabezaba el jesuita español Luis de San Vitores, y todos ellos habían zarpado del puerto de Acapulco.

Eran los años de Felipe II en cuyos dominios nunca se ponía el sol,