Opinión

¿Soldado igual a policía?

La conversión por decreto, de un día para otro, de soldados en policías, sea como Guardia Nacional o como miembro ordinario del ejército, suscita muchas dudas, sobre todo si consideramos la vigencia del Nuevo Sistema Penal Acusatorio.

Fotografía de archivo de soldados en Chihuahua

Fotografía de archivo de soldados en Chihuahua

Cuartoscuro

Ese cambio de roles sociales se basa en el supuesto de que el soldado puede ocupar el lugar del policía, pero, en realidad, soldado y policía son oficios distintos que exigen, cada uno, habilidades, destrezas y rasgos de carácter diferentes. Sólo tienen en común que ambos utilizan la fuerza.

Pero el militar usa la fuerza para hacer la guerra; el policía usa la fuerza sólo excepcionalmente, su principal tarea es proteger la vida de la población civil, perseguir a delincuencia y combatir el delito. Su espacio vital es la calle.

En cambio, el soldado tiene una experiencia más restringida, alejado de la vida civil, su vida transcurre en los cuarteles en una atmósfera cerrada donde las relaciones sociales se rigen por el principio de mando- obediencia; el soldado nunca actúa de acuerdo a su propio criterio, es decir, no tiene autonomía o libre albedrío.

Pensemos que ocurrirá cuando los soldados actúen como policías. Imaginemos que los soldados en su rol de policías cercan a un grupo de (supuestos) delincuentes. No se trata sólo de someterlos u hacerlos confesar sus fechorías mediante recursos coactivos como amenazarlos, golpearlos o torturarlos, sino de respetar absolutamente la dignidad e integridad de cada persona.

¿Sabe un soldado que es la dignidad e integridad humana? Es deseable no sólo que los sepa –conocimiento—sino que se haya apropiado de virtudes morales básicas: habilidades de autocontrol, respeto y tolerancia. De entrada, el soldado-policía debe saber y estar convencido de que la persona (o presunto delincuente) es un ser humano dotado de derechos humanos.

No se trata sólo de saber de memoria los derechos humanos, sino de internalizar y hacer propio un profundo sentido de respeto por los seres humanos.

El agente (soldado-policía), no sólo debe tener valor y fuerza física, debe poseer una inteligencia desarrollada, cualidades analíticas y un dominio del pensamiento abstracto que le permitan identificar, colectar y recoger evidencias. interpretar la escena del crimen, construir hipótesis, etc. Las mismas tareas que se espera cumpla un detective.

Debe, además, saber escribir bien para dar cuenta de su trabajo al MP o a sus jefes. Esta actividad es fundamento insoslayable para la impartición de justicia en el nuevo modelo de justicia, en el cual cada acusación debe fundarse en evidencias. Pero el soldado-policía debe, además, saber expresarse oralmente para –cuando sea el caso-- aportar su testimonio en la audiencia judicial correspondiente.

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La seguridad de la población no es un asunto que se reduzca a la posesión de los órganos distintivos del sexo masculino. Los agentes encargados de ella deben ser, por un lado, profesionales, es decir, que tengan las habilidades correspondientes (cultura básica, saber leer y escribir, dominar la expresión oral, conocer la Constitución y el Código Penal, etc.) y, por otro, que tengan sensibilidad, respeto, compasión y empatía por los demás.

La SEDENA exige certificado de secundaria a quienes desean convertirse en soldados. Eso no está mal, pero es insuficiente (la antigua Policía Federal exigía el grado de licenciatura). El problema, sin embargo, nos resuelve con certificados ni calificaciones sino con cultura básica, estructura moral y carácter de las personas.

Los rasgos que debe distinguir a un buen policía --dice un manual-- son la responsabilidad, la integridad, la disciplina, el buen el trato con los ciudadanos, la dedicación, el autocontrol, el espíritu de equipo y una gran capacidad de adaptación y de comunicación.

¿Logrará la 4T rebobinar la mentalidad de los 200 o 300 mil militares a los cuales pretende encargar la seguridad pública? Si no lo hace, la Guardia Nacional y el Ejército serán en la calle una amenaza en vez de un escudo protector para los ciudadanos.