Opinión

Victorias demócratas revelan que el problema no es su ideología, es Biden

Las victorias cosechadas este martes por los demócratas en Ohio, Virginia y Kentucky, coincidieron con la última encuesta de CNN sobre las elecciones presidenciales de 2024, en las que Donald Trump aventaja a Joe Biden en cuatro puntos, coincidiendo con otra reciente del New York Times, que advierte que el expresidente republicano ganaría al demócrata en cinco de seis estados clave (y en consecuencia se llevaría la victoria final).

Esta aparente anomalía revela, por un lado, hasta qué punto la batalla en Estados Unidos en defensa de las libertades civiles ha logrado “despertar” a los progresistas, desde la “traición” de la Corte Suprema, que en 2022 tumbó la ley Roe v. Wade (que legalizó en 1973 el aborto en toda la nación) y dejó a los estados libertad para mantener legal el aborto o criminalizarlo; y por otro lado, revela que esos mismos votantes (liberales, moderados o independientes) que hicieron que los demócratas derrotaran a los republicanos en varios estados, no parezcan que vayan a movilizarse para reelegir dentro de un año al octogenario y poco carismático mandatario demócrata. En otras palabras, el presidente se está convirtiendo (si no lo es ya) en parte del problema y no en la solución de los demócratas para ganar las elecciones a los republicanos el año que viene y retener la Casa Blanca hasta enero de 2029.

Fue lo que ocurrió este martes en el referéndum sobre el aborto en Ohio, donde una mayoría aprobó la interrupción voluntaria del embarazo como un derecho constitucional estatal, lo contrario a lo que pedía el gobernador republicano Mike DeWine, quien, aprovechando la libertad sobre el tema del aborto que le dio la nueva mayoría ultraconservadora en la Corte Suprema de EU, firmó una ley que fijaba en sólo 6 semanas el límite para la interrupción legal del embarazo, lo que en la práctica equivale a una prohibición total, pues la mayoría de las embarazadas desconcen tan prematuramente que lo están.

Este retroceso fue el que llevó a la situación aberrante de una niña de 10 años, embarazada producto de una violación, a la que se le negó en Ohio un aborto, pese al peligro de morir o al trauma de ser forzada a que naciera un bebé casi de su edad, y que obligó a sus padres a llevar a la menor a Indiana, donde el derecho al aborto es legal.

Este caso fue el que convirtió el referéndum del aborto en Ohio en un asunto de interés nacional, por tratarse del primer estado bisagra que se pronuncia sobre el polémico fallo de la Corte Suprema. Y el resultado no puede ser más favorable para los demócratas.

La victoria de los partidarios del aborto en Ohio supone un serio aviso a los republicanos de que su guerra contra este derecho de las mujeres, que funcionó sin problemas durante medio siglo, será castigado en las urnas en cuanto tengan ocasión, como ocurrió este martes en otros dos estados… y como podría ocurrir el 5 de noviembre de 2024 en las elecciones presidenciales.

El gobernador de Virginia, Glenn Youngkin (quien hasta antes de las elecciones del martes para renovar el Congreso estatal no descartaba competir por la candidatura presidencial republicana), prometió durante la campaña que, si los republicanos mantenían el control del Congreso estatal, propondría de inmediato una ley antiaborto. ¿Y qué hicieron los votantes de Virginia? Darle el control de las dos cámaras a los demócratas.

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Por: Luis Octavio Vado GrAugust 23, 2025

Pero el caso más llamativo es el de Kentucky, ya que se trata de un estado que forma parte del llamado “Cinturón de la Biblia” de EU. El demócrata Andy Beshear defendió en el derecho al aborto, frente a la oposición total de su rival, el ultraconservador Daniel Cameron. Su arriesgada apuesta movilizó como nunca el dormido voto progresista de su estado, apático en anteriores votaciones ante el predominio conservador, y ganó la reelección este martes.

Tras conocer los buenos resultados electorales para los demócratas, Biden declaró: "Esta noche, los estadounidenses votaron de nuevo para proteger sus libertades fundamentales y la libertad ganó".

Sin embargo, estas victorias demócratas estatales no hacen sino dejar en evidencia que las causas progresistas no son realmente el problema para que los demócratas ganen las elecciones de noviembre de 2024, sino que es el empeño del presidente Biden en ser el candidato demócrata, pese a que su popularidad está muy por debajo de la que tenía el presidente Donald Trump un año antes de las elecciones de 2020, que finalmente se concretó en su derrota.

De hecho, la encuesta de CNN, publicada el miércoles, muestra que Trump le saca cuatro puntos de ventaja a Biden (49 % frente a 45 %). Pero el dato más alarmante es qué grupo de votantes ha dado un vuelco en su preferencia, con respecto a las elecciones de 2020: los jóvenes.

Biden ganó en 2020 entre los votantes menores de 35 años por 21 puntos de diferencia respecto a Trump a nivel nacional. Según la encuesta de CNN, esta ventaja se ha esfumado y ahora es el expresidente republicano el que saca un punto de ventaja sobre el actual mandatario (48 frente a 47).

Las causas de este declive de Biden son variadas, pero el estudio apunta a este dato a tener en cuenta: no es tanto que Biden pretenda concurrir a las elecciones en noviembre de 2024 como el candidato más anciano, a días de cumplir 82 años (Bernie Sanders sigue gozando de gran popularidad entre los jóvenes, pese a sus 82 años cumplidos), sino que muestra signos evidentes de senilidad (lapsus, caídas…), que se agravarán con el paso del tiempo.

Una encuesta de la agencia AP realizada en agosto alertó que un 77% de los estadounidenses, consideran a Biden “demasiado viejo para gobernar”, independientemente de su gestión. Y el dato alarmante: el 69% de los votantes demócratas opina igual.

Otro dato revelador: los dos únicos presidentes de la era moderna con un índice de popularidad por debajo del 40%, un año antes de presentarse a la reelección, son Biden (37%) y Jimmy Carter (32%), el único demócrata que perdió la reelección. En cuanto a los republicanos que también perdieron un segundo mandato fueron George Bush padre (59%) y Donald Trump (43%).

Barack Obama también partió de un bajo 43% y ganó un segundo mandato, pero, a diferencia de Trump y de Biden, su nivel de rechazo era mucho menor, y le ayudó su carisma y su relativa juventud, que recordaba vagamente a John Kennedy.

No sirve de consuelo que  Trump también envejezca (77 años) y haya dicho ya alguna que otra incoherencia. Se trata de que el bando demócrata cambie radicalmente de estrategia y convenza a Biden de que, si quiere ayudar a salvar a EU (y al mundo) de la locura de un nuevo gobierno de Trump es que sacrifique su candidatura condenada al fracaso, disfrute de una merecida jubilación y apoya a un candidato demócrata más joven, más carismático y con la suficiente inteligencia para líderar la primera potencia global.

Ojalá Biden tenga aún la lucidez y la nobleza para entender que sacrificar una reelección condena probablemente al fracaso no es humillante, sino el hecho más sabio para evitar que Estados Unidos vuelva a caer caiga en manos de Trump, la imagen viva de la xenofobia, la corrupción, la vulgaridad y el negacionismo que necesita el mundo.

Aún hay tiempo, pero no hay tiempo que perder. Está en juego no sólo el futuro de EU como líder de la lucha global contra la democracia y el cambio climático (que niega Trump) sino el destino del mundo.

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