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"La vida que se escribe": El periodismo cultural de José Emilio Pacheco

Con motivo del encuentro que se llevará a cabo en El Colegio Nacional para conmemorar el décimo aniversario de la muerte del escritor, la institución nos comparte un fragmento del libro de Juan Villoro

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José Emilio Pacheco fue ensayista desde el periodismo, lo cual equivale a decir que logró que la erudición pactara con los favores de la claridad, dice Villoro.

José Emilio Pacheco fue ensayista desde el periodismo, lo cual equivale a decir que logró que la erudición pactara con los favores de la claridad, dice Villoro.

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El Colegio Nacional recordará a José Emilio Pacheco, a diez años de su muerte, con una lectura de poesía mañana 30 de enero, a las 18:00 horas, en su sede (Donceles 104, Centro Histórico, CDMX). A propósito de esta ceremonia, compartimos con los lectores de Crónica un fragmento del libro de reciente publicación La vida que se escribe (Colnal, 2023), donde Juan Villoro recuerda la impronta que Pacheco dejó en el periodismo cultural.

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Del 5 de agosto de 1973 al 4 de julio de 1976, José Emilio Pacheco publicó la columna semanal “Inventario” en el suplemento "Diorama de la Cultura", del periódico Excélsior, dirigido por Julio Scherer García. Luego del golpe orquestado por el presidente Luis Echeverría contra un diario que había logrado convertirse en uno de los diez mejores del mundo, Pacheco continuó publicando en la revista "Proceso", también dirigida por Scherer, de noviembre de 1976 hasta su fallecimiento, en enero de 2014.

Antes de abordar la excepcional columna de Pacheco, vale la pena detenerse en el contexto en que fue publicada. Nadie colabora en un medio sin que alguien abra la puerta. Julio Scherer García concibió un periodismo heterodoxo, capaz de involucrar a articulistas provenientes de muy distintas disciplinas. Historiadores, politólogos, teólogos, comunicólogos, ingenieros convertidos en activistas se sumaron a un proyecto donde se hacía cultura desde la noticia y donde la cultura era noticia. Una entrevista con Julio Cortázar merecía primera plana.

"Excélsior" renovó las posibilidades del “periodismo de autor”; a tal grado que esa tendencia influyó en las zonas menos “intelectuales” del oficio. Ramón Márquez urdió impecables piezas en el ringside del boxeo (más tarde abordaría con fortuna la “nota roja”) y Manuel Seyde demostró que las crónicas de futbol podían ser variantes del lirismo o la diatriba, dependiendo del desempeño de los “ratoncitos verdes” de la se lección nacional.

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La realidad del periodismo no está en los hechos, sino en la manera de contarlos. Esta certeza definió la calidad de […] "Plural", dirigida por Octavio Paz, "Diorama de la Cultura", suplemento dirigido por el novelista Ignacio Solares, donde Pacheco publicó su “Inventario”, y "Revista de Revistas", dirigida por Vicente Leñero, cronista capaz de convertir la visita de la actriz Raquel Welch a la Ciudad de México en un episodio inolvidable y de generar textos como el recuento de José Agustín sobre su estancia en la cárcel de Lecumberri o las entrevistas que la escritora argentina Tununa Mercado hizo a los sobrevivientes del holocausto que vivían en México.

El afán de transformar una exclusiva en buena prosa venía de lejos, según recordó Pacheco en el “Inventario” dedicado a José Joaquín Fernández de Lizardi, cuyas colaboraciones en la prensa de principios del siglo XIX fueron “literatura de emergencia”.

En 1976 entré a estudiar la carrera de Sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa y un profesor nos advirtió: “Estudien, muchachos, o van a acabar de periodistas”. Durante décadas, el oficio había sido degradado por escribidores que recibían sobornos del gobierno y pensaban, como el general Gonzalo N. Santos, que “la moral es un árbol que da moras”. Pero las cosas habían comenzado a cambiar […]

En un ámbito donde los colaboradores de la prensa adquirían progresiva importancia, Pacheco se presentaba como un testigo que rehuía el primer plano. Firmaba con sus iniciales (JEP) y dosificaba sus opiniones para realzar las de los otros. Al hablar de la voz sosegada de Antonio Machado, señaló que era “un conversador extraviado en una asamblea de oradores”. Lo mismo puede decirse del tono de Inventario, donde rara vez se usa la primera persona y donde los alardes estilísticos se suprimen en favor de la eficacia narrativa. Si para Ortega y Gasset la claridad es la cortesía del filósofo, para Pacheco es la obligación del cronista.

la historia que antecedió al golpe de Estado en Chile, el calvario de Sacco y Vanzetti o la ascensión y caída de Vicente Guerrero, Ibargüengoitia ofrecía exclusivas de su vida privada y transformaba a sus tías de Guanajuato en celebridades noticiosas. En forma brillante, ambos registros establecieron polos complementarios del nuevo periodismo mexicano.

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Pacheco apostó por un punto de vista a medio camino entre la crónica y el ensayo. Para Alfonso Reyes, el ensayo representa el “centauro de los géneros”, una criatura dual, hecha de ideas y aconteceres. Jinete de sí mismo, es un comentarista que relata, que piensa al cabalgar. Pacheco amplía estos atributos e incluye las exigencias del momento: en su caso, la mirada de Sagitario depende del paisaje que recorre semanalmente. […] El periodista debe cumplir con un riguroso número de caracteres y satisfacer requisitos de interrogatorio judicial: quién, qué, cómo, cuándo, dónde.

El autor de Inventario fue ensayista desde el periodismo, lo cual equivale a decir que logró que la erudición pactara con los favores de la claridad y los imperativos de la hora.

Sabemos, por Roland Barthes, que la persona que firma un texto no es la misma que lo cuenta. Autor y narrador son categorías distintas. JEP se postuló como una voz que podría parecer contradictoria: fue un proselitista discreto. Sin exhibirse a sí mismo, exhibía sus convicciones; se borraba como autor para fortalecerse como narrador.

Editorial Era publicó en 2017 una antología en tres tomos del caudaloso Inventario. Más de dos mil páginas resumen la enciclopédica contribución de Pacheco, que en caso de publicarse completa requeriría de unos doce tomos. 

Pacheco era célebre por su modestia, contradicción reforzada por otra ambivalencia: no concedía entrevistas, pero dialogaba durante horas con quienes asistían a sus multitudinarias conferencias. En su espléndida semblanza de Chesterton, publicada en el “Inventario” del 2 de junio de 1974, hizo un retrato indirecto de sí mismo. Maestro de las paradojas, el autor de "El hombre que fue jueves" dejó esta frase sobre la inutilidad de las noticias: “El periodismo consiste esencialmente en decir ‘Lord Jones ha muerto’ a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo”. Después de desacreditar la importancia del género, Chesterton lo ejerció con pasión. Pacheco dice de él: “con la más sincera modestia se definía como ‘a jolly journalist’ ”; el periódico le parecía “una escuela de trabajo y humildad […] la mayor obra publicada anónimamente desde que se erigieron las grandes catedrales cristianas”.

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No es común asociar a Pacheco con el católico e irónico Chesterton, extraño caso de conservador liberal. Sin embargo, ambos entienden el periodismo como una tarea colectiva y anónima, redactan con la sutileza de quien incorpora su voz al coro sin pretender cambiar la melodía, conciben la Historia como un teatro del desastre y profesan un amor mundi que les permite celebrar la naturaleza, ciertas calles, algún atardecer y la literatura. Por último, se di rigen a un lector marcado por una nobleza vulnerable, el ser común que bebe cerveza.

Si el estilo ensayístico de Octavio Paz es el de quien deletrea el mundo desde su balcón con luminosa contundencia, sin pedir auxilio a las voces con las que dialoga y que rara vez llegan a sus páginas en forma de citas, José Emilio Pacheco es su contrafigura ensayística, el escribano que anuda los cabos sueltos de la tradición y se reconoce deudor de infinitos predecesores. En este sentido, “Inventario” representa la más dilatada muestra de cortesía en la literatura del idioma.

Con inaudita generosidad, Pacheco se ocupó del trabajo de los otros. Fue amanuense de Juan José Arreola, prodigioso orfebre verbal que le dictó "Bestiario", y Fernando Benítez no publicaba un libro sin someterlo a sus correcciones. Su rigor en este territorio alcanzó rango mítico: “Ver a José Emilio corregir un texto es asistir a un campo de batalla”, comentó Carlos Monsiváis.

Cartelera de ECN sobre evento de José Emilio Pacheco.

Cartelera de ECN sobre evento de José Emilio Pacheco.

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