
Beatriz Zavala, quien hasta hace apenas unas horas era una distinguida integrante del gabinete presidencial, ha seguido fidelísima una de las tradiciones de su tierra y como trovadora en fiesta de vaquería, entornó los ojos como hubiera hecho Alma Reed y se dispuso a cumplir su destino de abandono y olvido por no prevenirse contra la inicua costumbre de su tierra: el cultivo.
La señora Zavala, quien tiene en lo personal un trato elegante e inteligente, cometió un error cuya naturaleza es por otra parte una virtud: serle fiel a quienes le habían sido fieles.
Por esa razón llenó la Secretaría de Desarrollo Social con puros compañeros y coterráneos, hasta convertir el Paseo de la Reforma en una sucursal del Paseo Montejo. El resultado fue un desastre. No le sabían ni siquiera llevar una agenda puntual.
“También en mi camino la nube blanca vi —decía Antonio Mediz Bolio en los versos a los cuales les puso música Guty Cárdenas—; también escuché el canto, pobrecito de mí.”
Y así con esas letras encamina sus errancias la “Caminante del Mayab” a quien para colmo de desventuras se le vino encima la inundación de Tabasco donde el gobierno de la República ha contrastado en notoria desventaja con el de Andrés Granier, convertido en un personaje nacional casi comparable —con las debidas proporciones—, con el Rudolf Giulianni de los días del 11-S.
Sin embargo en la política no hay derrotas totales. No cuando se ha llegado a la hoy retirada posición gracias al auxilio partidario ofrecido a Felipe Calderón en momentos decisivos, pues fue Yucatán uno de los lugares de importancia para lograr la nominación panista sin la cual no hubiera habido presidencia republicana.
Esos servicios los pagó Calderón de manera sobrada con darle la oportunidad de manejar una cartera importantísima en el gabinete, pues de ella depende la fidelidad de la clientela electoral del PAN fuera de sus tradicionales e insuficientes apoyos en las clases medias, aun cuando la secretaría misma, como ya ha dicho Manlio Fabio Beltrones, sea una especie de elefante blanco alimentado en el costoso pajar de la propaganda oficial.
A los pocos días del comienzo del gobierno tuve oportunidad de charlar con la señora Zavala. Se estaba extinguiendo el escándalo por el “tortillazo” inaugural y me contó mil y un preocupaciones por desarrollar acciones en favor del abasto popular.
“Un gobierno con el 0.56 por ciento de ventaja electoral no aguanta dos tortillazos”, le dije. Quizá asintió sin conceder, pero asintió.
Mas posiblemente por la coincidencia de propósitos con la Secretaría de Economía o los estorbos propios de todo trabajo en equipo donde se trata de conquistar las glorias de Los Pinos y después dar resultados, pero en esas condiciones se llegó a las inundaciones y el “gasolinazo” sin verla avanzar en la carrera, sin definir un rumbo, sin conocer un destino.
Pero todos esos asuntos no pesan cuando se trata de levantar a los heridos del campo de batalla.
Para eso —no faltaba más— está “El” partido, como una cartera más en la lista en los ministerios (o secretarías) del gobierno federal, pues con este desplazamiento del gabinete quedan muy en claro dos cosas: el PAN es tan ordenado y generoso como la patria a cuya construcción con esas características nos convoca desde su fundación.
Y la segunda: es el lugar donde cabe hasta el jarrón chino cuyo sitio en la casa nadie halla.
—¿Qué hacemos con Germán? Mándalo al PAN
—¿Qué hacemos con Beatriz? Mándala al PAN. No importa si uno se va precedido por una auto promovida fama de eficacia y la otra camina con el aura de la ineptitud. Al fin la sede panista, por algo será; está enfrente de la vieja embotelladora de los refrescos “Jarritos”.
Como a los del dicho, todo les cabe, sabiéndolo acomodar.
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