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Pero si queremos avanzar con buen rumbo al futuro, debemos voltear a ver al pasado con sus luces y sombras y sobre todo ir por la senda de la equidad, para no repetir errores como la desigualdad social, añade el arqueólogo y Premio Nacional de Artes y Literatura, Leonardo López Luján

“No debemos idealizar el pasado, porque las sociedades siempre son imperfectas y cometen errores”

Entrevista. Leonardo López dijo sentirse alegre con el premio, “porque es el máximo galardón al cual puede aspirar un científico social como yo”. (Archivo)

Si queremos avanzar con buen rumbo al futuro, debemos voltear a ver pasado con sus luces y sombras. Es una ventana que muestra nuestros grandes problemas como la desigualdad social que sigue sin solución y quienes más la sufren son los pueblos originarios, señala Leonardo López Luján.

En entrevista, tras ser galardonado con el Premio Nacional de Artes y Literatura en el campo de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía, el arqueólogo señala que en ese mirar de dónde venimos, hay algo importante: “No podemos idealizar el pasado, porque las sociedades siempre son imperfectas y cometen errores. Esto nos debe ayudar a no repetirlos”.

El también Premio Crónica añade que, para corregir el rumbo de esa desigualdad social contra los pueblos indígenas, “debemos revalorados y, sobre todo, como decía mi padre: No tratarlos como seres infantiles, como menores de edad, sino darles a ellos la oportunidad de decidir”.

En este punto, el arqueólogo recordó que el primero de enero de 1994 fue un parteaguas con la aparición del Movimiento Zapatista y “nos hizo ver que México no era un país monolítico y que no todos éramos descendientes de los mexicas, como lo decía el libro de texto gratuito, sino que México es un país plurilingüistico y multicultural”.

¿Leonardo, un premio que se une en una semana al Princesa de Asturias otorgado al Museo Nacional de Antropología y Graciela Iturbide, también por el tema de lo prehispánico?

Muy contento. Se juntaron estos dos premios mayúsculos otorgadas a nuestro país Y los dos tienen en común el galardonar a una magnífica fotógrafa y una espléndida institución que han dedicado su trabajo e historia al México indígena del pasado y presente, a poner en realce la tradición de los pueblos originarios, tan vigorosa en la actualidad y que nos enorgullece a todos los mexicanos.

Una tradición nacional que se une, obviamente, a otra tradición que tenemos como es la europea. Entonces, son estas dos grandes corrientes hacen sumamente rico al país a nivel social y cultural.

¿Este premio a la arqueología y los otros muestran que debemos voltear a ver nuestras raíces, porque ahí está un mejor futuro?

Sabemos que, para avanzar con buen rumbo hacia el futuro, siempre hay que echar un ojo a nuestro pasado, porque es el que nos proyecta con sus luces y sus sombras.

Porque hay algo importante: el pasado no se puede idealizar, las sociedades siempre son imperfectas y cometen errores. Entonces, el objetivo con estas luces y sombras que se proyectan, es tratar de imitar lo benéfico y evitar lo que no lo es. Porque no debemos repetir los mismos errores ni solo buscar la virtuosidad de nuestros ancestros.

Y en ese sentido, debemos volver al pasado y mirar a nuestros dos grandes flujos culturales: Por un lado, a los pueblos originarios y recordemos ese gran parteaguas que fue el 1 de enero de 1994, con la aparición del Movimiento Zapatista que nos hizo ver que México no era un país monolítico y no todos éramos descendientes de los mexicas, como lo decía el libro de texto gratuito, sino que somos un país plurilingüistico y multicultural.

A partir de ese momento, con el Movimiento Zapatista reconocemos que México es un mosaico, en el cual a veces decimos los indígenas o los pueblos originarios, pero en realidad son muchísimas etnias con las lenguas que hablan y eso hay que reconocerlo y valorarlo.

Por otro lado, no hay que perder la perspectiva de que también tenemos una herencia muy vigorosa que viene Europa, pero no únicamente de España, se trata de una herencia de varios países europeos y otros del viejo continente.

Y además hay otro ingrediente que ahora se está comenzando a valorar y son los afrodescendientes. Aunque es un flujo menor, también es importante porque es la presencia de las culturas africanas que llegaron al país, después de la Conquista española.

¿Con todo esto, como ves un próximo cambio en México?

Bueno, hay mucho por hacer con nuestros problemas que enfrentamos actualmente, tanto los de coyuntura, como los de largo plazo.

Para resolverlos mejor requerimos precisamente voltear al pasado y revalorarlo, pero sobre todo ir por la senda de la equidad. Uno de los grandes problemas que ha tiene este país y sigue teniendo, es la desigualdad social.

Debemos atacar este problema de raíz para que todos los mexicanos tengamos oportunidad de desarrollarnos en las mejores circunstancias. Podemos ver que en algunos sentidos se está atacando este problema y, en otros, obviamente hay que reforzarlo para que nuestra sociedad ofrezca oportunidades para todos. En este sentido, nos queda claro que las poblaciones indígenas son las más desprotegidas y las que tienen que ser revaloradas y, sobre todo, lo que decía mi padre, Alfredo López Austin: “No tratarlos como seres infantiles, como menores de edad, de manera paternalista, sino darles la oportunidad de decidir”.

Entonces, ellos deben decidir lo que desean para su futuro y, para esto, los indígenas deben tener un papel protagónico en este país, que nunca lo han tenido.

Por ejemplo, que tengan una buena representación en la Cámara de Diputados y en la de Senadores.  Eso sería realmente maravilloso, porque tomarían la palabra y presentarían sus propuestas y las votarían.

¿Leonardo, cómo recibes el premio?

Lo recibo con particular alegría, porque que es el máximo galardón al cual puede aspirar un científico social como yo y por eso me llena particularmente de emoción, porque, además, hace unos años, en 2020, poco antes de morir, lo había recibido mi padre.

Te debo decir que es un premio, obviamente al individuo, pero también a la arqueología mexicana y, aunque no es el primero, porque la arqueología mexicana es de clase mundial, muchos grandes arqueólogos los recibieron como el célebre Alfonso Caso, que fue el primero; luego, Ignacio Bernal; le siguió Román Piña Chán y sin duda mi queridísimo maestro Eduardo Matos Moctezuma.

Entonces este es el quinto rayo que cae dentro de la disciplina de la arqueología y, por otro lado, hay otra dimensión que mencionabas hace rato y habría que tomar en cuenta que son los egresados de nuestra queridísima Alma mater, la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), que ya tiene 12 premiados: Ignacio Bernal, arqueólogo; Santiago Genovés- antropólogo físico; Pablo González Casanova,  historiador; Rodolfo Stavenhagen,  antropólogo social; Román Piña Chán, arqueólogo; Eduardo Matos Moctezuma,  arqueólogo; Margarita Nolasco,  antropóloga social; Antonio García de León,  lingüista; Salomón Nahmad, antropólogo social; Roger Bartra, antropólogo social; Teresa Rojas, antropóloga social; y ahora el de quien habla.

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