Cultura

La novela ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2020 guarda entre sus letras la realidad de la vida nocturna

La resignificación de la prostitución en “Las malas” de Camila Sosa

Camila Sosa Villada es la autora de la novela Las malas (publicada por la Editorial Planeta), misma que llegó a México tras su gran éxito al ser la ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz en el año 2020 —galardón que dota de 10 mil dólares a una novela escrita en español por alguna mujer— y ser la primera mujer trans en recibirlo.

Las malas | Camila Sosa Villada (Cortesía)

Si bien la autora ya contaba con una larga trayectoria de libros tras de sí, fue Las malas la que la acercó a lectoras y lectores mexicanos, quienes redescubrieron en sus letras una crudeza, honestidad y realidad latente no sólo en México, sino en toda Latinoamérica.

La novela, entre muchos otros temas, acerca la mirada al mundo de la prostitución. No a esa idea preconcebida del libertinaje, el dinero “fácil” y el glamour nocturno. No. Camila ahonda en lo escabroso, en el cuerpo como glorieta de desaparecidos, allí donde el dolor se muestra y resalta pero nadie parece verlo. Desde el inicio, la escritura presenta la prostitución como punto de encuentro en El Parque, sitio en Córdoba donde Camila y otras travestis se reunían para lucrar con su cuerpo ya que “era lo único que teníamos, nuestra herramienta de trabajo”. Queda claro que se trata de un destino impuesto y no elegido.

La obra salta en el tiempo, permitiendo develar el pasado, el presente y el porvenir de la protagonista, quien en su infancia fue reconocida como Cristian Omar, un niño “demasiado afeminado”, como ella misma lo reconocería después, y que cuando oraba lo que más pedía era despertar en el cuerpo de la mujer que tan fervientemente sentía ser. El padre de ese niño que siempre fue niña la sentenció: “Algún día tocarán la puerta para decirme que te encontraron en una zanja”. Y lo cierto es que, estadísticamente, era un final muy posible. Pero Camila encontró una hermandad en las travestis del Parque, una comunidad de sobrevivientes que se sostenían unas a otras entre la violencia, la persecución y la marginalidad.

La prostitución llega después, como una manera de guardar un secreto. Cuando los policías de su pueblo la subieron travestida y le dijeron que, o tenía intimidad con todos ellos, o su padre se enteraría. Su primera vez fue con tres hombres que se turnaron. Entonces entendió que ese era el destino que quizá le depararía. “Sin la prostitución el mundo sería un universo de negritud”, señala en una de sus páginas, no como glorificación del oficio, sino como testimonio de una realidad donde el cuerpo se convierte en única herramienta de resistencia.

La prostitución en Las malas se muestra como consecuencia directa del rechazo social. No es la elección libre de una mujer empoderada, sino el resultado de un sistema que niega a las personas trans el derecho a la educación, al trabajo digno y a la vivienda. Es el refugio forzado de quienes han sido expulsadas de todos los espacios de pertenencia. En ese sentido, la novela de Camila no romantiza la prostitución, sino que la desnuda: la exhibe como una estructura social donde la marginalidad, el deseo y la violencia se entrelazan.

A través de su escritura, Sosa Villada logra resignificar la prostitución: ya no como un acto de degradación, sino como una forma de supervivencia, de identidad y de comunidad. En Las malas, las travestis del parque son diosas y madres, brujas y santas, mujeres que han sido empujadas al margen, pero que desde ahí construyen su propio universo de ternura y poder.

La novela no pretende redimir la prostitución, sino cuestionar por qué tantas mujeres —trans, pobres, racializadas— encuentran en ella la única salida posible. Y esa es quizá su mayor fuerza: mostrarnos que el verdadero pecado no es vender el cuerpo, sino vivir en un mundo que no ofrece alternativas a quienes se atreven a ser diferentes.

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