
Más que su obra pictórica o literaria, más que el sueño por construir una ciudad utópica de las artes y el conocimiento con el nombre de Olinka, la “creación más ambiciosa” de Gerardo Murillo, Dr. Atl, fue “la construcción de su propio personaje”, consideró el arquitecto Felipe Leal, miembro de El Colegio Nacional, durante el homenaje organizado por la institución con motivo del 150 aniversario del natalicio del artista.
Antes de la inauguración de la exposición Dr. Atl. Éste es mi verdadero nombre, en el Aula Mayor de la institución se llevó a cabo la mesa "Ciento cincuenta años del natalicio de Gerardo Murillo ‘Dr. Atl‘“, coordinada por Leal y por el también colegiado Christopher Domínguez Michael, con la participación de la crítica y curadora Miriam Kaiser, quien repasó la vida del creador y vulcanólogo.
“Diversos investigadores coinciden, y lo hemos escuchado en varios textos, en que para el Dr. Atl, su creación más ambiciosa era la construcción de su propio personaje, quizá lo que más le interesaba, además de ser un extraordinario pintor, era ser un fuera de serie”, señaló el arquitecto Leal.
Gerardo Murillo “construyó una imagen con mezcla de hechos reales, de fantasías, de verdades a medias, múltiples exageraciones e increíbles ficciones: mostró en cada una de sus facetas una enorme imaginación y siempre era un ser fantasioso, siempre estaba envuelto de imaginación. Sin duda, poseía un don innato de liderazgo, porque sí fue un líder”, agregó.
Después de referirse al sueño que significó Olinka para el artista, el colegiado se refirió a las razones que llevaron al Dr. Atl a abandonar El Colegio Nacional, institución a la que ingresó en 1951, pero a la que renunció apenas un mes después: “Él presenta una carta a José Luis Martínez, que era entonces el secretario administrador de El Colegio Nacional, en 51”.
Le dice: “muy estimado señor y amigo, la devolución de una carta que El Colegio Nacional envió a mi taller con un nombre que no es el mío, la considero justificada y me parece pertinente enviar a usted alguna nota a propósito de mi verdadero nombre, las que encontrará usted adjuntas a esta carta. Y en esa carta dice: ‘mi verdadero nombre es Atl, porque me han pasado lista en varias ocasiones en las sesiones de El Colegio Nacional y me pasaban lista por Gerardo Murillo’, y pues le hablaban a la virgen”.
“Al cabo de varios pasos de lista a nombre de Gerardo Murillo, entonces manda una carta diciendo que, por favor, que Gerardo Murillo murió en una explosión atómica hace 20 años y que el que está ahí presente es el doctor Atl. El otro señor se murió, imagínense, en una explosión atómica”, relató.
A decir de Leal, el nombre de Dr. Atl fue asumido por el artista después de sufrir una tempestad a bordo de un barco, que estuvo a punto de naufragar: “Él dice que eso se debe a que vuelve a nacer con el nombre de Atl, que es agua, y a partir de ese momento pide ser reconocido así”. En tanto, el título de doctor se lo asignó el poeta Leopoldo Lugones, ”por todos los conocimientos que poseía, porque les daba lecciones de todo y le dice ‘tú eres un doctor en muchísimas disciplinas, tú no eres Atl, eres el Dr. Atl’, eso se lo puso Lugones”.
Sin el lugar que merece
Para el crítico Christopher Domínguez Michael, miembro de El Colegio Nacional, Gerardo Murillo Dr. Atl fue una figura “polifacética” que abarcó no sólo la pintura, la aventura utópica, el cuento, las memorias, la novela, la vida política, el análisis de la vida mundial “inclusive llanamente la politiquería” y tuvo una colorida vida amorosa, pero al “que no le hemos dado el lugar que merece por el tamaño que tuvo”.
“Esquivo, estuvo en este Colegio Nacional y se fue porque no le gustó. Nosotros lo traemos un poco a fuerzas este día de hoy para festejar sus 150 años de nacimiento. Para entender al doctor Atl debo hablar más que de literatura, de historia estética un poco, y un poco también de historia política. El doctor Atl forma parte muy clara de la vanguardia de principios del siglo XX”.
Antes que nada, dijo el colegiado, fue un “maestro y pedagogo”. La principal lección que sacó de la vanguardia “fue la idea utilitaria de que el arte debía hacerse en beneficio de la humanidad y cuando regresa a México (después de viajar a Europa) en plena Revolución mexicana, en la que tuvo una muy activa participación, considera —junto con su hermano-enemigo que es, de alguna manera José Vasconcelos— que ese baño de sangre tiene que redimirse mediante la creación artística y la educación del pueblo”.
Con Gerardo Murillo, sin embargo, existía un detalle: “era un hombre tan loco en el sentido admirativo de la palabra que sus enseñanzas dejaban de ser tradicionales. Él había participado en los esfuerzos educativos de Justo Sierra y después en los de Vasconcelos y aún en los posteriores. El doctor Atl, de alguna manera, nos enseña que la Revolución Mexicana no fue esa gran ruptura que creemos o que nos hizo creer la historia oficial del siglo pasado”.
Literariamente, agregó Domínguez Michael, “es un autor muy desigual. Era un hombre de pluma fácil, le era fácil escribir, y escribía muy bien o escribía muy mal. Él escribió muchos cuentos, que tituló genéricamente Cuentos de todos colores, que reflejan esta ambigüedad que hay en Atl: por un lado es muy moderno, y por otro lado no ve mal las formas tradicionales de expresión. Sus cuentos son generalmente estampas costumbristas de la vida urbana o de la vida rural”.
En su intervención, la curadora y crítica Miriam Kayser optó por hacer un doble homenaje: al Dr. Atl y a su biógrafo, Arturo Casado Navarro, quien en 1984 publicó una biografía del artista, editada por la UNAM: “Creo que es pertinente conocer esta voz, aunque sea una mínima parte de esta espléndida investigación realizada por un hombre que falleció un poco después. Por ello, me permito rendir también un homenaje a Arturo Casado Navarro por medio de su libro sobre el doctor Atl”.
A partir de la biografía de Casado, Kayser contó que en 1896, Gerardo Murilllo decide ir a Europa “sin un centavo y a la buena de Dios. Indudablemente el hecho de irse a Europa con escaso dinero era en sí una aventura. No hemos de olvidar lo que dice su biógrafo, tuvo la fortuna de encontrar un admirador y una ayuda en el arqueólogo Leopoldo Batres”.
A su regreso de Europa, llega Guadalajara, donde se encuentra un grupo sólido de artistas, entre ellos Carlos Orozco Romero quien diría que el movimiento de la revolución pictórica en México la inició el Dr. Atl en Guadalajara antes que en México. Por esas fechas también “realiza varias ascensiones a los volcanes permaneciendo en las alturas, en una ocasión durante cuatro meses aguantando fuertes heladas”.
Kayser recordó que el año de 1921 estuvo marcado para el artista por el tórrido romance que vivió con Carmen Mondragón, ese año también, “prepara y publica la primera edición de Las artes populares en México, bajo los auspicios de Alberto J. Pani. Por varios años, el doctor Atl animó iniciativas en favor de las artesanías mexicanas”.
Pero lo que sin duda lo marcó, fue el fulgurante romance con Nahui Olin. “El uno cambió su nombre por Atl y la otra por el también náhuatl de Nahui Olin. Esta mujer colaboró con algún material para ilustrar el libro de las artes populares. El doctor Atl no era ningún jovencito, sino un hombre de 45 años, y la amante no era ya una espiritual adolescente, sino una persona sensual en extremo. En su diario señala una fecha con mayúsculas y con tinta roja. Esa fecha es el 27 de julio de 1921 y es ese día en que conoce a Nahui Olin, el amor más intenso y terrible que ha vivido en su vida”.
La inauguración de la exposición Dr. Atl: éste es mi verdadero nombre y la mesa redonda “Ciento cincuenta años del natalicio de Gerardo Murillo ‘Dr. Atl’”, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.