
Beatriz González (Colombia 1932) es revisada por Natalia Gutiérrez Montes y Cuauhtémoc Medina en su primera exposición monográfica en México.
González ha reunido un archivo de fotos y notas mediáticas para hacer ingeniosas reflexiones sobre la pérdida de aura expresiva y significado de imágenes sobre política, violencia, muerte, cotidianidad y corrupción en Colombia; proceder que anticipa en el icónico óleo, Los Suicidas del Sisga, 1965, el Análisis Mimético de Fernando Bryce.
Sí Elaine Sturtevant (1924-2014), exploró repetición y originalidad o Sherrie Levine indaga el límite entre diferencias —ambas al apropiarse arte masculino— así como autoría y reproductibilidad en las apropiaciones de Richard Prince; Beatriz González, al simplificar y aplanar como vitral arte “universal”, (Vermeer, Picasso, Manet, Velásquez, da Vinci, Rafael, etc.) activa un efecto poscolonial al hacer un Anti-Pop Art del Sur, dicho por Medina, quien subraya el gesto en González como interacción afectiva entre los cuerpos.
González anticipa la tensión entre ejecución y representación pictórica de Luc Tuymans y a pintoras como Lynette Yiadom-Boakye, Ana Segovia o Aliza Nisenbaum; sin embargo, aun telones como Decoración de Interiores, 1981 o Guerra y Paz, ambos 2022, generan desde su refinada ironía y sutileza formal cierto desapego crítico, ¿El arte sociopolítico tiene que ser enérgico y contundente?, como Faith Ringgold, Leon Golub (1922-2004) o la antítesis de González, Débora Arango (1907-2005), pintora colombiana de gran crudeza, franquez que llega a pintoras actuales como como Dana Schutz o Nicole Eisenman; ¿Gonzáles alcanza la perturbadora sutileza política de Reunión con un Círculo Rojo, 1973, pintura de Jacobo Borges, colección del MAM, México?.
Es paradójico y lamentable que Beatriz González creó arte en resistencia al primer mundo y esta curaduría no ponga en contexto su notable pertinencia global.
@artgenetic
Copyright © 2024 La Crónica de Hoy .