Cultura

Fábula de Narciso y Ariadna, de Gabriel Zaid

El próximo 12 de septiembre a las 18 horas se presentará de forma virtual   "Poemas traducidos", por lo que El Colegio Nacional nos comparte este fragmento de una de las obras compiladas

el colegio nacional 

Gabriel Zaid.

Gabriel Zaid.

Poemas traducidos (El Colegio Nacional, 2022) es un volumen de Gabriel Zaid que reúne poemas que el colegiado ha traducido y composiciones suyas traducidas a distintos idiomas. A propósito de la presentación virtual de la obra, que se realizará mañana 12 de septiembre a las 18 horas, compartimos con los lectores de Crónica el fragmento de un poema de Zaid recopilado en el libro.

                                               ***

FÁBULA DE NARCISO Y ARIADNA

                                              Al Pequeño Larousse Ilustrado

(Fragmento)

A ti, pequeño entre las ironías

que escolares festejan y acarrean.

A ti, velero de lejanos días

por islas de papel que se voltean.

A tu felicidad de mar abierto

que, navegando, se olvidó del puerto.

1. Laberinto de espejos

Jardines universitarios, tarde melancólica. Narciso busca en un pesado diccionario. Desesperado, empieza a arrancar las hojas. Inspirado, las recoge: hace avioncitos de papel que va lanzando al aire. Desconsolado, al fin, se echa al césped de codos mientras pasa una nube: nueva promesa y nuevo desconsuelo.

        Eran ya de la fiebre las finales

páginas que presienten su derrota,

cuando da el diccionario horizontales

decepciones filosas y alborota

una impaciencia comunicativa

de kilogramo en peso de misiva.

          Por la izquierda y en venas puntiagudas

diminutas estrellas transitaban

despiertas por aquello de las dudas

aunque de puro sueño parpadeaban

hasta punzar las yemas si en bostezo

graves caían por su propio peso.

            Paralelas subían a las sienes

breves iras en láminas delgadas,

desbordamiento amargo de dos trenes

que cuesta arriba trepan las quijadas

si en el venero doble del que nacen

presión en fila los convoyes hacen.

              ¡Qué sabio en espirales es el gato

buscando el lado del ratón ya muerto!

¡Qué argucia rebanar el pan y el dato!

¡Qué verdad amistosa para el tuerto!

Adámica malicia, lateral

tentación de diluvio universal.

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"Algunas campañas", de Octavio Paz (fragmento)

el colegio nacional
Octavio Paz falleció el 19 de abril de 1998.

               El escolar amante no comprende

la verdad de perfil tan manifiesta.

Pide razones de la voz que atiende,

encarcelando el corazón en fiesta.

Flores de ves, sus manos, se acongoja

buscando en ves que tienen vuelta de hoja.

              Aparece una pista, sin embargo.

Un presagio de nube que desliza

índice y medio, esquís, aunque a lo largo

el despegue impotente se eterniza

y fracasa en el vuelo que quisiera,

alternamente, sobre su ladera.

               Alterna duda, pertinacia alterna

que en un tacto nostálgico persiste;

cuestionario redondo, flor eterna,

presagio que en los dedos entendiste,

arrancando, sí, no, dudas cuadradas

en sucesión al viento abandonadas…

             Pero de pronto el rostro se ilumina

descargando el presagio por un trueno

y a recoger las hojas se encamina

dáctil urgencia de febril tungsteno

mientras palpitan aves en sus manos,

en pliegues de papel, en aeroplanos.

              Ya rápidos arranques, vuelos lacios,

espirales crecientes inauguran

rutas abriendo y enredando espacios

pero sus ves fugaces no perduran;

huidizos prefacios del instante

que se va de los dedos del amante.

             Vedlo ahora de codos y de bruces

en el césped, mirada cejijunta,

indagar indiscreto a todas luces,

sosteniendo en las palmas su pregunta

por el contorno de la nube sola

que de verse mirada se arrebola.

            Vedla pasar, doncella ensimismada,

mientras él desespera de su encuesta.

Ved cómo va nublando su mirada

la sombra de esta virgen sin respuesta.

Mas dejemos en esto a nuestro amigo

para que llegue el llanto sin testigo.

"Poemas traducidos", de Gabriel Zaid

2. Revelación

Un destello delata la puntera inminente de Narciso, que acecha el amanecer tras un árbol. Y así lo descubrimos al paso de Ariadna: Diana que lleva los albores en traílla, los hilos del suspiro por el que Narciso sale de su laberinto, aunque al suspiro grita sobre el agua de su repentina desconfianza, y se hunde.

             IBA UNA VEZ EL ALBA ALBOROZADA

por los festejos y hasta por las riñas

de lilas y violetas, disputada

en un balón minúsculo —de niñas—

cuyo estreno médico era senda

de no caer jamás, por no dar prenda.

             Retozaban los hilos del estreno,

destellos en jauría suscitando,

encabalgados, sí, mas con el freno

suelto al doblar sorpresas, y, doblando,

si décimas cerrando abriendo flores

vírgenes entre espinos ladradores.

             Noches en pie rodaban submarinas

y a ras del suelo —vértigo sin viaje—,

hipócritas en fila o peregrinas

damas de medio luto en el paisaje,

dominós erizados que los gallos

desterraban picados de desmayos.

             “Sigilo tras el árbol cada aurora,

que donaires tan tímidos postulas

porque temes a diario la invasora

sorpresa vegetal y capitulas,

niego de ti la luz de esta puntera

que equivoca la paz de tu bandera.”

              “Si bote del balón que de improviso

hilvana en punto el hilo que amanece,

es tu viatico diario y tu bautizo;

pero si firme pie, como parece,

es un acecho oculto de charol

que pisa descuidadamente el sol.”

              Al pisotón levísimo, en efecto,

la emoción del incógnito en impacto

atropella su pulso más recto

—él, que sabía teclear al tacto—

y ha enseñado la oreja con que escribe

su confesión de galgo detective...

Cartelera ECN.

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