
Este martes 15 de octubre, a las 18 h, en El Colegio Nacional realizará una lectura en atril y presentación de la nueva edición de Ifigenia cruel (El Colegio Nacional, 2024), de Alfonso Reyes. La actividad literaria estará a cargo del también colegiado Javier Garciadiego. Participarán los actores Antonio Rojas, Jorge Ávalos y Luisa Huertas, acompañados por el coro dirigido por Tania González, Alejandro Marín y Suriday Ugalde. En honor al autor, compartimos algunos fragmentos del libro, publicado originalmente en 1924.
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El mito y su tradición literaria
En 1908, antes de cumplir veinte años, Reyes había escrito el ensayo “Tres Electras del teatro ateniense”, en el que comparaba las versiones del mito de Esquilo, Eurípides y Sófocles. Quince años después decidió escribir ya no un ensayo esteticista, sino una poesía larga sobre la hermana de Electra, la trágica Ifigenia. En rigor, desde hacía varias generaciones toda la familia de ésta era trágica.
El que Reyes enfáticamente la llamara mi Ifigenia implicaba que ese poema tenía para él grandes significados. En primer lugar, identificaba a su propia familia con la de Ifigenia, [pues] tenía [una concepción muy particular] de la literatura griega, la que leía atentamente pero no con objetivos académicos, de erudito, sino para obtener placer intelectual y sabiduría vital. En este caso, el mito de Ifigenia le serviría para asimilar “completa e íntegramente las fuertes e intensas” experiencias familiares. A dicha actitud, Reyes la llamó “mi sabiduría griega”. ¿A qué experiencias se refería? [...] Se refería a la absurda muerte de su padre cuando encabezó el horrendo cuartelazo contra el presidente Madero; “al desvío del último instante” de aquel militar y político de vida antes tan fructífera; a que había sido azuzado por Rodolfo su hermano, cuando éste debió intentar apaciguarlo, y a su propia cobardía, al negarse a mediar entre su padre y el presidente Madero, quien le ofreció su libertad si lo convencía de retirarse de la política. [...] Sabía que su padre era parcialmente responsable de que el país se hubiera ensangrentado, con una gran cauda de destrucción y muertes, a causa del derrocamiento y el asesinato de Madero.
¿Por qué asociaba Reyes el mito de Ifigenia con su propia familia y con México? Este mito fue sobre todo definido en dos obras de Eurípides, Ifigenia en Áulide e Ifigenia entre los tauros. A pesar de que los títulos tengan el nombre de su protagonista, el mito no es ni individual ni personal: es un mito colectivo, grupal, de toda la familia de Ifigenia. Al margen de diferencias menores, éste principia con un enojo humanoide y simplón de Artemisa, diosa de la caza, quien se encolerizó porque Agamenón, rey de Micenas, había dado muerte a una cierva en un coto de caza propiedad de los dioses. Para vengarse de tal afrenta, tiempo después la diosa impidió que hubiera vientos favorables para la flota griega encabezada por el mismo Agamenón, la que en lugar de zarpar hacia Troya quedó varada temporalmente en el puerto de Áulide, en Beocia. Consultado el adivino Calcas, aseguró que sólo gozarían de buenos vientos si Agamenón sacrificaba a su hija Ifigenia. Presionado por los muchos jefes militares griegos, y consciente de que en buena medida él era el responsable de la situación, éste entregó a su hija al martirio.
Sin embargo, antes de que la princesa sufriera la cuchillada fatal, la diosa Artemisa, satisfecha con la dolorosísima aceptación de Agamenón, suplantó a Ifigenia por una cierva y la llevó al puerto de Táuride, [...] para que oficiara como la sacerdotisa de un templo en honor de la propia diosa. El destino de Ifigenia seguiría siendo trágico, pues fue hecha responsable de sacrificar a todos los extranjeros que tuvieran a desdicha de recalar en Táuride. Para colmo, su salvamento por la diosa no fue plenamente visto por los militares griegos que estaban presentes, incluyendo a su padre Agamenón, por lo que no se supo que había sobrevivido.
Mientras Ifigenia cumplía su cruel sacerdocio, Agamenón y los griegos triunfaban en Troya, luego de diez años de guerra. Al volver a Micenas, Agamenón fue asesinado por su esposa Clitemnestra y su amante Egisto —por cierto, primo de Agamenón—. En rigor, ésta odiaba a su marido porque lo suponía el asesino de la hija de ambos; peor aún: porque la había engañado e involucrado en el crimen. En efecto, Agamenón le había mandado decir que preparara a Ifigenia como novia y la enviara de Micenas a Áulide para que fuera desposada por Aquiles, sin duda el más atractivo entre los jóvenes generales griegos, antes de que zarparan a la costa troyana. Obviamente, Clitemnestra ignoraba la intervención salvadora de Artemisa y la conversión de su hija en sacerdotisa de un templo sanguinario.
Luego, Orestes, joven hermano de Ifigenia, asesinó a su madre para vengar a su padre, con la colaboración de su otra hermana, Electra. Para expiar tan deleznable crimen, el dios Apolo le ordenó, a través del oráculo de Delfos, que fuera a Táuride, robara la estatua de la diosa que allí se veneraba y la llevara a Micenas.Para su desgracia, Orestes fue aprehendido al desembarcar y presentado ante la sacerdotisa. Por fortuna, durante el interrogatorio éste e Ifigenia se reconocieron como hermanos y Orestes la convenció de que regresara con él —y con la estatua de Artemisa— a Micenas, que había quedado acéfala ante las muertes de Agamenón y Clitemnestra, y ante la huida del propio Orestes. Así, Ifigenia regresó a su patria, etimológicamente la tierra de sus padres, dando otra vez un buen final a tan horrendo drama, como había sucedido con su salvación en Áulide por la intervención de la diosa Artemisa.
El mito de la Ifigenia de Eurípides, dividido en su supuesto sacrificio y en su transformación en sacerdotisa asesina, fue retomado por Jean Racine y por Goethe, y luego por Alfonso Reyes. ¿Qué tan fiel fue el regiomontano a sus notables antecesores? ¿Cuáles fueron las características distintivas de su versión? Para comenzar, Reyes sólo se interesó en reescribir el segundo momento de Ifigenia, el del sacerdocio en Táuride. La Ifigenia de Reyes tiene tres particularidades: [...] perdió la memoria al llegar a Táuride, por lo que nada recordaba de su tierra, su familia y su pasado. No añoraba: al carecer de memoria, desconocía la nostalgia. Lo segundo, y más importante, es que, después de la anagnórisis lograda gracias a su reveladora conversación con su hermano Orestes, Ifigenia decidió no regresar con él a Micenas, [...] La tercera diferencia es que en la versión de Reyes no hubo un final feliz, si bien Ifigenia (y Reyes) alcanzaron algo mejor: la libertad. Acaso por esto la de Reyes era la favorita del filósofo español exiliado José Gaos.
"Pero soy como me hiciste, Diosa,
entre las líneas iguales de tus flancos:
como plomada de albañil segura,
y como tú; como una llama fría.
Sobre el eje de tu nariz recta,
nadie vio doblarse tus cejas,
ni plegarse los rinconcillos
inexorables de tu boca,
por donde huye un grito inacabable,
penetrado ya de silencio.
¿Quién acariciaría tu cuello,
demasiado robusto para asido en las manos;
superior a ese hueco mezquino de la palma
que es la medida del humano apetito?
¿Y para quién habías de desatar la equis
de tus brazos cintos y untados
como atroces ligas al tronco,
por entre los cuales puntean
los cuernecillos numerosos
de tu busto de hembra de cría?
¿Quién vio temblar nunca en tu vientre
el lucero azul de tu ombligo?
¿Quién vislumbró la boca hermética
de tus dos piernas verticales?
En torno a ti danzan los astros.
¡Ay del mundo si flaquearas, Diosa!
Y al cabo, lo que en ti más venero:
los pies, donde recibes la ofrenda
y donde tuve yo cuna y regazo;
los haces de dedos en compás
donde puede ampararse un hombre adulto;
las raíces por donde sorbes
las cubas rojas del sacrificio, a cada luna."
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