Cultura

"Rubén por nosotros" (fragmento), de Vicente Quirarte

Con motivo del centenario del nacimiento de Rubén Bonifaz Nuño, El Colegio Nacional presentará el libro en coedición, del cual nos ofrecen un fragmento · Se presentará el 15 de noviembre en la institución

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Rubén Bonifaz Nuño

Rubén Bonifaz Nuño

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Este 12 de noviembre se conmemora el centenario del nacimiento de Rubén Bonifaz Nuño, distinguido miembro de El Colegio Nacional. Para celebrar esta efeméride, el próximo 15 de noviembre, a las 18:00 h, se llevará a cabo la presentación del volumen titulado Rubén por nosotros (2023), una obra coeditada por El Colegio Nacional y otras destacadas editoriales. En este contexto, compartimos con los lectores de La Crónica de hoy un adelanto, escrito por Vicente Quirarte.

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El jueves 31 de enero de 2013 hacía en Nueva York un frío tan estimulante como insoportable. Al encender la computadora y entrar al correo me enteré de la noticia, no por esperada menos triste: Rubén Bonifaz Nuño había dejado de estar de manera tangible entre nosotros. Por fortuna, había que emprender tareas inmediatas por la vida: combatir el frío, comprar café, alimentar al animal que somos cada día. Dos elegías brotaron de manera inmediata, como oraciones laicas para quien en ese instante era el más presente de mis ausentes: la escrita por Carlos Pellicer a la muerte de José Vasconcelos. La de W.H. Auden al enterarse del fallecimiento de William Butler Yeats.

Rubén Bonifaz Nuño tuvo que despedir de esta vida a varios de sus hijos y hermanos por elección. Cuando le correspondió hablar de quienes lo antecedieron, lo hizo con sobriedad viril y eficaz brevedad en las palabras. Entonces no acudía al heroísmo de su buen humor: ese lo destinaba a curar las heridas en pudorosa soledad o en la cercanía de sus íntimos. A esa herencia suya me aproximo ante la certeza, cada día creciente, de no tenerlo más entre nosotros.

Para evocarlo nos fortalece el orgullo de haber disfrutado de una vida mayúscula que iluminó la existencia de los otros. Apenas comenzamos a sentir su ausencia porque sus palabras, su calor y su estoicismo siempre estuvieron y estarán con nosotros. La primera persona del plural no es una figura retórica: el poeta supo crear una falange de los hijos que no tuvo pero tiene. Forjó un nosotros solidario, alegre y poderoso. No hubiera querido para nosotros la tristeza. Al menos, no que la exhibiéramos. De manera natural y como si fuera una religión, creía en la patria y sus héroes verdaderos, esos que la sostienen en invisibles, poderosos andamios. Juárez y Bolívar le eran tan próximos como Catulo y Ulises. Creyó en el heroísmo y lo cultivó de manera natural en los actos diarios de su fecunda existencia.

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Rubén Bonifaz Nuño tuvo la cortesía de darnos tiempo para despedirnos lentamente de él. Desde hace varios años le dijo adiós a la vida y soportó con estoicismo la proximidad de la muerte, escribiéndole versos en un volumen muy mexicano y muy clásico, juguetón desde el título, Calacas. A uno de sus poemas me aproximo, en homenaje a mi maestro y para que la risa nos ayude a respirar, esa risa que tantas veces compartimos con él:

Ya ni la amuelas, Flaca: embistes

en guerra contra un montón de harapos.

La armazón me cariaste, entumes,

por ti apolilladas, mis bisagras;

Tapiaste mis vidrieras, sordos,

taponas mis abrevaderos,

paralizas mis malas pulgas.

Me alegro empero, propulsado

por las hélices del a.d.n.

al tacto me acojo, a las quincenas.

O ellas pasan: dan su olor a nardo.

Que en habiendo viejas y dinero,

Pinche Pelona, me das risa.

Rubén nos enseñó a reírnos de nosotros mismos y a no tomar la vida en serio precisamente porque la vida es una cosa tremendamente seria. Nos indicó el camino para leer detenidamente las tiras cómicas de Charlie Brown y por qué Schulz era un sabio observador de la conducta humana, particularmente de los niños. Snoopy y Woodstock —a quien Rubén prefería llamar en su traducción española de Plumita —, lo ayudaban a mantener la lealtad al infante que nunca dejó de ser, como cuando, en franca provocación vanguardista, en un happening relampagueante se paseaba por la Torre de Humanidades con un casco de piloto aviador.

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Por fortuna para la gran poesía que iba a labrar, el niño de pantalón de peto que en una fotografía tomada seguramente en el barrio de San Ángel ofrece íntegramente su sonrisa, creció para convertirse en el joven melancólico que se aferraba al barandal de la Escuela Preparatoria. Al encontrares con seres aún más amargos que él, seguramente brotó aquel poema estremecedor que generaciones sucesivas aprenden de memoria, y cuyo verso final “para los que están armados, escribo”, puede ser leído como manifiesto de admiración a los marginados, los que por no tener nada tienen todo.

*Miembro de El Colegio Nacional

Cartelera de El Colegio Nacional con motivo de la presentación del libro, el próximo 15 de noviembre.

Cartelera de El Colegio Nacional con motivo de la presentación del libro, el próximo 15 de noviembre.

ECN