
The New Eves irrumpen con un debut que parece surgir desde un lugar remoto en el tiempo. Su primer álbum, The New Eve is Rising, no busca complacer ni ajustarse al mercado. En cambio, se planta como un ritual sonoro donde lo femenino, lo natural y lo espiritual conviven en una misma invocación.
The New Eves: Reseña del disco The New Eve is Rising
La banda británica formada por Violet Farrer, Nina Winder-Lind, Kate Mager y Ella Oona Russell despliega un lenguaje musical que, aunque reconoce ciertas tradiciones, las resignifica desde un imaginario propio. Se percibe una clara influencia del folk británico, cercano a proyectos de los años sesenta como The Incredible String Band o Fairport Convention, pero también hay una crudeza y rebeldía que remite a la escena postpunk femenina de los ochenta.
Los pasajes instrumentales se sienten orgánicos y deliberadamente imperfectos. Las flautas, violines y percusiones no buscan la pulcritud técnica, generan una atmósfera densa, a veces onírica y otras profundamente terrenal. En esta alquimia sonora también resuenan ecos de Dead Can Dance, Cocorosie o incluso ciertas pulsiones poéticas de Kate Bush, aunque The New Eves parecen menos interesadas en lo individual que en lo colectivo.
El trabajo vocal es especialmente poderoso. En varias piezas, las voces se entrelazan en coros que parecen salidos de un bosque ceremonial. Otras veces, se abren paso a través de susurros, gritos contenidos o declaraciones poéticas que cuestionan las estructuras del poder patriarcal, las heridas heredadas y la desconexión con la tierra.
Más allá de lo musical, el disco construye una narrativa que se planta desde lo político sin necesidad de consignas explícitas. Las letras, aunque crípticas, hablan de liberacin, de renacimiento, de comunión con lo salvaje. Hay una voluntad de recuperar lo sagrado desde una perspectiva femenina y no domesticada, que recuerda al ecofeminismo espiritual de figuras como Monika Sjöö o a los textos de Mary Daly.
El álbum rehúye cualquier forma de complacencia. No está diseñado para playlists ni para escuchas distraídas. Exige tiempo, entrega, un tipo de atención que hoy escasea. Hay canciones que no siguen una estructura clara y que se despliegan como paisajes sonoros antes que como piezas pop. Esa libertad formal se convierte en una declaración estética en sí misma.
Canciones de The New Eves
Desde su primer aliento, el disco propone un relato. La apertura con The New Eve es un manifiesto y también una advertencia. Lo que sigue no será amable ni domesticado. La voz declamada habla desde un lugar de autonomía que no solicita permiso ni perdón.
Astrolabe, escrita en un acordeón de juguete, se arrastra hipnótica con un ritmo que parece extraído de un ritual marítimo. Highway Man reescribe el mito romántico del bandolero y lo devuelve desde la mirada de la mujer que cabalga sola, de noche, en una carretera vacía.
Volcano, que cierra el disco, contiene en su estructura expansiva una metáfora del proceso mismo de la banda. Su crecimiento lento, su acumulación de fuerza, su erupción final. Más que una canción, es un paisaje emocional.
Un debut aceptable, aunque no exento de riesgos
No todo en The New Eve is Rising resulta igual de contundente. Hacia la segunda mitad del álbum, algunas piezas repiten ciertos recursos hasta el punto de perder frescura. La atmósfera mística, tan poderosa en los primeros cortes, puede volverse predecible si no se alimenta de nuevas tensiones. En ciertos pasajes, la repetición de fórmulas narrativas y arreglos similares genera una sensación de estancamiento que contrasta con la fuerza del inicio.
Sin embargo, este pequeño desgaste no eclipsa la potencia general del proyecto. Lo que proponen The New Eves es necesario y singular.
The New Eve is Rising no es un disco para todos los públicos, pero sí un trabajo que se volverá indispensable para quienes buscan otra forma de habitar el sonido.