Escenario

El 23 de septiembre, Kendrick Lamar convirtió el Estadio GNP Seguros en un santuario del hip hop. Más de 60 mil asistentes vivieron un espectáculo que mezcló narrativa visual, potencia lírica y catarsis colectiva en la Ciudad de México

Kendrick Lamar conquista el Estadio GNP Seguros con una noche histórica para el rap en CDMX

Kendrick Lamar (Alan Mino)

La cita estaba marcada en el calendario desde hace meses: el Grand National Tour de Kendrick Lamar llegaba a la Ciudad de México, un encuentro esperado por miles de seguidores que han visto en su obra mucho más que música. La fecha, el 23 de septiembre, se convirtió en un hito para el rap en español y para la comunidad global que reconoce a Kendrick como uno de los grandes innovadores del género.

Las dudas sobre la venta de boletos parecían amenazar el entusiasmo semanas antes del concierto, con comentarios en redes sociales que especulaban sobre un estadio que no se llenaría por completo. Sin embargo, la realidad superó cualquier rumor: más de 60 mil personas abarrotaron el Estadio GNP Seguros, dispuestas a dejarse arrastrar por la intensidad de un artista que nunca se ha limitado a ofrecer solo música.

El ambiente comenzó a calentarse con la participación de Ca7riel & Paco Amoroso, dupla argentina que con su característico estilo eléctrico y sus beats desbordantes logró enganchar al público. Su energía en el escenario sirvió de antesala perfecta para el acto principal. A las 9:30 de la noche, las luces se apagaron y en las pantallas apareció la frase “wacced out murals”. En ese instante, los gritos estallaron, marcando la entrada de Kendrick Lamar.

Desde el primer minuto se percibió que el concierto no sería un recorrido convencional por su discografía. Más bien, estaba construido como un relato visual y sonoro, con pausas dramáticas, proyecciones simbólicas y una narrativa que acompañaba cada letra. Lo que en otro contexto habría sido solo un show en vivo, en este caso se transformó en un espectáculo conceptual donde cada detalle tenía un propósito.

Kendrick Lamar (Alan Mino)

Un setlist que repasó la historia del hip hop

El recorrido musical de la noche abarcó distintas etapas de la carrera de Lamar, permitiendo al público viajar a través de los álbumes que lo han convertido en referente global. Entre las canciones más celebradas estuvieron “N95”, “King Kunta”, “ELEMENT.”, así como temas más recientes como “tv off” y “euphoria”.

Uno de los momentos más electrizantes llegó con “Backseat Freestyle” y “m.A.A.d city”, esta última presentada en una versión sorprendente que incorporó la base de “Sweet Love” de Anita Baker. El resultado fue un contraste entre agresividad lírica y suavidad melódica que desató aplausos y gritos de admiración.

El estadio entero vibró con clásicos como “Swimming Pools (Drank)”, “DNA.” y el himno de resistencia “Alright”, interpretado con la fuerza de quien entiende el peso histórico de sus palabras. Pero el momento cúspide llegó cuando sonaron los acordes de “Not Like Us”, uno de los temas más polémicos y esperados de la gira. La canción, cargada de simbolismo cultural y político, se convirtió en un coro unánime que retumbó en cada rincón del recinto.

El encore no se quedó atrás. Con “luther”, “tv off” y “gloria”, Kendrick cerró el círculo narrativo de la noche. Cada tema reforzó la idea de que su espectáculo no es solo entretenimiento, sino una experiencia donde la música dialoga con temas de identidad, ego, fama y comunidad.

Lo que dejó la noche: catarsis, madurez y trascendencia

Si algo quedó claro en el Estadio GNP Seguros es que Kendrick Lamar se ha consolidado como un artista de dimensiones históricas. No importó que el concierto no fuera declarado oficialmente sold out; la energía del público y la entrega del rapero hicieron sentir como si el recinto estuviera a reventar. Cada verso fue coreado, cada silencio se convirtió en parte del espectáculo, y cada proyección visual reforzó la sensación de estar ante un ritual colectivo.

Lo más llamativo fue la manera en que el rapero construyó un vínculo con la audiencia sin necesidad de palabras excesivas. A diferencia de otros artistas que suelen dirigirse constantemente a su público, Kendrick optó por dejar que la música y los visuales hablasen por él. Entre canciones, se proyectaron escenas que mostraban interrogatorios simbólicos, reflexiones sobre la fama y cuestionamientos al poder. Todo ello funcionó como un complemento que profundizó en el discurso de sus letras.

En redes sociales, las imágenes y videos compartidos reflejaron la intensidad de la experiencia: rostros bañados en lágrimas, multitudes saltando al unísono y un sentimiento de comunión que trascendió la música. El rapero de Compton no solo ofreció un concierto, ofreció una declaración artística, un recordatorio de que el hip hop puede ser vehículo de catarsis y reflexión tanto como de fiesta y celebración.

El 23 de septiembre quedará registrado como una fecha clave en la relación de Kendrick Lamar con México. En una sola noche, el Estadio GNP Seguros se convirtió en templo del rap y del arte performativo, un espacio donde las barreras entre artista y público desaparecieron. Con este espectáculo, Kendrick no solo reafirmó su lugar como uno de los raperos más influyentes del mundo, sino que también demostró que su impacto trasciende listas de venta y números: lo esencial está en la experiencia compartida, en la memoria colectiva que se construyó verso tras verso.

La Ciudad de México, con su fervor único, fue testigo de un capítulo que difícilmente se repetirá con la misma intensidad. Para quienes asistieron, no fue solo un concierto: fue un recordatorio de por qué Kendrick Lamar sigue siendo considerado uno de los artistas más importantes del siglo XXI.

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