Escenario

‘Las aventuras de Enrique y Ana’: El cine infantil español de los 80

TICKET AL PASADO. “Este tipo de películas llevaban a los niños a fantasear, a pensar en temas familiares, de amistad”, dice nuestro especialista en una reflexión sobre este filme que le dejó una huella

séptimo arte

Fotograma de ‘Las aventuras de Enrique y Ana’.

Fotograma de ‘Las aventuras de Enrique y Ana’.

ESPECIAL

Con tantas películas en cartelera que van dedicadas al público infantil me resultó imposible no recordar una que en su momento marcó mi vida como cinéfilo, una cinta que tenía como protagonistas a dos cantantes españoles más populares de principios de la década de 1980, Enrique y Ana, quienes con sus temas habían conquistado la atención infantil y cuya popularidad les daba la oportunidad de hacer su propia película, la cual era básicamente un pretexto para meter canciones mientras se desarrollaba una disparatada aventura. Y, sobre todo, una que no hacía de los niños adultos chiquitos, ni a los adultos que interactúan con ellos, niñitos, algo muy común hoy en día.

Enrique (Enrique del Pozo) es profesor de gimnasia mientras su hermana Ana (Ana Anguita) es una alumna del mismo colegio. Cuando despiden a Enrique, Ana se fuga con él y deciden ir a buscar a su abuelo, quien vive en un castillo. En el camino conocen al grupo musical Coconuts. Juntos ayudarán al profesor Osborne a proteger la mágica piedra Mandarina de las garras de su enemigo, el malvado barón Von Nekruch.

¿Por qué es importante? Porque dentro de una historia totalmente de fantasía la realidad siempre se asoma con ideas para el día a día de los niños, desde el tema principal donde la letra nos cuenta toda la película mientras nos promete que veremos algo divertido y observamos a los protagonistas en una clase de educación física, la cual termina cuando las autoridades regañan a Enrique porque les da la misma clase a niños y niñas, lo que encontraba ecos en México y lo que pasaba en las instituciones educativas.

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Acercamiento de los niños al luto

De la cinta, ¿qué decir de la forma tan lúdica de promover los ejercicios en la escuela que muestra la película? “Baile olímpico” nos llevaba a conocer los movimientos básicos del tenis, del fútbol, del basquetbol, el correr y saltar, aumentando la intensidad cada vez más, haciendo hasta los que odiábamos hacer deporte (y aún odiamos) lo hiciéramos pensando que era un juego.

Tras un breve prólogo donde vemos como es despedido el protagonista, Las aventuras de Enrique y Ana, bajo la dirección de Tito Fernández, entra en materia cuando ella se escapa a su lado para ir a buscar al abuelo. Es en ese momento donde la fantasía comienza y se desborda cuando conocen a un grupo musical integrado por pubertos y adolescentes, lo que da pie al tema de los “Coconuts” donde se resuelve el misterio de que son, aunque no te lo expliques pensando es un mico teniendo la respuesta en la punta de la nariz. Al aceptar que un grupo así podía recorrer las carreteras españolas era el firmar un acuerdo de credibilidad, donde un villano verdoso como el Baron Von Nekruch podía existir.

La cinta no sólo presentaba canciones para divertir, también rendían homenaje al “Abuelito” de los protagonistas y, sobre todo, presentaba “Mi amigo Félix”, la cual buscaba expresar los sentimientos de la sociedad infantil española ante la muerte en un accidente de Félix Rodríguez, reconocido conductor de programas sobre la vida salvaje, cuya muerte conmocionó a todos y que, en esta canción, se permite hacer de su partida un poema donde los animales y sus seguidores le rinden tributo. 

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Una parodia de los cantantes españoles de ópera

También tiene su momento exótico cuando conocemos los motivos del barón, quien desea poseer la piedra mandarina, eliminando a todos los que la custodian. Una piedra que transforma las cosas en oro, que puede hacerles invisibles, que puede aparecerles y destruirles. Piedra que queda en manos de la familia de Enrique y Ana, quienes deberán defenderla y no dejarla caer en manos equivocadas.

Por supuesto el punto máximo de la película es un concurso de radio donde los protagonistas y los Coconuts se presentan, compitiendo contra cantantes que ejemplificaban los estereotipos españoles, por ejemplo, Pepa Pipa, quien tocaba el arpa al ritmo de “La canción de Pepa Pipa”, parodiando a los cantantes de ópera. Quienes en realidad se roban la escena y la censura son Los Punkitos, quienes con “Caca-Culo-Pedo-Pis” entregan una canción tan perturbadora que seguro hoy en día provocaría aún derrames en los que abogan por lo políticamente correcto.

La canción con la que Enrique y Ana participan es “Super disco chino” (fino y filipino, sin duda), un tema que hacía la gente intentara hacer malabares con un disco sostenido con un palo, era casi imposible no ver a los niños cuando llegó la cinta a México jugar con uno de ellos. Un tema que sin duda sería también repudiado por los fantoches, pero parafraseando la cinta, sus letras sólo pueden molestar a la gente tonta.

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Este tipo de películas llevaban a los niños a fantasear, a pensar en temas familiares, de amistad, de aventuras, no por nada en esos años también estaban de moda las cintas de Parchís, la siempre divertida saga de “La guerra de los niños”. Juntas fueron culpables en su momento de comenzar a plantar en mi cabeza las maravillas encerraba el cine, si bien hoy en día a muchos les parecerá cutre y fastidiosa, infantil, lo cierto es que ese es su mayor encanto, el no buscar hacer adultos a los niños. Y no olviden “Hacer ruido” hasta que les sangren los oídos.