Escenario

‘El exorcista’: Más de cinco décadas de causar pesadillas

CORTE Y QUEDA CLASSICS. El filme de William Friedkin marcó un antes y un después en el cine de terror. Revisitamos el filme a propósito del estreno de una nueva secuela

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Fotograma del filme.

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Hay cintas inolvidables en la historia del séptimo arte que marcan un antes y un después. En la década de los 60, cuando Hollywood dejaba atrás su época de oro clásica y comenzaban a surgir voces que mostraban otro tipo de historias, el director William Friedkin, quien venía de ganar varios reconocimientos y aplausos por su dura historia policial, Contacto en Francia (1971), se atrevería a aceptar un proyecto que, cincuenta años después, sigue siendo el plano básico a seguir para las historias de posesiones.

Basada en la novela homónima de 1971 de William Peter Blatty, quien a su vez se inspiró en un caso real sucedido en los suburbios de Cottage City, Maryland en 1949, donde un niño de 13 años fue presuntamente poseído después de jugar con una ouija y fue exorcizado por un par de curas, El exorcista fue todo un hito para el cine de terror en su momento, logrando incluso estar nominada a 10 Premios de la Academia incluyendo el de Mejor Película, llevándose a casa dos por su guion y sonido.

Si bien la presencia del mal o el diablo ya se había visto en películas anteriores como una gran adaptación literaria en El bebé de Rosemary (1968) de Roman Polanski o la polémica y muy censurada cinta de Ken Russell, Los demonios (1971) que retomaba el caso de las ‘endemoniadas de Loudun’, con El exorcista, esa batalla del bien contra el mal era planteada de forma diferente ante la incógnita de la fe, las creencias y el cuestionamiento de la mera existencia de los espíritus en nuestro mundo.

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El guion, hecho por el mismo Blatty, presenta un relato de dos frentes cuya premisa planteaba la posesión de la hija adolescente de una popular actriz, situación ante la que su madre busca todo tipo de ayuda, recurriendo finalmente al consejo de un cura que buscará hacer el ritual para liberar el alma de esa joven que poco a poco carcome su alma. Ante esa idea, la historia, como la novela misma, se enfoca en dos frentes importantes: el del padre Karras (John Miller), psicólogo de profesión en plena crisis de fe y la actriz no creyente Chris MacNeil (Ellen Burstyn).

Los mundos de ambos coluden debido a este peculiar caso en donde el exorcismo se convierte en el último recurso para ambos. Mientras Karras lidia con las culpas de no poder ayudar a su madre enferma así como los problemas de los curas en la abadía a la que pertenece, MacNeil no entiende lo que sucede con su hija, Regan (Linda Blair) pues la ciencia y la lógica no dan alguna explicación a lo que ella está viviendo. Es ahí donde Friedkin y Blatty encuentran el balance, en la cuestión del bien y el mal representado por algo intangible como la fe o los demonios, usándolo como un vehículo para crear terror.

Para reafirmar este enfrentamiento, tenemos no sólo a Karras sino al Padre Merrin (Max Von Sydow), quien es lo opuesto a este personaje en el mero sentido del temple y la fe, de aquel hombre que parece conocer mejor que todos las fuerzas no visibles a las que se enfrenta Regan. Es en ese juego donde la historia también encuentra su más grande horror: la pérdida de la inocencia pero a través de la maldad intangible. Si bien el bien y el mal se habían visto reflejados en los adultos, es el impacto de ver los estragos causados en la joven MacNeil parte de lo que impactó a una generación no acostumbrada a ello.

Fotograma del filme.

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Ahí destaca también la labor de Friedkin, quien para provocar ese terror se vale de todos los recursos cinematográficos posibles, comenzando por un gran maquillaje que poco a poco se hace más presente ante las marcas que la posesión va dejando en el cuerpo de Regan. Esto, acompañado de un gran sonido, donde los gritos y efectos dotan de un realismo atemorizante a cada acto o situación que enfrenta la joven. Ni que decir de los efectos prácticos como la escena del vómito, la cama flotante o la impactante secuencia del crucifijo. Curiosamente, Friedkin tuvo que cortar algunas partes como ‘la araña’ y otros detalles debido a que, en su momento, se consideró que la cinta ya era muy fuerte en su contenido.

Las actuaciones también son destacadas. Miller, que encarna a Karras, poco a poco va cayendo en su propia crisis que lo hace evadir la fe hasta que no queda más opción que creer nuevamente. Esa angustia encuentra una vía de salida en el caso de Regan. De igual manera, Burstyn tiene un gran papel que va descendiendo a la locura de una madre impotente ante algo que no puede entender. De lo impoluta que resulta al inicio, va desgastándose por la situación desesperada. Y claro, el maestro Max Von Sydow cae perfecto como Merrin, la personificación del alma del bien que no sabe si saldrá airoso de este encuentro con el demonio.

No podemos excluir al demonio Pazuzu, el otro protagonista del aterrorizante relato que funge como el rey de los demonios del viento en la mitología mesopotámica y que, para los sumerios, también representaba el viento del suroeste portador de la peste, las plagas y delirios de la gente, que es el elegido para personificar el mal, la contraparte de Merrin y su viejo rival.

Fotograma del filme.

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Pero es Linda Blair, que acarrea aún con las consecuencias de este rol, quien lo da todo con Regan. Al conocerla, se ve radiante, alegre y el cambio es radical, convirtiéndose poco a poco en un monstruo que parece borrar toda señal de la joven. Es básicamente a través de ella, su dolor y transformación que la audiencia vive el horror de una batalla incomprensible, transmitiendo ese sufrimiento en el que la cuestión de los espíritus y las fuerzas intangibles resuenan, una de las principales metas que Friedkin buscaba transmitir con el filme.

Si bien muchas cosas se han dicho ya en el análisis e importancia que tiene la cinta para el terror, empezando por lo ‘maldita’ que fue la grabación, la coincidente muerte del actor de reparto Jack MacGowran que hace el papel del director Burke Dennings, así como los peculiares tratos que el director tenía con los actores ya fuera disparando armas de fuego cercanas a ellos para causar la impresión necesaria en sus gestos o las amenazas de muerte para Linda Blair por parte de religiosos extremistas que consideraban el filme un relato que glorificaba a Satanás, El exorcista ha trascendido por cinco décadas ya la barrera del séptimo arte para seguir causando pesadillas en la gente.

Aunque su reestreno en salas en el año 2000 presentó la versión extendida del director William Friedkin, que jugaba mucho más con las tomas subliminales del demonio y algunas otras escenas o diálogos extendidos que reforzaban el conflicto moral del relato, ese hecho sirvió para presentar a otra audiencia una historia que continúa causando impacto en los espectadores, mismos que se han insensibilizado con el tiempo pero que no pueden negar que los efectos de El exorcista permanecen en tu mente, creando un miedo interno a lo desconocido. Así, con una secuela nueva a punto de estrenarse y con miles de cintas que le rinden homenaje o se han inspirado en ella, la quincuagenaria cinta demuestra que hoy, como cualquier otro día, es excelente para hacer un exorcismo.