
Después de ser retrasado su estreno en cines debido a la pandemia, la ópera prima del realizador Julio Berthely, Yo Fausto, producida por Tyrano Films llega exclusivamente a salas de Cinemex posterior a su paso por festivales como Guadalajara y la Muestra de Cine Latinoamericano de Cataluña, donde se alzó con el premio del público.
En Crónica Escenario hablamos con el realizador así como con dos de sus protagonistas, las actrices Amparo Barcia y Adriana Llabrés acerca de este proyecto. De entrada, Berthely enfatizó en que, a pesar del título y algunos guiños que podrían remitir al relato de Goethe, la idea era hacer algo completamente diferente.
“No me interesaba enfocarme en adaptar un Fausto que ya existiera. Simplemente era agarrar la anécdota del mito y contar mi propia historia de manera contemporánea utilizando la esquizofrenia como el catalizador para que surgiera el drama. Me interesaba mostrar la historia de una familia que, a partir de ello, comienza a fragmentarse y desmoronarse por completo. Así que propongo esta tesis de que a partir de este padecimiento no sólo afecta a quien lo sufre, sino también a los que lo rodean en su entorno y lo destructivo que puede llegar a ser”, expresó.
Por su parte, Amparo Barcia nos habló de qué fue lo que le llamó la atención de esta trágica historia. “Cuando leí el guion por primera vez me quedé impactada porque no me lo esperaba así. Desde la narrativa, con esta historia fragmentada y mi personaje del cual me encantó su arco. El resultado final fue mucho más allá de lo que me hubiera imaginado, me parece una gran película y estoy muy feliz de que por fin el público pueda verla en cines”, dijo.
Asimismo, Adriana Llabrés platicó que era un filme por el que sentía un tremendo entusiasmo para participar por diversas razones. “Inicialmente me llamó mucho el proyecto porque, de entrada, siempre he hecho click con Julio. Desde antes de ir al casting y sin conocer realmente su trabajo quería trabajar con él porque nos caímos bien. Cuando hice la escena para quedarme con el papel, me gustó que estaba muy redonda, amarraba temas sociales, emocionales. Aunque no duraba mucho esta escena, tenía un recorrido de montaña rusa y sólo de leerlo sentí que lo entendía. Entonces tenía muchísimas razones para entrarle al proyecto”, comentó.
La historia del filme se centra en Fausto y su espiral sin freno en la que cae debido a la esquizofrenia y las presiones. El papel es interpretado por Christian Vázquez, que es la espina dorsal del relato. Julio explicó cómo fue trabajar con él este personaje tan complicado. “Fue muy interesante el trabajo con todos. Pero específicamente con él fue un proceso largo, muy entregado de su parte. No porque sea mi película, pero nunca había visto en su filmografía un personaje así. Para todos fue muy impactante la investigación de campo para poder llegar a esos puntos que necesitábamos. Cuando comenzamos a ir al Fray Bernardino para entrevistarnos con los doctores y pacientes que padecen esquizofrenia, creo que nos impactó mucho”.
“Christian trató de ponerse en los zapatos de estas personas con las que convivió y trató de entender sus motivaciones, además del ser y actuar a partir de ciertos estímulos, que fue lo más impactante de su trabajo. Con ciertos detalles, podía desbordarse por completo la persona. Empezar a esculpir eso, cosa por cosa, detalle a detalle, de adentro hacia afuera, resultó ser un camino muy interesante hasta lograr lo que queríamos”, agregó el realizador.
Curiosamente, hay dos personajes femeninos que son determinantes en la vida de Fausto. Uno de ellos es Ana, interpretada por Llabrés. “Con Ana, estoy cerca de Fausto al principio, donde aún hay luminosidad hasta que se vuelve todo bastante turbio. Llevé mi papel un poco más por el lado del romance, en donde él es el amor de mi vida y por razones que no logro comprender del todo, me está rechazando. Siento que mi personaje representa esa luz que él tiene en su vida antes de entrar en esa espiral sin freno. Esa relación es parecida a un prólogo, un primer punto de no retorno donde se suelta todo”, expuso la actriz.
La contraparte le toca a Barcia, cuyo personaje, Carmen, le toca vivir ya toda esa caída que tiene el personaje de Fausto. “Con ella, ese viaje está muy marcado. Se conocen cuando Fausto aún no tiene episodios, aún tiene esperanzas e ilusiones de su independencia. Es hasta después que comienza a detonar la enfermedad y mi personaje comienza a sentir esa frustración de no saber qué es lo que pasa ni de poder comunicarse con él para mejorar las cosas. No hay una comunicación de pareja sana. Carmen busca una familia, amor, quiere pertenecer a algo debido a sus ausencias y la falta de pasiones. Ella ve en Fausto un sentido a su vida pero no logra tenerlo. Todos los intentos que hace para ser feliz son fallidos y toma decisiones que no la conducen a lo que ella busca”, declaró.
A pesar de que el tema central es la salud mental y los problemas que ello genera, Adriana Llabrés aprovechó el momento para exponer algo muy interesante. “De alguna manera creo que Julio cuenta una historia plasmada claramente en el patriarcado. Es algo que me parece muy interesante porque aunque no va de ese tema, vemos a alguien que quería seguir sus sueños, que es sensible pero tiene que acatar las reglas familiares. En el momento que necesita ayuda, pierde las herramientas para hacerlo él mismo”, dijo.
“Tiene que regresar a ese yugo y creo que eso sucede mucho con los hombres en este sistema que lo único que causa es que haya muchísimas mujeres afectadas alrededor de ellos y también otros hombres. Aunque se que esa no era la intención del director, me parece evidente su reflejo y cómo de ahí parte hacia las enfermedades mentales”, añadió.
Además, Llabrés añadió la importancia de la situación presente que ayuda a identificarnos con la sensación que vive Fausto. “Hay una gran relevancia de que se hable de este tema después de esta pandemia en donde posterior a este encierro, podemos ver cómo la gente se siente enjaulada, encapsulada y es un paralelismo interesante entre la historia de Fausto y nuestra actualidad que escribió sin darse cuenta de lo que venía. El estar prisionero, de no poder ser tú mismo, auténtico y sumarle una enfermedad mental que nos invita a iniciar una conversación para romper estos tabúes, normalizar estas pláticas acerca de ello que hacen al filme relevante sin ser panfletario”, destacó.
Asimismo, Julio Berthely, que también escribió el guion de su ópera prima, también considera que el retraso del estreno fue, curiosamente, bastante oportuno para que el filme tenga un impacto diferente en la audiencia. “Creo que, si se hubiera estrenado en la fecha que originalmente se tenía planeado, no hubiera tenido esta repercusión y este posible impacto. Porque la cinta trata temas, más allá del central que es la salud mental, mucho más interesantes que se desprenden de ello”, comentó.
“Dentro del mismo hilo vemos cuestiones como las afectivas, las frustraciones, el encierro y a partir de ahí todo lo que eso puede detonar como la violencia de género, las estructuras patriarcales, entre otros. Hay una cuestión que sucede justo por cómo se cuenta la historia a partir del reflejo del núcleo familiar mexicano, que es una realidad. Creo que puede incomodar pero también invitar a la reflexión para saber qué estamos haciendo al respecto y hacia dónde vamos. Ojalá que eso suceda, que haya una repercusión emocional con el público que es lo que busca todo creador de una manifestación artística busca”, concluyó el realizador.
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