Cronomicón

Cuento

CIRCO MEDIÁTICO

Esperanza dejó su corazón sobre el mostrador y, junto a este, un par de billetes recién salidos del banco del Bienestar. El rostro de la mujer aún reflejaba la hinchazón provocada por el último llanto dedicado a su hijo, Erick, a quien nunca encontraron, pero a su camisa de cuadros y sus vans deslavados, sí. Yacían en una de las fosas ocultas en el interior de un rancho al que, más tarde, medios de comunicación asistieron en bandadas y lo tildaron como “Circo mediático” mientras tomaban fotografías que capturaron los rostros derruidos por la tristeza y el horror de las madres al respirar las últimas bocanadas de sus desaparecidos.

La joven detrás del mostrador, Olivia, la contempló largo rato antes de tomar el corazón y soltar “¿Lo mismo de siempre?”, a lo que Esperanza asintió con desánimo. Olivia le dedicó un amago de sonrisa y sacó del fondo una cajita de cristal donde latían tres corazones. Olivia fue señalando cada uno:

—Este —dijo mientras sus dedos se aproximaban al primer corazón— es de una mujer adulta que se dedica a pintar y quiere terminar un cuadro que habla sobre la maternidad…

Esperanza lo miró con reticencia y negó con la cabeza. Sí, intercambiaba su corazón henchido de dolor y de impotencia con el de alguien que rentara su cuerpo para experimentar esas sensaciones sin nombre, esas emociones caóticas que habían terminado por crear un cataclismo en el alma de una madre cuyo hijo se había convertido en un par de prendas, pero siempre le molestaba el hecho de que algún pseudo artista quisiera su dolor para crear. No, nada de eso. En su lugar prefería personas piadosas, aquellas que sólo llevarían su corazón por tres días y la ayudarían a aliviarse de tanta pena por ese tiempo.

Olivia movió su dedo y señaló el segundo.

—Este es de una chica joven, lo hace para poder pagar sus estudios.

Esperanza apretó los labios en lo que pretendía fuera una suerte de sonrisa y asintió al tiempo que tomaba el segundo corazón y se lo llevaba a casa dentro de su pecho. Allí, se recostó en la habitación de Erick. El dolor ya no estaba. Podía mirar las cosas de su hijo y pensarlo de una manera distinta, apreciarlo fuera de la tristeza y el resentimiento. Las emociones tortuosas estaban lejos, pero los recuerdos permanecían, aunque ya no surtían efecto alguno. Siempre era así cuando intercambiaba su corazón, lo que había ocurrido en múltiples ocasiones los últimos dos años.

Pensó entonces en el día que Erick la abrazó con fuerza y le contó con una ilusión absorbente que lo habían llamado desde la capital para ofrecerle un trabajo, algo digno y “bien” remunerado. “Hasta te voy a poder mandar dinero, ma” le había dicho. Esperanza lo instó a seguir el camino de una mejor vida.

Erick se marchó para siempre.

Esperanza conoció el arrendamiento de corazones gracias a una visita domiciliaria. Vio el anuncio en la conferencia matutina, le subió al volumen de la televisión mientras sus ojos seguían los labios delgados que se abrían y cerraban lentamente de la persona que notificó que había avances en el tema de los desaparecidos. Siempre que se abordaba la problemática en la conferencia Esperanza se estremecía y la boca de su estómago se contraía, puesto que muchas veces antes pensó que algún día, casi por accidente, mencionarían en el nombre de su hijo y dirían que lo había encontrado.

En su lugar obtuvo información que jamás espero, había nuevas “soluciones”. En concreto hablaron del tema de los corazones. Anotó el número que aparecía en pantalla y llamó de inmediato para agendar una visita domiciliaria donde le podían explicar más a detalle.

Días después una mujer la visitó. Llegó a su casa con una sonrisa amplia y colocó en la mesa del centro de la sala un par de folletos decorados con colores vivos. El primero rezaba “Purgatorio” y el segundo “Arrendamiento de corazones”. Los dedos de Esperanza se dirigieron, instintivamente, al segundo, lo revisó con cuidado mientras la mujer hablaba como si se tratara de una voz en off.

–Es más económico que Purgatorio –comentó– además, es seguro que el dolor desaparece, aunque sea por un tiempo.

–¿Cuál es la diferencia entre uno y otro? –cuestionó Esperanza.

La mujer tardó largo rato en responder, apretó los labios y la sonrisa se desvaneció.

–Honestamente Purgatorio es un punto final, es cuando ya decidiste que la búsqueda no debe continuar y quieres enterrar el dolor… El arrendamiento de corazones es un respiro. Te recargas de energía y sigues buscando.

Esperanza asintió lentamente. Le devolvió el folleto de Purgatorio, segura que jamás visitaría ese lugar.

A Esperanza siempre le costaba trabajo decidir en qué estrenar su nuevo corazón rentado. Por eso, tenía una lista de cosas por hacer, cosas que no quería hacer con su propio corazón porque eso implicaría manchar las nuevas experiencias de un dolor abismal y de una culpa corrosiva. Miró su lista y decidió que ya habían pasado muchos años desde que comenzó con lo de rentar corazones y que, quizá, el momento de visitar Purgatorio y poner fin a su condena había llegado.

No se atrevía a hacerlo con su corazón de madre, por ello, con uno prestado, ese día finalmente visitó el establecimiento. Varias madres se habían acercado a ella para decirle que dejara de gastar su pensión del Bienestar en sosegar su tristeza rentando corazones ajenos y que mejor ahorrara para uno de los cuerpos del “Purgatorio” pero ella no había querido asistir.

Llegó a Purgatorio y se encontró no sólo con los cuerpos embellecidos y con un cartel de promociones, sino con un anuncio pegado en el vitral que resplandecía en tonos chillantes con la frase: GIVEAWAY.

Se detuvo frente al aparador y lo miró largo rato. Sacó sus lentes para leer bien, entonces entendió que se trataba de un concurso a través de redes sociales. En ese momento un joven delgado y de ropa entallada salió a atenderla, se presentó como “el chico de marketing” y la atiborró de preguntas, entre las cuales se quedó suspendido el cuestionamiento de si era ella una madre buscadora.

Esperanza rumió largo rato su pregunta. Era madre, sí; su hijo había desaparecido, sí; pero desde hacía un buen tiempo que ya no buscaba, pero la pena seguía presente. Decidió no responder y en su lugar preguntar por el concurso.

—No es un concurso como tal —dijo el chico de marketing— Es un giveaway… es un poco de “suerte”. Usted sube su video testimonial a alguna red social y nos etiqueta. Estamos como @purgatorio, y ya de ahí nada más añade los # de modelado facial y cuerpo personalizado. Con eso ya está participando.

La mujer asintió muy despacio.

—¿Participando para qué?

El chico de marketing tomó una bocanada de aire y se obligó a sonreír.

—Para ganarse un ejemplar de modelado facial, esta es nuestra nueva oferta aquí en Purgatorio. Sencillo, ¿ve todos estos cuerpos?

Esperanza oteó la tienda. Estaba repleta de cuerpos desnudos, arreglados, eso sí. Asintió.

—Bien, pues están a la venta. Usted puede adquirir uno y enterrarlo, hasta le hacemos funerales personalizados donde aseguramos que el cuerpo era el de su desaparecido… pero, quisimos innovar, y ahora buscamos hacerlo mucho más íntimo ¿Cómo? Pues hacemos que el cuerpo sea igualito a su persona desaparecida.

—¿D-De verdad? ¿Igualito a mi Erick?

Esperanza sintió una punzada en aquel corazón que no era suyo. Sus ojos se anegaron en lágrimas. El chico del marketing entró y salió con un folleto donde se indicaban los pasos a seguir para el giveaway.

—Participe… así podrá enterrar a su Erick.

Esperanza llegó antes a la tienda de corazones rotos, pidió a Olivia que le devolvieran su corazón cuanto antes, pues había algo que tenía que hacer con su dolor. La joven la miró desconcertada, le dijo que no podía devolverle el dinero de la renta, a lo que Esperanza respondió que no le importaba.

Esperanza llegó a casa con su corazón roto latiendo sosegadamente en su pecho, retumbando con oleadas de nostalgia en su interior. Siempre que cargaba en su pecho su propio corazón sus ojos se mantenían humedecidos. Fue al cuarto de Erick, tomó su celular, un aparato viejo pero que contaba con una cámara. Lo puso en una repisa y se paró frente él mientras inhalaba de manera profunda y se dedicaba a relatar su historia:

—Me llamo Esperanza Martínez. Mi hijo Erick Martínez desapareció hace dos años cuando lo llamaron para una supuesta oferta de trabajo en la capital del estado de Jalisco.

La mujer desvió la mirada al folleto y leyó una vez más las líneas que resaltaban debajo del título “GIVEAWAY” las que rezaban que mientras más triste luciera, mientras más lágrimas derramara, tenía mayor posibilidad de ganar.

Esperanza pensó que no era necesario fingir, que toda su tristeza la llevaba en el rostro como una suerte de maquillaje funesto. Miró a la cámara una vez más y siguió con su relato. Las lágrimas surcaron sus mejillas, pero la verdadera tristeza no estaba en esas dos líneas diáfanas, sino en sus ojos castaños, al fondo, muy al fondo, donde todavía tenía grabada la imagen de su hijo caminando lejos de casa.

La mujer puso pausa al video. Pidió ayuda a su vecina Graciela, una adolescente, para subir el video. Colocaron los # adecuados y esperaron. El video se volvió viral de la noche a la mañana, la gente pedía en los comentarios que ella fuera la ganadora, que su dolor era el más auténtico, que sus lágrimas valían más.

El resultado se dio a conocer una semana después. Esperanza fue citada en Purgatorio, donde una mujer llamada Silvana la llevó a un cuarto en el interior de la tienda y le pidió las fotografías de Erick para comenzar con el modelado facial. Le hicieron saber que estaría listo en un mes. Ella asintió.

Cuando Erick estuvo listo, Esperanza llegó vestida de negro. Le entregaron a su hijo en un ataúd. Todo el proceso fue documentado por el celular del chico de marketing, quien le sonreía con esmero mientras ella descubría el rostro de ese cuerpo que no era el de su hijo pero lucía igual, y ese rostro que era falso pero apenas la vio ella lo amó tanto como a su verdadero hijo.

Esperanza enterró a su hijo en su pueblo. Asistieron muchas más personas de las que tenía previstas, puesto que la noticia de que ella había ganado el giveaway recorrió las redes e incluso los medios de comunicación asistieron para filmar el primer entierro con modelado facial. Esperanza lloró como si se tratase de Erick, algo dentro de ella finalmente descansaba.

Las personas y la prensa tomaban fotografías del suceso para, más tarde, subirlas a redes con el encabezado de “Circo mediático 2.0”.

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