En 2015, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) presentó la Agenda 2030, un plan con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que buscan atender los principales desafíos ambientales, sociales y económicos del mundo.
Este acuerdo marcó un punto de inflexión al impulsar la cooperación internacional y la creación de estrategias para garantizar un desarrollo más justo y sostenible (Centro de Noticias de la ONU, 2015).
Tres de los ODS han sido fundamentales en la transformación de las tendencias productivas: el ODS 9, enfocado en infraestructuras resilientes e innovación; el ODS 11, orientado a ciudades sostenibles; y el ODS 12, centrado en el consumo y la producción responsables.
Estos objetivos guardan una estrecha relación con el uso de materiales sustentables, especialmente en sectores de alto impacto como la construcción, responsable de aproximadamente el 50 % de las emisiones contaminantes a nivel mundial (Redacción Obras, 2021); la industria del plástico, de empaques y moda, enfatizando que los residuos generados por este tipo de productos en las últimas décadas han desencadenado graves problemas de contaminación en todo el mundo.

En este contexto, los materiales biodegradables y sustentables se han convertido en una alternativa estratégica para disminuir la huella ecológica y fomentar la economía circular. Su adopción se ha acelerado gracias al interés creciente de gobiernos, empresas y consumidores en prácticas más responsables, así como a la presión de regulaciones más estrictas en distintos países.
La innovación en este campo es amplia y diversa. En la industria del calzado, por ejemplo, Puma lanzó el proyecto Re:Suede, un experimento para producir tenis biodegradables y compostables, aunque aún enfrenta desafíos relacionados con la escalabilidad y los costos. De manera similar, la startup Fade 101 ha explorado materiales alternativos que buscan mantener la calidad y el diseño, al tiempo que reducen el impacto ambiental (Vogue Business, 2024).
Por otro lado, en la moda, también han surgido innovaciones significativas. El cuero de hongo y el piñatex, derivado de fibras de hojas de piña, se perfilan como sustitutos viables del cuero animal, atrayendo el interés de marcas internacionales y consumidores que demandan productos más responsables (AP News, 2024).
La construcción, por su parte, ha sido uno de los sectores donde más se observa la necesidad de transformación.
Investigadores de la Universidad de Salamanca, en colaboración con empresas de ingeniería, han desarrollado pavimentos para carretera a partir de redes de pesca recicladas, un avance que además de reducir residuos plásticos ofrece nuevas oportunidades económicas (Cadena SER, 2024). A esto se suman investigaciones sobre concreto autorreparable, bioplásticos estructurales y el uso del micelio como aislante natural en viviendas (ELM, 2023).
Los envases representan otro de los campos con mayor dinamismo. Startups como BioPak y Loliware han introducido embalajes y utensilios compostables, mientras que distintas universidades investigan bioplásticos a partir de residuos agrícolas y bacterias. En países como Australia y Estados Unidos, estos avances ya se encuentran disponibles en cadenas de alimentos y comercios (The Australian, 2024; Financial Times, 2024).
El impacto económico de esta transición es significativo. De acuerdo con estimaciones recientes, el mercado global de empaques biodegradables alcanzó los 103.9 mil millones de dólares en 2023 y se espera que llegue a 169.4 mil millones en 2032 (Globenewswire, 2025). Estas cifras reflejan no solo la demanda creciente de consumidores conscientes, sino también la importancia que los gobiernos y las empresas están dando a la innovación en este ámbito.
A pesar de los avances, persisten retos que limitan la expansión de los materiales biodegradables y sustentables. Entre ellos destacan los costos de producción, que suelen ser más elevados en comparación con los materiales convencionales; la falta de infraestructura adecuada para el reciclaje y compostaje; y la necesidad de generar mayor sensibilización en la población respecto al consumo responsable.
En conclusión, la adopción de materiales biodegradables y sustentables no debe ser entendida únicamente como una medida ambiental, sino como un motor de innovación, desarrollo económico y competitividad. Al integrar estas soluciones en sectores clave como la construcción, la moda, el calzado y los envases, se abre la posibilidad de transitar hacia una economía más circular, resiliente y en sintonía con los objetivos globales de sostenibilidad.
El futuro dependerá de la capacidad de articular políticas públicas, innovación empresarial y cambios en los hábitos de consumo.
*Miguel Santiago García de Regil / Asistente de Investigación UNIVA campus Guadalajara