
Los agujeros negros gigantes contribuyeron a regular la evolución de las galaxias y de su propio crecimiento, una vez que liberaron una onda expansiva, según una investigación que publica la revista Nature.
Un equipo de científicos de la Universidad de Carnegie Mellon, liderado por Tiziano Di Matteo, en colaboración con investigadores de la Universidad de Harvard y del Instituto Max-Planck de Alemania, partió de la simulación de la colisión de dos galaxias nacientes y para ello empleó un nuevo modelo informático.
A lo largo de la investigación, los astrónomos y astrofísicos descubrieron que cuando dos galaxias se acercaban los agujeros negros gigantes que albergaban se fusionaban y consumían el gas circundante.
De este modo, éstos alcanzaron masas comparables a las de billones de soles.
Asimismo, pudieron observar que, en el momento de la fusión, se generó un tipo de objeto cósmico de extraordinaria luminosidad denominado quásar, capaz de estimular el gas circundante y conducirlo lejos del contacto con los agujeros negros, es decir, más allá de la galaxia.
Una vez que la nebulosa quedó desprovista del gas circundante, los científicos comprobaron que los agujeros negros gigantes no podían “alimentarse”, con lo que, la galaxia quedó inactiva al tiempo que el gas libre dejó de formar más estrellas. Para los astrofísicos, “un fuerte viento” originado después de la citada liberación de energía es la razón por la que el quásar no cayó sobre los agujeros negros.
Los científicos afirman además, que fue en ese instante cuando los agujeros negros dejaron de crecer, y se cerró el quásar. Con estos datos, Di Matteo y sus colegas aseguran que la masa de los agujeros negros y de las estrellas de una galaxia están “claramente vinculadas”.
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