
A los primeros minutos de que una pipa de cuatro mil 500 litros estalló en el puente de La Concordia de la alcaldía Iztapalapa, la ayuda de los solidarios chilangos no tardó en llegar. Las ambulancias y patrullas todavía no arribaban al punto cuando los vecinos y vecinas sacaban decenas de cubetas con agua y tinacos para sofocar las llamas.
Los heridos comenzaron a caminar en busca de ayuda, algunos estaban en los camellones, asfalto, banquetas y recargados en los muros del puente. Dieron pocos pasos cuando personas ya los cubrían con cobijas mojadas, les arrojaban agua o tierra, o les daban mensajes de apoyo para tranquilizarlos; otros colonos ofrecían sus vehículos para trasladar a las víctimas a los hospitales.
Las ropas de los afectados estaban rotas, la piel carcomida, con caras de terror y sorpresa, sin embargo, aún con miedo, siempre un solidario les extendió la mano.
De las imágenes más conmovedoras es la de un policía de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) que rescata a una bebé de dos años que se encontraba en los brazos de su abuela en medio de la explosión.
Su abuela, quien es checadora de combis en el paradero de Santa Martha, la cuidaba a pocos minutos de que acabara su turno laboral.
El agente de seguridad las observó en medio de la tragedia y de inmediato las arropó y colaboró para que ambas fueran trasladadas a hospitales. “Dámela, dámela. La médica wey, la médica”, gritaba el agente cuando corría para alejarla del caos.
Al día siguiente, el policía detalló ese momento:
Con una navaja despegó la ropa de la bebé que seguía calcinándose. De manera sorpresiva, los familiares del policía pasaban por la zona y en motocicletas a toda velocidad, sortearon tráfico, caos vial, peligros y viajes en sentido contrario al Hospital para internar a la menor lo más pronto posible.
En las clínicas comenzaba el caos, varios familiares de las víctimas no sabían en qué hospital estaban internados sus seres queridos.
En los medios de comunicación se difundió que algunas de las familias eran originarias del Estado de México, y que no tenían fuertes recursos económicos para trasladarse a todas las clínicas en busca de las madres, hijas, abuelas y padres que se encontraban internados.
La ayuda nuevamente surgió, la unión después de la tragedia se demostró cuando motociclistas se estacionaron afuera de los hospitales con letreros que decían “¿No encuentras a tu familiar? Yo te llevo de hospital a hospital sin costo”.
Los solidarios sabían que las familias tenían hambre, que habían pasado varias horas sin alimentos. Por eso, alrededor de las 20:00 horas se regalaba café, tortas, refresco y pan, en automóviles a los que les pegaron letreros que decían “una oración para tu familiar”.
Además, en los hospitales se instalaron cajas con papel higiénico sin costo.
En la zona cero, el personal de limpia trabajaba en la remoción de escombros, para abrir lo antes posible la transitada vialidad. Nuevamente los vecinos mostraron su empatía, ya que también regalaron pan y café entre el frío de la noche.
Organizaciones también se sumaron, miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días estuvieron ayudando a repartir comida, agua e insumo médico para los afectados de la explosión de una pipa.
En el Hospital General de Balbuena, el Instituto Nacional de Rehabilitación y Hospital Rubén Leñero, personal de la Policía Auxiliar de la SSC se sumó a las acciones de vinculación ciudadana, con el reparto de café, pan, tortas, agua y galletas, para los familiares de las personas que reciben atención médica y los trabajadores del lugar.
Sin interés económico, doctores privados se manifestaron a través de las redes sociales para ofrecer su ayuda.