Metrópoli

Vecinos y comerciantes de la zona denuncian que la falta de coordinación entre obras públicas, protestas y lluvias ha vuelto impredecible el tránsito en la vialidad

Calzada de Tlalpan, atrapada entre maquinaria, protestas y aguaceros

Calzada de Tlalpan, atrapada entre maquinaria, protestas y aguaceros Las obras a un costado sobre las banquetas en Calzada de Tlalpan en dirección al Centro Histórico comenzaron sus trabajos a la altura de metro Ermita para la nueva ciclovía exclusiva para las bicicletas que será inaugurada para el Mundial de Fútbol en 2026 (Graciela López Herrera)

“Salgo de mi casa en la colonia Álamos con el tiempo justo, como todos los días. Camino dos cuadras hasta la estación Xola del Metro y ya desde la esquina se nota que algo no anda bien. El camellón de Calzada de Tlalpan está lleno de conos, maquinaria y un varios trabajadores que ajustan unas vallas metálicas. Eso significa más embotellamiento y, sobre todo, más tiempo perdido en el transporte”, cuenta Luis Hugo Hernández, vecino de la zona desde hace quince años.Lo que describe Luis no es una anécdota aislada. En las últimas semanas, la circulación en Calzada de Tlalpan se ha vuelto un reto constante para quienes habitan y transitan este corredor. Las obras viales, los bloqueos por manifestaciones y las lluvias han convertido la rutina en un camino lleno de obstáculos.Obras que no avisan y calles que se encogenEl vecino recuerda que a finales de septiembre los cortes de carriles aparecieron sin previo aviso. Una mañana, al salir rumbo a su trabajo en el centro, notó que la calle estaba reducida y que la fila de autos y camiones apenas avanzaba. “Parecía un cuello de botella eterno. El Metro estaba saturado, pero si intentabas tomar un camión o taxi era peor, todos atrapados en el mismo embrollo”, relata.Reportes oficiales hablan de trabajos relacionados con proyectos de infraestructura sobre Calzada de Tlalpan. Aunque son presentados como obras necesarias, en la práctica han generado que los tramos más transitados —entre las estaciones Viaducto y Portales— se congestionen con facilidad. Los usuarios se quejan de que no hay calendarios claros ni señalización suficiente para prever las afectaciones.“No se sabe cuánto va a tardar, a veces el Metro se llena al grado de no poder entrar y las banquetas están obstruidas por vallas y charcos. Terminas caminando por la orilla, esquivando coches y tratando de no mojarte, sumando que hasta en la madrugada están trabajando”, agrega Luis.Bloqueos que paralizan el díaA los cierres por obras se suman los bloqueos. Vecinos de Álamos y de colonias cercanas han visto cómo distintos grupos utilizan Calzada de Tlalpan como escenario de protesta.Hace unas semanas, trabajadoras sexuales cerraron el paso para exigir atención a sus demandas. Otro día fueron trabajadores de limpieza. Aunque las protestas duraron algunas horas, el efecto fue inmediato: la circulación se paralizó y la gente quedó varada en estaciones del Metro, camiones y automóviles.“Ese día yo llevaba a mi hija a la escuela. El camión se quedó atorado a la altura de Xola y no nos quedó más remedio que bajarnos y caminar. Caminamos veinte minutos bajo la llovizna. No es que uno esté en contra de que la gente proteste, pero sí creo que falta coordinación para no colapsar toda la zona”, dice Luis, con un gesto de resignación.La lluvia como catalizador del caosEn los últimos días, la lluvia ha sido el ingrediente que multiplica los problemas. Protección Civil ha lanzado alertas por precipitaciones fuertes en Tlalpan y Benito Juárez. Encharcamientos en cruces como Tlalpan y Periférico Sur, así como corrientes que bajan por las avenidas, han atrapado vehículos y retrasado aún más los trayectos.Luis lo vivió en carne propia una tarde: “Salí del Metro Chabacano y vi cómo el agua corría por la banqueta. La gente tenía que saltar charcos enormes mientras los coches pasaban y salpicaban. Y como parte de la calle está cerrada por obras, el agua no tiene por dónde irse. Es como si se acumulara justo en el peor punto”.Las autoridades han respondido con brigadas para liberar coladeras y retirar árboles caídos, pero los vecinos perciben que las acciones no alcanzan. La combinación de obras que limitan los desagües, bloqueos que impiden maniobras de emergencia y lluvias cada vez más intensas hacen que cada jornada de precipitación se viva como un pequeño colapso.Una vida entre desvíos e incertidumbrePara quienes dependen de esta calzada, la rutina se ha vuelto impredecible. Luis resume el sentimiento de muchos: “Antes podía calcular mis traslados, ahora es imposible. A veces tardo veinte minutos en llegar al trabajo, a veces una hora y media. Lo mismo pasa con los camiones: unos días llegan rápido, otros se quedan atorados. Y caminar ya no es opción, entre los charcos y las obras terminas empapado o con los zapatos llenos de lodo”.Los comerciantes de la zona también acusan pérdidas. Con la reorganización de locales, menos gente caminando por las banquetas, y con el transporte colapsado, los clientes evitan detenerse. “Hay negocios que se vacían en horas pico porque la gente sólo quiere escapar del tráfico o la lluvia”, comenta el vecino.Paciencia… y exigenciaCalzada de Tlalpan es un corredor vital que conecta el sur con el centro de la ciudad, pero para muchos, también se ha convertido en un símbolo de la falta de coordinación entre obras públicas, gestión de manifestaciones y prevención de lluvias.“Yo sé que las obras son necesarias y que la gente tiene derecho a protestar, pero también nosotros tenemos derecho a llegar a tiempo, a no caminar con el agua hasta los tobillos ni pasar dos horas en un camión. Lo mínimo que pediría es información clara: que nos avisen cuándo y dónde habrá cortes, y que las autoridades se coordinen para no soltarlo todo al mismo tiempo”, concluye Luis, mientras ajusta su mochila y se mezcla con la multitud que intenta entrar al Metro Xola en un día más de tránsito lento, obras sin terminar y cielo encapotado.

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