
En menos de un mes, la Ciudad de México quedó atrapada en una peligrosa cadena de accidentes con pipas de gas que expone las grietas de un sistema de transporte aún sin control total. Desde la tragedia en Iztapalapa hasta las recientes fugas en Polanco y Tláhuac, la capital vive bajo el constante temor de un nuevo estallido.
El 10 de septiembre, una explosión en el oriente de la ciudad marcó el inicio de una racha que se extendió como una sombra sobre la capital. Una pipa cargada con casi 50 mil litros de gas LP se volcó y explotó bajo el puente de La Concordia, en Iztapalapa. Ahí inició la racha de incidentes e pipas en CDMX.
El fuego devoró vehículos y alcanzó a peatones que intentaban escapar. Más de treinta personas murieron y decenas resultaron heridas en lo que las autoridades calificaron como el accidente más grave con gas LP en la última década.
Esa tragedia obligó al gobierno capitalino a reaccionar con urgencia. Clara Brugada, jefa de Gobierno, anunció un paquete de medidas que endurecen el tránsito de materiales peligrosos. Las nuevas reglas limitan los horarios, reducen la velocidad máxima a 30 kilómetros por hora y exigen certificaciones más estrictas para los operadores.
La idea, dijo entonces, era evitar la repetición de escenas como las de Iztapalapa. Sin embargo, apenas unas semanas después, la realidad demostró que la amenaza seguía activa.
Del oriente al norte: pipas con fugas de gas en CDMX
El 2 de octubre, una pipa de gas con falla mecánica desató una fuga sobre Circuito Interior, a la altura de la colonia Cuauhtémoc. Aunque el incidente fue controlado sin víctimas, la imagen de los bomberos rociando agua y sellando válvulas volvió a despertar el miedo entre automovilistas y vecinos.
Seis días más tarde, el 8 de octubre, una espesa nube blanca se observó en calles de Tláhuac después de que otra pipa chocara contra un camellón y liberara gas bajo el tramo elevado de la Línea 12 del Metro. Las sirenas se multiplicaron. Protección Civil evacuó viviendas y cerró la circulación durante horas.
Al día siguiente, el 9 de octubre, la historia se repitió en distintos puntos de la capital. En Gustavo A. Madero, una pipa de Pemex se impactó con la barra de contención del Circuito Interior. No hubo heridos, pero las labores para retirar la unidad duraron gran parte de la madrugada.
Horas más tarde, en Polanco, otra fuga provocó una amplia movilización de bomberos y policías. La pipa, estacionada en la intersección de Homero y Emerson, sufrió una avería en una válvula que obligó a evacuar tres calles a la redonda.
La escena se volvió rutina en CDMX en los últimos días. Camiones rojos, cintas amarillas, calles cerradas. Una ciudad entera conteniendo el aliento mientras se libera la presión de un tanque.
El nuevo marco de seguridad para pipas de gas
Ante la escalada de incidentes, el Gobierno Federal apresuró la publicación de dos normas emergentes para regular el transporte y distribución de gas LP: la NOM-EM-006-ASEA-2025 y la NOM-EM-007-ASEA-2025. Las medidas, presentadas por la Secretaría de Energía (SENER), buscan frenar los riesgos mediante controles más estrictos.
Las unidades deberán instalar un “gobernador de velocidad” y sistemas GPS con monitoreo en tiempo real desde un centro de vigilancia nacional. Cada camión deberá someterse a pruebas hidrostáticas y revisiones internas de los tanques, además de reportar los programas de mantenimiento ante la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA).
La presidenta Claudia Sheinbaum subrayó que por primera vez habrá supervisión constante y no solo inspecciones visuales. “Antes se confiaba en lo que la empresa declaraba; ahora habrá verificación directa”, dijo durante la presentación de las normas.