
En el Día Mundial del Medio Ambiente, la ONU ha lanzado una nueva señal de alarma: la producción de plástico no solo no se detiene, sino que está generando consecuencias cada vez más graves para el planeta y la salud humana.
Bajo el lema “sin contaminación por plásticos”, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) denunció que menos del 10 % del plástico que se produce cada año —unos 400 millones de toneladas— se recicla, mientras que 11 millones de toneladas terminan contaminando lagos, ríos y océanos.
Desde su creación en 1973, el Día Mundial del Medio Ambiente busca visibilizar las principales amenazas al equilibrio ecológico. Este 2025, el país anfitrión es la República de Corea, en reconocimiento a su papel activo en las negociaciones para un futuro Tratado Global contra la Contaminación por Plásticos, que será jurídicamente vinculante y abordará todo el ciclo de vida del plástico, desde su fabricación hasta su eliminación.
Un veneno cotidiano
Según datos del PNUMA, dos tercios del plástico que se produce cada año corresponde a productos de un solo uso: botellas, vasos, envoltorios, pajillas. Desechables cuya vida útil es de minutos, pero cuya permanencia en el ambiente puede durar siglos. Muchos terminan en los océanos, convertidos en microplásticos, y alcanzan incluso la cadena alimentaria humana.
“Estos productos no solo afectan la biodiversidad: también llegan a nuestro cuerpo”, advirtió el organismo, que calcula que cada persona ingiere unas 50,000 partículas de plástico al año, sin contar las que se inhalan.
Los microplásticos —menores a 5 milímetros— y los nanoplásticos —de entre 1 y 100 nanómetros— se han hallado ya en órganos humanos, según diversos estudios recientes. Un informe publicado este año en Nature Medicine reveló que la concentración de plásticos en cerebros humanos aumentó un 50 % en ocho años.
Los océanos también enferman
La presencia de plásticos en el mar no es menos preocupante. El investigador Diego Kersting, del Instituto de Acuicultura de Torre de la Sal, confirmó a EFE la detección de altos niveles de microplásticos en una de las especies de coral más amenazadas del Mediterráneo, la Cladocora caespitosa.
Según Kersting, la acumulación de partículas en estos corales —que habitan una reserva marina a 60 kilómetros de la costa— indica que todo el ecosistema está comprometido, incluidas especies comerciales. “Los microplásticos ya están en la red trófica”, advirtió.
La directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, subrayó la urgencia de un enfoque integral: “No basta con gestionar residuos; hay que transformar cómo producimos y consumimos el plástico”. Insistió en la necesidad de actuar sobre todo el ciclo de vida del material.
Entre las soluciones propuestas, Andersen y Kersting coincidieron en destacar el Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR), que otorga un valor económico a los envases y promueve su devolución por parte de los consumidores. Países como Alemania o Lituania superan el 90 % de tasa de retorno, según la Fundación Ellen MacArthur.
Sin embargo, el reto principal no está en Europa. El Foro Económico Mundial señala que los ríos más contaminados por plásticos se encuentran en Asia y África, con nombres como el Yangtsé, Ganges, Mekong, Nilo o Níger encabezando la lista negra. El daño ambiental tiene coordenadas, y las regiones más afectadas también son, muchas veces, las que menos recursos tienen para hacerle frente.