
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, presume saber todo sobre los narcos mexicanos, pero no parece tener idea de dónde viven los narcotraficantes en EE. UU., ni sabe cómo sus redes internas llegan a cada calle de cada ciudad del país con más drogadictos del mundo, con 5.5 millones de estadounidenses que consumen habitualmente cocaína y otros 6 millones que consumen analgésicos recetados, heroína y opioides sintéticos como el fentanilo.
“Conocemos su dirección, conocemos su puerta principal. Lo sabemos todo sobre cada uno de ellos. Están matando a nuestra gente. Esto es como una guerra”, declaró Trump sobre los líderes narcotraficantes en México, durante una rueda de prensa en el Despacho Oval de la Casa Blanca.
Esta vez no hubo cumplidos a la presidenta Claudia Sheinbaum y sí un tono más agresivo para denunciar que México no está combatiendo como el republicano cree que debería combatir a los cárteles mexicanos, y sugiriendo que, en este caso, se vería obligado a actuar por su cuenta y de forma unilateral.
“¿Que si lanzaría ataques en México para detener el narcotráfico? Por mí, sí; lo que haga falta para detener el narcotráfico.
“Estuve viendo lo de CDMX”
Ellos saben cómo estamos perdiendo a cientos de miles de personas al año a causa de las drogas... Por no hablar de la destrucción familiar. Mucho de eso viene de México. Así que déjenme decirlo de este modo: no estoy nada contento con México”, declaró el republicano, mezclando los miles de estadounidenses que mueren por sobredosis cada año con el crimen organizado en México, que está disparando la tensión social.
“Miren, estuve viendo lo que pasó en la Ciudad de México el fin de semana. Hay graves problemas allá”, dijo Trump, en alusión a los disturbios frente a Palacio Nacional tras la marcha de la Generación Z por la inseguridad que atenaza al país y cuyo detonante fue el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo.
Trump insistió en que hará “lo que sea necesario para detener el narcotráfico”, sin que ningún reportero le recordara que ese “lo que sea” debería incluir las dos grandes fallas que perpetúan el poder del crimen organizado y que no rompen la espiral de muerte por la fracasada guerra contra las drogas: el flujo sin control de armas desde las armerías de Estados Unidos a México y la falta de compromiso de la Casa Blanca, la DEA y sus servicios de inteligencia de perseguir a los cárteles domésticos.
¿Por qué fracasa EE. UU.?
Básicamente por el empecinamiento de las autoridades de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Sobre las armas, lejos de frenar en seco la epidemia (hay 400 millones de armas para 348 millones de habitantes), los republicanos en todas las administraciones (federal, estatal, legislativo) combaten en el sentido inverso a la lógica: en vez de más control de armas (al menos las de uso militar y las semiautomáticas) legislan para que haya menos.
En cuanto al combate directo al crimen organizado y al narcotráfico, la estrategia está casi exclusivamente centrada en combatir cultivos, centros de producción y transporte en el extranjero, así como en perseguir (y ahora declarar organizaciones terroristas) a los cárteles de otros países, sin abordar el problema interno: Estados Unidos no solo pone los adictos y las armas, también pone las organizaciones criminales, no solo en la distribución de la droga, sino en el lavado del dinero en instituciones financieras opacas del país.
La DEA solo tiene ojos para perseguir al narcotráfico fuera de EE. UU., mientras que en el interior del país diluye su lucha con otras agencias de forma contraproducente.
La lucha contra el narcotráfico dentro de EE. UU. está demasiado fragmentada. No solo combaten la DEA, sino agencias como HSI (Homeland Security Investigations), la ATF (Alcohol, Tobacco, Firearms and Explosives), el FBI y policías estatales y locales.
Las tres principales agencias se enfocan en investigaciones sobre tráfico de drogas, armas, personas y lavado de dinero, a menudo sin compartir información de inteligencia, duplicando tareas e incluso mostrando rivalidad.
Por último, las autoridades estadounidenses (empezando por el gobierno federal) descuidan sistemáticamente un factor fundamental que mantiene en marcha el bucle infernal de las drogas: la casi nula campaña de reducción de la demanda, mediante la prevención y el tratamiento a adictos.
En los primeros años de la “guerra contra las drogas”, que declaró Richard Nixon en 1971, destinó hasta 75% del presupuesto antidrogas al tratamiento y prevención, especialmente programas de metadona para veteranos de Vietnam. Pero, con el paso de las décadas, el presupuesto se invirtió: bajo Ronald Reagan el gasto se inclinó hacia la represión y encarcelamiento (75%), reduciendo la proporción dedicada a prevención (25%).
Con los demócratas Barack Obama y Joe Biden volvió a subir el presupuesto para la prevención (40%), pero volvió a caer con Trump (35%).
Por ponerlo en perspectiva, los estadounidenses gastan un promedio anual de 150,000 millones de dólares en drogas y 90,000 millones en armas privadas y municiones, mientras que el gobierno federal solo gastó en el presupuesto fiscal 2025 unos 10,000 millones de dólares como parte de la Estrategia Nacional contra las Drogas.
De hecho, las campañas de prevención contra el consumo de drogas en Estados Unidos son tan raras que el propio Trump se mostró sorprendido con la campaña preventiva nacional “Aléjate de las drogas. El fentanilo mata”, que la presidenta Claudia Sheinbaum puso en marcha el pasado 7 de enero.
Pero el tiempo de los elogios de Trump a Sheinbaum parece haber quedado atrás.
Sheinbaum “lo sabe”... pero, ¿qué sabe?
En su encuentro con la prensa del lunes, en el que Trump dejó claro que estaría “orgulloso” de atacar la infraestructura de los cárteles en México, cuando fue preguntado si solo realizaría ataques con el permiso de México, Trump dijo que “no respondería a esa pregunta”.
Pocas horas después de las declaraciones de Trump, la embajada de Estados Unidos en México se apresuró a publicar un comunicado del secretario de Estado, Marco Rubio, en el que descarta una intervención militar. “No vamos a tomar acción unilateral o entrar o enviar fuerzas estadounidenses a México, pero podemos ayudarlos con equipo, con entrenamiento, compartiendo inteligencia y con todo tipo de cosas que podríamos hacer si lo piden. Tienen que pedirlo”, señaló.
Sin embargo, el carácter imprevisible y autoritario de Trump hace muy difícil saber qué planea a corto o medio plazo. En varias ocasiones ha solicitado permiso al gobierno de Sheinbaum para una intervención en territorio nacional, pero, en esta ocasión, se limitó a asegurar que mantiene conversaciones con el Gobierno de México y que el país latinoamericano “sabe” cuál es su postura.
Por tanto, la cuestión es: ¿qué sabe exactamente Sheinbaum de las intenciones de Trump con respecto a México?
“No lo vamos a pedir; no va a ocurrir”
Ayer, Sheinbaum fue tajante sobre una intervención estadounidense: “No lo vamos a pedir; no va a ocurrir”.
“La última vez que Estados Unidos vino a México con una intervención se llevó la mitad del territorio”, recordó.
Sheinbaum dijo que en todas las conversaciones telefónicas que ha tenido con el presidente de EE. UU. está abierta a la colaboración de información que ellos tengan, pero que no aceptan ceder en la soberanía del país con operaciones extranjeras en su territorio. “Ellos han entendido; tan es así que el entendimiento que tenemos con ellos es de colaboración y de coordinación, y los primeros puntos quedan muy claros: el respeto a la soberanía, el respeto a nuestra territorialidad y que hay coordinación y colaboración sin subordinación. No es que no se quiera un apoyo, pero no con tropas extranjeras”, sentenció.
Finalmente, estas declaraciones de la presidenta dejan otra pregunta en el aire: si es cierto que Trump tiene las direcciones de los narcos y sus rutas de entrada de la droga a su país ¿por qué México no le exige que dé esa información y actúen en consecuencia, de igual manera que las autoridades nacionales extraditaron a EE. UU. los capos que tenían en las cárceles, por exigencia de Washington?.