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Muere Jiang Zemin, el presidente que reparó la imagen de la China postTiananmen

El régimen de Xi elogia al “gran marxista” que sentó las bases del hipercapitalismo chino controlado férreamente por el partido único

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El expresidente de China, Jiang Zemin

El expresidente de China, Jiang Zemin

LD

El expresidente de China Jiang Zemin murió este miércoles en Shanghái a los 96 años debido a una leucemia y un fallo multiorgánico.

El mandatario, que ejerció como secretario general del Partido Comunista de China (PCCh) entre 1989 y 2002 y como jefe del Estado de la nación más poblada del mundo entre 1993 y 2003, no pudo asistir al último congreso del partido, celebrado en octubre, donde se consumó el hiperpresidencialismo de Xi Jinping y se comprobó, a ojos de todo el mundo, su inmenso poder, con la expulsión de la sala de su antecesor, Hu Jintao.

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Jiang llegó al poder como una fórmula de compromiso entre las diferentes facciones del partido y la máxima tensión que se vivió en los días posteriores al trágico desenlace de las protestas estudiantiles de 1989, que acabaron con una masacre de más de dos mil muertos en Pekín, según cifras no oficiales.

Fue, precisamente, la “no masacre de Shanghái” la que encumbró al entonces alcalde de la ciudad y capital financiera del país. Su talante negociador logró que, en vez de que los tanques aplastaran la revuelta estudiantil, los jóvenes se marcharan a casa de la segunda ciudad china sin hacer mucho ruido.

Esto fue lo que convenció a Deng Xiaoping de que “el elegido” para sucederle debía ser el casi desconocido, pero moderado y de talante negociador Jiang Zemin, en vez de Zhao Ziyang, purgado por su aparente simpatía hacia las ideas aperturistas de los estudiantes.

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Jiang fue elegido como secretario general del PCCh a finales de junio de 1989, un cargo que mantendría hasta noviembre de 2002, cuando le sucedió Hu Jintao, ahora caído en desgracia y en paradero desconocido.

Cuatro años más tarde, en 1993, Jiang fue coronado presidente de China, pero no sería hasta 1997, año en que murió Deng, cuando realmente tomó el poder efectivo del gigante asiático.

El “florero” con lentes de pasta

Pragmático y moderado como pocos, lo que hizo que sus críticos le dedicaran ácidos apodos como "el Florero" o "la Veleta", acabó siendo más popular fuera que dentro de su país, gracias, entre otras cosas, a que fue uno de los pocos líderes comunistas que hablaba inglés con fluidez en unos años en los que China buscaba irrumpir con fuerza en el mundo, todavía de forma generalmente amable.

A su popularidad exterior le ayudó cierto aire caricaturesco, pues a su peculiar aspecto, con sus inconfundibles lentes de pasta gruesa y oscura, se le unía una curiosa querencia por cantar y bailar en actos oficiales, a veces delante de jefes de Estado y Gobierno, como en sus recordados valses con las estadounidenses Laura Bush y Condoleezza Rice.

Un gol en Hong Kong y la OMC, una mancha en Tibet

Visto en los primeros años como un líder de transición y a la sombra de Deng, Jiang fue fraguando una imagen de líder solvente que benefició a una China necesitada de reconocimiento y estabilidad.

Jiang lideró el "boom" económico del país asiático en la década de 1990 pero dejó manchas en su historial, como el auge de las desigualdades y la corrupción y los atropellos cometidos a los tibetanos, a los que negó cualquier tipo de autonomía y respeto a su cultura en su enorme territorio ancestral.

Entre su haber político, la culminación de la devolución de la colonia británica de Hong Kong en 1997 y la portuguesa de Macao en 1999.

Pero, si la devolución de la plaza financiera mundial de Hong Kong (bajo la fórmula un país, dos sistemas) fue su logro más llamativo, el más trascendental, el que consolidó definitivamente a China como superpotencia, al punto de disputarle a Estados Unidos la hegemonía planetaria, fue lograr en 2001 que el país fuera miembro de pleno derecho en la Organización Mundial del Comercio.

La apertura de China al mundo, gracias a la OMC logró crecimientos anuales superiores al 10% en la siguiente década y pronto se empezó a reflejar en un rapidísimo desarrollo de las grandes metrópolis del país, que se poblaron de rascacielos y trenes de alta velocidad.

La elección de Pekín como sede de los Juegos Olímpicos de 2008 fue un momento culminante en el liderazgo de Jiang.

Corrupción comunista

Sin embargo, su mandato también evidenció los graves desequilibrios que provocaba el modelo, con el auge de desigualdades sociales y altos índices de corrupción que, a ojos del actual presidente chino, Xi Jinping, estaban minando al PCCh desde dentro.

Xi, con su campaña anticorrupción por bandera, aprovechó, una vez tomó el poder en 2013, para cercenar las bases de apoyo de Jiang en el aparato económico, administrativo, financiero y tecnológico del PCCh, hasta el punto de que, según algunos analistas, poco queda de la facción que durante más de una década dirigió al país.

El dirigente abandonó su cargo al frente del partido en 2002 y dejó la presidencia del país en 2003 a Hu Jintao, cumpliendo con los principios (escritos y no escritos) por los que se regía hasta hace poco la renovación de la cúpula del poder tras dos mandatos de cinco años.

El actual presidente, Xi Jinping, le ha dado un vuelco a estas normas con un cambio constitucional que le permitiría eventualmente ser reelegido jefe del Estado para un tercer mandato; recientemente ha sido reelegido secretario general para un tercer quinquenio.

Elogio del régimen de Xi

Los máximos órganos del partido han sido los encargados de anunciar el fallecimiento de Jiang a través de una carta dirigida a todos los miembros de una organización que suma en sus filas más de 97 millones de personas.

La carta expresa “el dolor profundo” por su muerte. “El camarada Jiang Zemin fue un destacado líder que gozaba de un alto prestigio reconocido por todo el Partido, todo el ejército y por todos los grupos étnicos del pueblo chino”. También le reconoce su valor como “un gran marxista, un gran revolucionario proletario, estadista, estratega militar y diplomático”, además de un destacado líder de “la gran causa del socialismo con características chinas”.