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El profesor e investigador Alexis Roig, experto internacional en diplomacia científica y geopolítica del conocimiento, participó en la 13ª Feria del Libro de Relaciones Internacionales del Instituto Matías Romero, en Ciudad de México

Alexis Roig: “México puede convertirse en líder regional de la diplomacia científica y urbana”

Alexis Roig, investigador y profesor de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU)

En esta entrevista, Roig analiza los retos del T-MEC, el papel de México en cumbres globales como BRICS y G20, su relación con China, la cooperación con la Comisión Europea, y la importancia de la ética científica en tiempos de desinformación.

Con dos décadas de experiencia asesorando a gobiernos y organismos multilaterales, el profesor Alexis Roig es considerado uno de los mayores expertos internacionales en diplomacia científica y tecnológica. Ha participado en cumbres globales de la ONU y la UNESCO y suele compartir escenarios con líderes internacionales, defendiendo la ciencia como puente de cooperación y confianza.

Su visión estuvo presente un año más en la Feria del Libro de Relaciones Internacionales del Instituto Matías Romero, que este año lleva el lema “Hacia una política exterior humanista”. En la inauguración, el canciller Juan Ramón de la Fuente subrayó que “la diplomacia debe desarrollarse de forma humanista, cercana a la gente y sin imposición”, marcando el tono de un encuentro que reunió a diplomáticos, académicos y organismos internacionales.

Roig es investigador de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU) y del CIDOB; profesor de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y del Instituto Barcelona de Estudios Internacionales (IBEI); y director ejecutivo de SciTech DiploHub, la red global dedicada a la diplomacia científica que conecta a gobiernos, científicos y organismos internacionales, con presencia en Barcelona, Ciudad de México y Ginebra. Elaboró junto con el Instituto Matías Romero el principal estudio sobre diplomacia científica y tecnológica de México, y ha impartido cursos en él, contribuyendo a formar las nuevas generaciones de diplomáticos mexicanos.

Profesor Roig, arranquemos con el vecindario inmediato. En marzo, la administración Trump impuso aranceles de hasta 25 % sobre exportaciones mexicanas, generando pérdidas en maquilas fronterizas y nerviosismo en Monterrey y Guadalajara. Al mismo tiempo, en 2026 se revisará el T-MEC. ¿Cómo lee usted este momento para México frente a Estados Unidos y Canadá?

La relación con Estados Unidos es inevitablemente asimétrica, pero no por eso tiene que ser pasiva. Más del 80 % de las exportaciones mexicanas cruzan hacia el norte, lo cual hace que cualquier arancel golpee de inmediato. Pero ahí está el reto: pasar de ser ensambladores a ser socios de innovación.

La revisión del T-MEC no debe limitarse a cuotas o reglas de origen: debe integrar cooperación científica en semiconductores, inteligencia artificial y energías limpias. Ese es el verdadero blindaje: si hay proyectos conjuntos de I+D, el costo político para Washington de poner en riesgo el acuerdo es mucho mayor.

Con Canadá, lo importante es coordinar con Ottawa para que la revisión sea conjunta y, sobre todo, impulsar agendas tecnológicas que refuercen la región. El verdadero blindaje del T-MEC no está en los aranceles, sino en la cooperación científica y en la capacidad de México de integrarse en centros de investigación internacionales y cadenas de valor tecnológicas.

En este contexto, vale la pena destacar la reciente visita a México del Secretario de Estado Marco Rubio, así como el anuncio de que el Primer Ministro de Canadá, Mark Carney, estará en la CDMX en los próximos días para “ampliar la relación” con el Gobierno mexicano. Son señales de que Norteamérica está entrando en un ciclo de reajuste diplomático y comercial en el que la ciencia y la tecnología deben ser pilares de la agenda regional.

Hace unas semanas, México asistió como observador a la cumbre de los BRICS en Río, mientras que en noviembre participará en el G20 en Johannesburgo. ¿Qué significa moverse entre esas dos arenas?

Los BRICS son un laboratorio de multipolaridad. México no es miembro, pero estar presente ya es un mensaje: se habla con Brasil, India, Sudáfrica, Emiratos Árabes Unidos e Indonesia. Eso abre ventanas bilaterales en comercio y cooperación científica.

El G20, en cambio, es la gran cumbre global de legitimidad internacional. Allí conviven Estados Unidos, China, la Unión Europea, India, Brasil y también se discuten temas urgentes que involucran a África, especialmente desde la presidencia sudafricana. México tiene ahí la oportunidad de presentarse como potencia media que propone soluciones, no solo diagnósticos, en financiamiento climático, reforma de la deuda y gobernanza digital.

Si México llega con una agenda de diplomacia científica climática y de salud, reforzada por su liderazgo en CELAC, podrá proyectarse más allá de su vecindario norteamericano. Y aquí entra también el papel de MIKTA (México, Indonesia, Corea, Turquía y Australia), un foro donde México puede impulsar proyectos de innovación científica y climática junto con potencias intermedias. Siempre que puedo recalco que MIKTA es un espacio paralelo con gran potencial de crecimiento.

Usted vivió más de diez años en China y es reconocido como uno de los mayores expertos en política exterior china. ¿Qué lecciones aplican a la relación de México con el gigante asiático, marcada por la cancelación de la planta de BYD y la cumbre de la OCS en Tianjin?

La relación con China exige cautela y pragmatismo. México no puede darse el lujo de ignorar a la segunda economía del mundo, pero tampoco de comprometer su ancla norteamericana. El caso BYD fue claro: la presión política de Washington pesó más que el potencial de inversión.

Dicho eso, hay campos legítimos de cooperación: inteligencia artificial, agricultura de precisión, biomedicina, movilidad eléctrica. La clave es gestionarlos con transparencia, evitando percepciones de triangulación.

Además, no olvidemos que la diplomacia urbana es un puente útil: la CDMX mantiene lazos con Shanghái, Monterrey colabora con Shenzhen. Son espacios donde se pueden construir proyectos técnicos sin entrar en alineamientos geopolíticos rígidos.

Alexis Roig es uno de los principales expertos internacionales en diplomacia científica y en diplomacia de ciudades.

En enero concluyó la modernización del acuerdo con la Unión Europea. ¿Qué valor le atribuye a esa relación?

Es una de las alianzas más estratégicas que México puede consolidar. En enero de 2025 se cerraron las negociaciones de la modernización del Acuerdo Global, y el 3 de septiembre la Comisión Europea presentó formalmente la propuesta al Consejo y al Parlamento Europeo para su firma y ratificación. Después de casi una década de discusiones, esto coloca al acuerdo en la recta final hacia su entrada en vigor.

El impacto inmediato será económico: reducción de aranceles a productos agroalimentarios mexicanos; simplificación de procesos administrativos; y acceso preferente a materias primas estratégicas vinculadas a la transición verde. Pero lo más transformador está en el campo de la ciencia, la tecnología y la innovación.

Hoy México ya participa en Horizon Europe, pero lo hace como país tercero, lo que significa que nuestras universidades y centros de investigación pueden integrarse en consorcios, aunque por lo general sin acceso directo a la financiación de Bruselas. Con el acuerdo modernizado, México podrá hacerlo en condiciones más ventajosas: con acceso directo a fondos europeos, con mayor estabilidad regulatoria y con una integración más estructural en los centros de investigación internacionales que diseñan la frontera del conocimiento.

En la práctica, esto significa pasar de ser un socio invitado a ser un socio estratégico de la Comisión Europea en áreas críticas como biomedicina, inteligencia artificial, transición digital y energía limpia. Ese es el salto cualitativo que puede darle a México una verdadera proyección global a su diplomacia científica, reforzada por estándares compartidos con la Unión Europea.

Además, se ha anunciado que Emmanuel Macron tiene previsto realizar una visita oficial a México en noviembre, lo cual abre una ventana diplomática clave para profundizar esta agenda estratégica.

Profesor Roig, usted fue uno de los principales expertos seleccionados por la Comisión Europea para elaborar el nuevo Marco Europeo para la Diplomacia Científica, presentado este año. ¿Qué lecciones podemos aplicar para una futura estrategia de diplomacia científica en el ámbito iberoamericano?

El nuevo marco europeo parte de una idea muy sencilla, pero poderosa: la ciencia no solo es un recurso de política exterior, sino una verdadera infraestructura de confianza. Europa entendió que, en un mundo donde la geopolítica se vuelve más tensa, necesita mecanismos que fortalezcan la credibilidad de sus instituciones científicas y que conecten a investigadores, diplomáticos y ciudadanos en un proyecto común.

Esa experiencia es muy valiosa para Iberoamérica. Tenemos un activo extraordinario: lazos culturales profundos e instituciones como la SEGIB y la OEI, que contribuyen a articular una estrategia regional. Tuve la ocasión de diseñar la estrategia para el lanzamiento de la Red Iberoamericana de Diplomacia Científica con la SEGIB y, actualmente, formo a altos funcionarios como parte del curso Diplomacia científica y política exterior en Iberoamérica de la OEI. No partimos de cero, pero nos falta dotarnos de una dimensión diplomática que convierta todas estas iniciativas en una verdadera estrategia iberoamericana de diplomacia científica.

Si algo podemos aprender del modelo europeo es la importancia de la continuidad institucional y de una narrativa común. La ciencia iberoamericana debe presentarse al mundo no como esfuerzos dispersos, sino como una voz regional capaz de proponer soluciones conjuntas en clima, salud o inteligencia artificial.

En definitiva, así como Europa ha colocado la ética científica y la transparencia en el centro de su diplomacia, Iberoamérica puede construir su propio marco, basado en su diversidad y en la convicción de que la ciencia es un motor de cohesión y proyección internacional.

Hace unas semanas, México fue sede de la primera reunión ministerial regional rumbo a la COP-30 en Belém. ¿Qué lectura hace de ese movimiento?

Fue un movimiento acertado y con visión. México asumió el liderazgo en un terreno donde difícilmente genera polarización: el clima. Al convocar a 22 países de América Latina y el Caribe para una reunión ministerial en la CDMX, no solo coordinó una posición común hacia la COP-30, sino que activó una forma de diplomacia científica climática, basada en evidencia, solidaridad y acción colectiva.

Ese encuentro no fue meramente simbólico. Se sentaron las bases de una narrativa regional coherente, la llamada COP de la verdad, como la definió el presidente designado, André Corrêa do Lago, y se aprobó una declaración que reafirma el compromiso de la región con el régimen climático internacional, el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Además, México presentó su hoja de ruta para la COP-30: una Estrategia de Acción Climática Regional que combina equidad social, inclusión económica, protección ambiental y soberanía energética. Entre los compromisos, destacó el objetivo de alcanzar un 35 % de energía renovable para 2030, programas como Sembrando Vida, inversiones en movilidad eléctrica y proyectos de infraestructura resiliente.

Este tipo de diplomacia científica climática, que articula datos, cooperación técnica, narrativa política y financiamiento, no solo da legitimidad internacional, sino que coloca a México en la vanguardia del liderazgo ambiental del Sur Global. Mostró que, cuando se combina evidencia, cooperación multilateral y voluntad política, América Latina puede presentarse unida ante desafíos globales y con voz propia.

Hablemos ya de frente: ¿por qué insiste tanto en que México apueste por la diplomacia científica?

Porque la ciencia es el último lenguaje común en un mundo fragmentado. La política se polariza, la economía se tensiona, pero los datos, la evidencia y la cooperación científica siguen siendo terreno neutral.

La diplomacia científica no es un accesorio: es infraestructura de confianza. Permite crear redes estables en salud, clima, IA o biotecnología. México puede convertirse en potencia media científica regional, capaz de tender puentes entre Norte y Sur.

Y aquí hay algo crucial: hablamos también de ética científica. No basta con innovar; hay que hacerlo con transparencia y responsabilidad. En tiempos de desinformación, cuando titulares y algoritmos a menudo pesan más que la evidencia, la diplomacia científica implica también defender las condiciones que hacen posible la verdad.

Vivimos en una era en la que la verdad se ve sometida frecuentemente por intereses de grupos políticos y mediáticos de todo tipo. La ciencia, con su método y su ética, tiene un valor insustituible. La diplomacia científica consiste en resistir la tentación del clickbait, en no dejar que el espectáculo mediático o pseudoperiodístico condicione la política exterior. Necesitamos diplomáticos, científicos y periodistas independientes comprometidos con la verificación, la neutralidad y la evidencia.

La inauguración de la 13ª Feria del Libro de Relaciones Internacionales fue presidida por el canciller mexicano, Juan Ramón de la Fuente, y el Director General del Instituto Matías Romero, Juan José Bremer.

Usted ha sido uno de los principales impulsores del concepto de diplomacia de ciudades en foros internacionales. Más allá de la diplomacia tradicional de los Estados, ¿qué papel están jugando hoy las ciudades mexicanas en este mapa global?

Las ciudades mexicanas ya son actores globales de pleno derecho. La Ciudad de México es un nodo alfa, con acuerdos de diplomacia científica con Barcelona y con presencia en redes de ciudades inteligentes y climáticas como C40, donde ha liderado proyectos de movilidad eléctrica y transporte público de cero emisiones. Monterrey se ha consolidado como hub industrial con vínculos estratégicos con ciudades de Texas, Toronto y con el ecosistema tecnológico de Shenzhen en China. Guadalajara es hoy un polo digital reconocido en foros internacionales, y Mérida se ha convertido en referente de resiliencia climática para otras urbes costeras de América Latina.

Este dinamismo urbano tiene una proyección internacional clara también en los ámbitos de la ciencia y la tecnología. No es casualidad que la CDMX fuera anfitriona de la cumbre global STS Forum América Latina y el Caribe en 2023, en el que tuve el privilegio de ser ponente, y que este año la edición se organice en Morelos, con participación de líderes políticos y científicos de todo el continente. Eso muestra que las ciudades mexicanas no son simples receptores de políticas nacionales, sino plataformas de diplomacia científica con impacto regional e internacional.

La diplomacia de ciudades es complementaria a la de los Estados. Mientras los gobiernos discuten a nivel multilateral, las ciudades generan proyectos concretos, aplican soluciones tecnológicas y comparten aprendizajes directos en ámbitos como la energía, la digitalización o la gestión climática. México tiene la gran ventaja de contar con urbes diversas y dinámicas, capaces de tender puentes desde lo local hacia la geopolítica global del conocimiento.

Profesor, ¿cómo imagina a México en diez años si logra articular esta agenda? ¿Y qué consejo daría a los jóvenes diplomáticos mexicanos?

Si México logra consolidar esta visión, para 2035 será reconocido no solo como potencia manufacturera, sino como potencia media científica y urbana, con legitimidad internacional y capacidad de mediación.

A los jóvenes diplomáticos les diría algo simple: aprendan ciencia, tecnología y gestión urbana. Porque la diplomacia del futuro no se hará solo en cancillerías, sino también en laboratorios y alcaldías.

Y añadiría algo más: cultiven la ética científica y la serenidad frente al ruido. Hoy vivimos en un entorno donde los medios y la política marcan ritmos rápidos, mientras que la ciencia avanza en ciclos largos y rigurosos. La diplomacia científica consiste en sostenerse en la evidencia y la verificación, defendiendo la verdad en tiempos donde todo parece relativo.

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