
La mañana del jueves 19 de septiembre de 1985, a las 7:19 horas, un terremoto de magnitud 8.1 sorprendió a los habitantes de la Ciudad de México, entre ellos a la mamá del bebé que fue bautizado El Niño Terremoto.
El epicentro se localizó frente a las costas de Michoacán, pero las ondas sísmicas golpearon con una fuerza devastadora el centro del país. En apenas minutos, la capital mexicana quedó transformada. Edificios enteros colapsaron, hospitales quedaron inutilizados y miles de familias quedaron atrapadas entre escombros.
La historia del Niño Terremoto
En Plaza San Camilito, en Garibaldi, una familia de mariachis quedó sepultada. Entre ellos, Martha Cruz Rojas, de apenas 17 años y con siete meses de embarazo. La abuela, Brenda Medina, había salido temprano a comprar leche. Aquella rutina le salvó la vida.

Cuando volvió, encontró el edificio reducido a polvo y varillas retorcidas. El área estaba acordonada, pero se negó a marcharse. Compró una navaja de rasurar en una tienda cercana, como si presentara un presentimiento. Durante tres días no abandonó el sitio, esperando que la dejaran acercarse. El 22 de septiembre logró entrar entre los escombros, donde reconoció el cuerpo de su hija por el vestido y las manos que protegían el vientre.
En palabras recogidas por BBC Mundo, Brenda relató que, movida por la desesperación y la fe, abrió el abdomen de su hija y extrajo al bebé aún con vida. Lo entregó a los paramédicos de la Cruz Roja que, entre improvisados hospitales en gimnasios, lograron mantenerlo con respiración asistida. Así nació Jesús Francisco Flores, conocido desde entonces como el “Niño Terremoto”.
Jesús llegó al mundo entre un mar de cadáveres, polvo y silencio. Veinticuatro de sus familiares murieron aquella mañana. Sus padres aún no le habían puesto un nombre. Su abuela lo llamó Jesús, un acto de fe y de encomienda divina: “Lo elige mi abuela para encomendarme al Señor”, recordaría años después.
Él mismo ha contado en entrevistas que sobrevivir fue una conjunción de la fe de su abuela, la resistencia de su cuerpo y lo que llama el poder de Dios: “Diosito me permitió vivir porque quizá me necesita para algo”.
La infancia del Niño Terremoto tras el sismo de 1985
La vida después del milagro no fue fácil. Jesús creció bajo el cuidado de su abuela, quien arrastró profundas secuelas emocionales y de salud mental tras perder a casi toda su familia. A falta de recursos, el niño sobrevivió limpiando parabrisas, vendiendo chicles y cantando en microbuses canciones de Pedro Infante y Juan Gabriel.
Ese origen marcado por la tragedia lo convirtió en un símbolo de resistencia. “Nací de entre los muertos”, declaró en una entrevista con la BBC, donde recordó que fue extraído del vientre de su madre muerta en un edificio reducido a ruinas.
El Niño Terremoto, memoria viva del 19 de septiembre
Cada año, cuando México recuerda los sismos del 19 de septiembre, la historia de Jesús vuelve a la memoria colectiva. La historia de Brenda, su abuela, es también la de miles de mujeres que en medio de la tragedia se convirtieron en pilares de sobrevivencia y resistencia.
¿Cuántos muertos hubo en el terremoto de 1985?
El Servicio Sismológico Nacional calculó oficialmente poco más de seis mil víctimas mortales, aunque organismos internacionales y expertos elevaron la cifra hasta 40 mil.
Las pérdidas materiales superaron los 4 mil millones de dólares y al día siguiente, un nuevo sismo de magnitud 7.6 terminó de derrumbar inmuebles ya fracturados.