El maíz no es solo un cultivo: es la raíz de nuestra historia y el alimento que sostiene a México. Este 29 de septiembre se celebró el Día Nacional del Maíz y ésta viene acompañada de una alerta: el país podría perder más de la mitad de sus maíces nativos si no actuamos pronto. Y con ellos se perdería también nuestra mejor arma frente al cambio climático, pues su diversidad genética es clave para resguardar nuestra soberanía alimentaria ante sequías, plagas y temperaturas extremas.
Semillas de historia: por qué los maíces nativos importan
México es reconocido en todo el mundo como la cuna del maíz. Aquí se originó, fue domesticado y desarrolló una diversidad única: hoy se estima que existen 64 razas nativas mexicanas, adaptadas a distintos paisajes, climas y tradiciones a lo largo de miles de años.
Esta riqueza se refleja en la mesa y en la vida cotidiana. El cacahuazintle es indispensable para el pozole, el maíz azul da a las tortillas un sabor y una textura inconfundibles, el bolita es la base de las tlayudas oaxaqueñas, y el palomero, estalla en pequeñas “flores” convertidas en palomitas. Cada variedad está ligada a un platillo, una celebración y la memoria de las comunidades.
En el ámbito rural, los maíces nativos trascienden la función alimentaria. Se emplean en ceremonias y rituales, forman parte de remedios tradicionales, circulan como bienes de intercambio y son fuente de orgullo comunitario. Conservar y sembrar semillas propias no solo asegura la cosecha del siguiente ciclo: es también un acto de autonomía, de herencia y de continuidad cultural.
Su valor, además, es estratégico. Adaptados a las condiciones locales, los maíces nativos resisten sequías, plagas y heladas, y su diversidad genética constituye un recurso esencial para desarrollar nuevas variedades más resistentes. No solo nos vinculan con el pasado: también son una de las llaves para garantizar el futuro de nuestra alimentación.
Los guardianes invisibles
Los guardianes de esta diversidad son los pequeños productores rurales, quienes continúan sembrando maíces nativos aun cuando esta actividad les deja escasas recompensas económicas e, incluso, en muchos casos, pérdidas. Sus rendimientos —alrededor de 1.4 toneladas por hectárea— son considerablemente menores a los de los maíces mejorados, que alcanzan en promedio 6.6 toneladas por hectárea, y el mercado no reconoce ni remunera la calidad, el sabor y la riqueza cultural que estos granos representan.
A pesar de ello, los siguen cultivando porque conservar sus semillas es un acto de identidad y orgullo. Sembrar maíces nativos es también una forma de resistencia: una práctica que fortalece los lazos comunitarios y mantiene viva una herencia milenaria. Un estudiorealizado por investigadores del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE) de la Universidad Iberoamericana muestra que, precisamente por estos valores culturales y sociales, el valor que los productores asignan a sus maíces nativos puede ser hasta diez veces mayor que el que reciben en el mercado.
Así, quienes cuidan los maíces nativos cumplen una doble labor silenciosa, realizada de manera gratuita y muchas veces a costa de su propio bolsillo: mantienen vivas las variedades que dan identidad a nuestra gastronomía y, al mismo tiempo, resguardan un patrimonio genético esencial para enfrentar los desafíos del cambio climático y garantizar la seguridad alimentaria.
Política para el futuro: pagar por conservar
Un estudio encabezado por investigadores del EQUIDE, el TEEB AgriFood Maíz-Milpa, advirtió que, de no aplicarse medidas efectivas de conservación, México podría perder hasta el 61% de sus poblaciones de maíces nativos hacia 2050, con consecuencias profundas para la diversidad genética, la seguridad alimentaria y el patrimonio biocultural del país. Entre las principales causas de este riesgo se encuentran los bajos rendimientos, el avance de la agricultura industrial y la falta de relevo generacional en el campo.
Frente a este escenario, desde el EQUIDE se plantea una política pública de corto y mediano plazo orientada a la conservación de los maíces nativos. El eje central de esta propuesta es el reconocimiento de que quienes los preservan —principalmente pequeños productores y comunidades indígenas— realizan un servicio ambiental y cultural esencial, por lo que deben ser compensados de forma justa. El programa sugerido es integral y está dirigido a productores rurales en situación de pobreza alimentaria, con tres componentes principales:
Pago mensual por servicios de conservación, equivalente al costo de la canasta básica alimentaria, para quienes cultiven maíces nativos.
Asistencia técnica especializada para mejorar los rendimientos sin comprometer la diversidad genética.
Generación de espacios de comercialización que permitan vender productos elaborados con maíces nativos a precios justos.
En el marco del proyecto TEEB AgriFood Maíz-Milpa, las simulaciones con modelos de equilibrio general demuestran que la implementación del primer componente podría generar impactos positivos significativos en la población beneficiaria. Estos se reflejarían en un incremento de la producción, el autoconsumo y los ingresos de los hogares rurales participantes, sin efectos adversos sobre otros productores, la producción agrícola en su conjunto ni otros sectores económicos. Además, desde una perspectiva ambiental, el programa no implicaría mayor presión sobre los recursos hídricos ni sobre el uso de la tierra.
Estos resultados muestran que la propuesta de conservación es viable y socialmente justa, con el potencial de preservar la biodiversidad, fortalecer la seguridad alimentaria y contribuir a reducir la pobreza, todo ello sin generar impactos ambientales negativos.
Un llamado en el Día del Maíz
El Día Nacional del Maíz es mucho más que una conmemoración: es un llamado urgente a proteger un patrimonio que ha alimentado a México a lo largo de su historia y a reconocer, con justicia, a quienes lo han resguardado generación tras generación. En un contexto de crisis climática, conservar la diversidad del maíz no es únicamente un desafío de seguridad alimentaria: es, sobre todo, un acto de identidad, de memoria colectiva y de responsabilidad con el futuro.
Análisis de especialistas de la Universidad Iberoamericana son presentados a nuestros lectores cada 15 días en un espacio que coordina el Departamento de Economía de la Universidad Iberoamericana, CDMX
Comentarios: pablo.cotler@ibero.mx
* El autor es miembro del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE)