
La llamada “revolución verde” aumentó drásticamente los rendimientos de granos como trigo, arroz y maíz, gracias a semillas de alto rendimiento, fertilizantes, infraestructura de riego y control de plagas, aumentando la disponibilidad física y el acceso económico a calorías suficientes, evitando hambrunas en una diversidad de países. En el contexto de la posguerra y rápido crecimiento demográfico, brindó seguridad alimentaria y margen para políticas de desarrollo. Estos beneficios son irrefutables.
Sin embargo, la situación actual es distinta. Hoy tenemos crisis simultáneas de obesidad, desnutrición y cambio climático, suelos degradados, agua contaminada y escasa, una distribución inequitativa de los recursos y caídas vertiginosas en las tasas de natalidad.
¿Qué entendemos por sistema alimentario?
El sistema alimentario comprende a los actores y sus actividades interrelacionadas en la producción, procesamiento, distribución y comercialización, consumo y disposición (pérdida o desperdicio) de los alimentos, e incluye los impactos en la salud humana y planetaria. No tiene una correspondencia con las clasificaciones económicas tradicionales, como el SCIAN, que evolucionan agregando actividades de acuerdo con la contribución histórica que hacen a la economía, pero si se le estudia de manera integrada, resulta ser un sector económico crucial. La FAO ha estimado que el sistema alimentario contribuye con el 15% del PIB mundial, utilizando series comparables para 170 países y delimitando el sistema alimentario más allá del sector primario, incluyendo procesamiento, transporte, comercio, servicios de alimentos, insumos, etc.).
Impactos del sistema alimentario actual
De acuerdo con la Comisión Eat-Lancet 2025, un consorcio interdisciplinario global de setenta expertos, el sistema alimentario lidera los impactos negativos en la transgresión de cinco de las nueve fronteras planetarias seguras para la viabilidad del bienestar humano en el planeta: conversión de suelos, biósfera degradada, agua contaminada, exceso de biogeoquímicos en el ambiente (nitrógeno y fósforo) y concentraciones elevadas de gases de efecto invernadero. Destaca que la producción y uso de fertilizantes sitúan al sistema alimentario como responsable de casi la totalidad de las transgresiones de nitrógeno y fósforo. Otros impactos indeseados evidentes ocurren en la salud de las personas, pues la obesidad y otras enfermedades vinculadas con dietas no saludables o contaminación ambiental como diabetes, enfermedades cardiovasculares y varios tipos de cáncer han crecido aceleradamente en las últimas décadas. Sin embargo, el sistema alimentario también concentra una oportunidad histórica para corregir el rumbo, siempre y cuando se hagan cambios con la urgencia requerida.
Las actividades a lo largo de las cadenas alimentarias son esenciales para la subsistencia, por lo que su reducción no es viable. Entonces, ¿qué propuestas existen para mejorar el funcionamiento del sistema alimentario? Primero hay que pensar en sus objetivos. Limitarse a ofrecer una cantidad per cápita de calorías ya no es compatible con el curso actual. De hecho, se producen más calorías de las que se requieren, en México y globalmente. No podemos permitir que el sistema alimentario continúe funcionando de manera inercial.

Nuevos objetivos y alternativas de política pública
Organismos multilaterales como la Organización Mundial de la Salud y la academia desde consorcios como la Comisión Eat-Lancet, han recomendado paquetes de políticas que operen de forma simultánea y coordinada en diversos ámbitos, como el fomento de (a) entornos compatibles con las dietas saludables y sostenibles, (b) dietas tradicionales con alto valor cultural y ecológico (c) la intensificación sostenible y ecológica de la producción, (d) trabajo digno en todas las cadenas alimentarias.
México destaca por contar con políticas para limitar la accesibilidad de alimentos no saludables, su disponibilidad en entornos escolares, informar a los consumidores y limitar la publicidad, pero se requiere incidir en cada eslabón de las cadenas alimentarias como la producción, el procesamiento y el abasto. El 17 de abril de 2024 se publicó la Ley General de la Alimentación Adecuada y Sostenible (LGAAS), la cual sistematiza los avances previos y las propuestas para la transformación del sistema alimentario, que van desde la promoción de la lactancia materna, el soporte a entornos alimentarios escolares saludables, la producción agrícola sostenible, el abasto y la distribución eficiente de alimentos y las compras públicas de alimentos, hasta la organización de la participación social y las generalidades de un consejo nacional intersectorial y consejos similares en los niveles estatal y municipal, modelo novedoso de gobernanza multisectorial para facilitar la coordinación.
Las decisiones legislativas y ejecutivas que impactan en el sistema alimentario deben reconocer la complejidad y urgencia de las acciones requeridas. La LGAAS estableció un plazo de 180 días naturales para publicar el reglamento correspondiente, sin embargo, esto no ha ocurrido y se convierte en un obstáculo para la planeación, presupuestación, implementación, monitoreo y evaluación de las políticas públicas necesarias.
La implementación de la LGAAS y los programas sectoriales relacionados requiere inversión, pero se puede empezar por corregir varios incentivos. Por ejemplo, se deben revisar los subsidios y apoyos que hoy sostienen prácticas agrícolas insostenibles y la sobreproducción de materias primas para la elaboración de productos comestibles industrializados no saludables. Tomar las decisiones correctas acerca de las acciones recomendadas para transformar el sistema alimentario global pueden permitir una rentabilidad de hasta 10 dólares por cada dólar invertido, de acuerdo con el reporte de Eat-Lancet.
Dietas recomendadas y justicia social
La recomendación dietética no cambió sustancialmente entre las comisiones Eat-Lancet 2019 y 2025, en síntesis, procurar dietas predominantemente basadas en plantas, con inclusión moderada de alimentos de origen animal, consumo mínimo de azúcares añadidos y adaptación a contextos culturales diversos. Lo que se ha enfatizado en 2025 es el enfoque en derechos humanos y las asimetrías de poder. El reporte señala que la mitad de la población mundial se encuentra por debajo de nueve fundamentos sociales mínimos, esto es, de condiciones que permiten el ejercicio de los derechos humanos básicos; si ese piso no se fortalece, la transición hacia la sostenibilidad será socialmente inviable. Es alarmante que con estos criterios sólo el 1% de la población pueda clasificarse como segura. Como un ejemplo, los precios de las frutas y verduras, que debieran ser la base de nuestra alimentación, han crecido muy por encima de la inflación México. Puesto que los salarios cambian tomando en cuenta a la inflación, las frutas y verduras son relativamente más caras con el paso del tiempo.
Los aspectos sociales apenas se están reconociendo e incorporando de manera sistemática en las propuestas para transformar los sistemas alimentarios. Por ejemplo, entre los reportes de las comisiones Eat-Lancet de 2019 y 2025, una de las diferencias más notables es que en la segunda se reconoce con convicción la dimensión social. La urbanización y las especializaciones productivas hacían irrelevante hablar del derecho a producir, pero hoy cobra relevancia por el acceso desigual a recursos para la producción como agua y suelos de calidad. En México se reconoce el derecho universal a la alimentación adecuada, pero en su ejercicio hay brechas evidentes, pues los grupos sociales económica y socialmente marginados enfrentan barreras en el acceso físico y económico a dietas adecuadas, de ahí la persistencia del hambre y la inseguridad alimentaria.
Faltan políticas públicas que fortalezcan estándares laborales y de protección social a lo largo de las cadenas alimentarias. Las inequidades en el ingreso laboral se sufren en ocupaciones del sistema alimentario que perciben ingresos muy bajos, como los vendedores de comida callejera, los trabajadores de preparación y servicio en las cadenas de comida rápida y restaurantes y, por supuesto, los jornaleros agrícolas; los ingresos laborales promedio en estas ocupaciones se encuentran por debajo de los 5,000 pesos mensuales.

Día Mundial de la Alimentación: oportunidad de replanteamiento
En el contexto actual toma relevancia el día mundial de la alimentación (16 de octubre). Es una oportunidad para reevaluar los paradigmas que de manera consciente o inconsciente afectan nuestras elecciones. La buena alimentación debe verse como responsabilidad compartida, y las consecuencias de la dieta dejar de verse como personales, porque hay efectos indirectos.
Las alternativas para construir un sistema alimentario más sostenible se fundamentan en el marco de los derechos humanos. En México, toda persona tiene derecho a la alimentación, a un ambiente saludable y a un trabajo digno. Además, en el entorno de inestabilidad geopolítica creciente, parte del futuro de la seguridad alimentaria, la salud y el clima se juegan en el tablero del sistema alimentario. Las naciones tendrán que fortalecer su resiliencia frente a choques cada vez más intensos y frecuentes.