
Horas antes del asesinato de la agente de la Guardia Nacional, Stephany Carmona Rojas, quien era originaria de Ajalpan, Puebla, emperraron a circularon presuntas conversaciones entre ella y una amiga, en las que relataba los abusos que sufría dentro de la corporación.
En los mensajes se leen frases como:
“Me ha robado mucho tiempo, momentos con mi familia que jamás recuperaré. Me han humillado, gritado, madreado, hasta acosado y aquí sigo”.
También confesaba que, a pesar de las agresiones, continuaba porque su trabajo representaba “su sueño”, aunque llevaba meses sin poder salir del cuartel.
“Así son de perros. Yo hice un parte y ni así”, se lee en otra de las conversaciones, refiriéndose a que ya había denunciado el acoso sin obtener respuesta.
El asesinato dentro del cuartel en Acapulco
Stephany Carmona, de apenas 19 años, fue asesinada el martes 14 de octubre dentro del 51º Batallón de la Guardia Nacional en Acapulco, Guerrero.
De acuerdo con el informe pericial, su cuerpo fue hallado con dos disparos en la cabeza dentro de las instalaciones donde estaba asignada.
El presunto responsable es el sargento segundo Yair Manuel Ramírez de la Cruz, quien se dio a la fuga tras el ataque. Las autoridades del recinto no impidieron su salida.
Aunque en un inicio la institución informó a su familia que la muerte ocurrió durante una “práctica de tiro”, los familiares desmintieron esta versión y aseguraron que se trató de un feminicidio cometido dentro de una institución federal.
La versión de la familia: “Nada de lo que me dijeron tenía sentido”
La madre de Stephany, María Fernanda Carmona, narró que recibió la noticia en circunstancias confusas.
“Me dijeron que había salido de cirugía, pero cuando llegué al hospital encontré a mi hija dentro de una bolsa negra, en una camilla. Nada de lo que me dijeron tenía sentido”, declaró para La Crónica.
El cuerpo fue trasladado al Hospital Naval Militar de Acapulco y posteriormente al Servicio Médico Forense (Semefo), donde permaneció hasta su traslado a Puebla.
Denuncias ignoradas y omisión institucional
Antes de ser asesinada, Stephany había denunciado ser víctima de acoso sexual y laboral dentro del batallón.
Compañeras de la Guardia Nacional confirmaron que presentó quejas formales, pero no se abrió ninguna investigación interna.
Testimonios de otras mujeres señalan que existe un patrón de hostigamiento y represalias dentro de las fuerzas federales.
Colectivos feministas exigieron que el caso se investigue con perspectiva de género y sin encubrimiento institucional, denunciando que este tipo de agresiones suelen quedar impunes.
El presunto agresor sigue prófugo
El principal sospechoso, Yair Manuel Ramírez de la Cruz, continúa prófugo.
La Fiscalía de Guerrero mantiene un operativo en terminales de autobuses y en el aeropuerto de Acapulco para localizarlo, sin resultados hasta el momento.
En su natal Ajalpan, Puebla, familiares, amigas y vecinos realizaron una vigilia bajo el lema #JusticiaParaStephany, exigiendo a las autoridades esclarecer los hechos.
“Mi hija soñaba con servir a México. Ahora le pido al Estado que la proteja, aunque sea con justicia”, dijo su madre durante la ceremonia.
Traslado y despedida en Ajalpan, Puebla
La noche del 16 de octubre, los restos de Stephany fueron trasladados desde Acapulco hasta Ajalpan, donde la comunidad la recibió con globos blancos, veladoras y aplausos.
El funeral se realizó al día siguiente, acompañado por muestras de indignación y llamados a la justicia.
El Ayuntamiento de Ajalpan emitió un comunicado pidiendo una investigación “exhaustiva y con apego a la ley” y reiteró su apoyo a la familia.