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Libros de Texto Gratuitos: por qué nadie está contento

Más allá de la polémica sobre si “son comunistas” o no, si son precarios, faltos de estructura o insuficientes, la nueva generación de Libros levanta una oleada de inconformidades por la opacidad en el proceso de elaboración, producción y distribución

Primera parte

Especial

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Porque tienen de más o tienen de menos; porque “son comunistas” o simplemente malos, porque los produce este gobierno, porque los especialistas en educación los consideran precarios, faltos de estructura o insuficientes, porque se brincaron todas las normas vigentes para su elaboración, la nueva generación de Libros de Texto Gratuitos, produjo una oleada de inconformidades y polémicas y, a contracorriente, estarán en los salones de clases el próximo 28 de agosto, cuando, después de poco más de un mes de vacaciones, los 24.4 millones de alumnos que estudian en las 230 mil escuelas, públicas y privadas, de educación básica regresen a continuar su formación bajo los criterios de la Nueva Escuela Mexicana, el proyecto educativo del gobierno lopezobradorista.

Y si la controversia y la crítica constituyen la tónica con que el país recibe a esa nueva generación de libros, se debe, esencialmente, a la opacidad con que el proceso de elaboración, producción y distribución de los nuevos materiales de estudio se ha realizado. Apenas el viernes 28 de julio, Leticia Ramírez Amaya, titular de la Secretaría de Educación Pública, durante la presentación de un libro conmemorativo del centenario de la creación de la SEP -que se celebró en 2021- hizo una breve presentación de los materiales, y detalló cuántos libros tendrá cada grado escolar y qué se pretende generar con los nuevos contenidos.

“Se trata de una nueva familia de libros que se inscribe en el proceso de transformación de la educación en México”, aseguró la secretaria. Cada alumno tendrá cinco libros: Proyectos de Aula, Proyectos Escolares, Proyectos Comunitarios, Nuestros Saberes y Múltiples Lenguajes. A partir del cuarto grado de enseñanza primaria se agregan otros materiales: un Atlas de México y el Mundo y el libro “México, Grandeza y Diversidad”. Para los profesores se agrega el titulado “Un Libro sin Recetas”.

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En principio, ese es el conjunto total de los textos para primaria. Resultó llamativo que Marx Arriaga, Director General de Materiales Educativos, entidad responsable del desarrollo de los contenidos educativos, no solo no estuviera presente, sino que se diera por enterado al día siguiente, cuando compartió en redes sociales un video donde la secretaria Ramírez Amaya muestra uno de los nuevos libros.

A pesar de que, según la titular de la SEP se trata de materiales que irán más allá del salón de clases, porque son “libros para trabajar y compartir con los compañeros, con las familias, entre maestros y maestras”, hasta el momento, los nuevos libros de texto gratuitos circulan en formato pdf, y se comparten por mecanismos electrónicos fuera de la estructura del gobierno federal y el sistema educativo. Si no fuera por esta circulación absolutamente informal, y por las discusiones, algunas en tono agresivo, que sostienen Marx Arriaga, sus detractores y sus partidarios, en las redes sociales, poco o nada de los contenidos de los nuevos libros se conocería fuera del ámbito docente.

LO QUE PASA CUANDO LA AUTORIDAD SE BRINCA SUS PROPIAS NORMAS

Lo que, en sentido estricto, son filtraciones de los contenidos de los nuevos libros, puesto que los planes y programas de estudio en que se supone deben sustentarse, no han sido publicados de manera oficial, como estipula la Ley General de Educación, han dado suficiente materia para que numerosas voces del ámbito académico alerten sobre los planteamientos precarios, defectuosos o insuficientes.

No es cosa menor que la producción, impresión y distribución de los libros de texto gratuitos se haya efectuado al margen de la norma educativa. La Ley General de Educación, vigente desde 2019 y que contiene un capítulo completo dedicado a describir al proyecto educativo del lopezobradorismo, es decir, a la Nueva Escuela Mexicana, también dispone que “la Secretaría considerará la opinión de los gobiernos de los Estados, de la Ciudad de México y de diversos actores sociales involucrados en la educación, así como el contenido de los proyectos y programas educativos que contemplen las realidades y contextos, regionales y locales”. Uno de esos actores sociales, por definición, está constituido por las comunidades académicas de alto nivel, que desde hace medio siglo habían formado parte de los equipos que producen los libros de texto gratuitos. Esta ocasión, fueron excluidos del proceso.

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Si bien Marx Arriaga, mediante sus cuentas en redes sociales, ha hecho diversas publicaciones a lo largo de 2022 y lo que va de 2023, donde muestra asambleas en las que participaron profesores de todo el país, “miles”, en palabras de la secretaria Ramírez Amaya, para desarrollar los nuevos libros de texto, lo cierto es que el proceso resultó opaco y atropellado. Los interesados en saber cómo se definieron las nuevas asignaturas y los nuevos contenidos podrían echar mano de las herramientas de transparencia que hoy existen, pero la documentación respectiva fue declarada expediente reservado, que, de darse, no soportaría un recurso de revisión.

Para cumplir la ley, según la cual los maestros deben ser capacitados para el uso de los nuevos materiales, se prepararon “talleres intensivos” para que los docentes, a quienes Arriaga -en consonancia con el discurso lopezobradorista de revalorar a los maestros- atribuye el peso definitivo en la definición de los nuevos contenidos, se familiaricen con materiales y estrategias pedagógicas.

Pero, al atropellar la Ley General de Educación, la Dirección General de Materiales Educativos volvió vulnerables a los nuevos libros, adicionalmente a los puntos débiles de los contenidos que la academia ya ha señalado. Los críticos más combativos de los libros de texto gratuitos, no los de la NEM, sino todos, a lo largo de sesenta y cuatro años, vieron la oportunidad de hacerse visibles. Los más notorios están en la Unión Nacional de Padres de Familia (UNPF)

Especial

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La UNPF es una vieja rival de los libros de texto gratuitos mexicanos. En 1960 se quejó por la existencia de libros “obligatorios y únicos”. Fue una de las voces que aseguró que se hacían “libros comunistas”. Protestó airadamente por los libros de ciencias naturales de 1970, para sexto año, que contenían elementos de educación sexual e ilustraciones, de un niño y una niña, desnudos, con los correspondientes esquemas de aparatos reproductivos. En 2002, su dirigente en turno aseguró que una ilustración de un libro de ciencias naturales, donde, para una lección sobre higiene diaria, se representaba a un par de niños duchándose, “promovía la homosexualidad”. La UNPF ha promovido la edición de libros de “desarrollo humano y sexualidad”, para que se empleen, en colegios católicos, en sustitución de los libros de ciencias naturales.

La polarización de la discusión pública provocó una coincidencia crítica: quienes señalan las violaciones a la norma y las fallas de calidad en los contenidos están en un frente similar a las agrupaciones de derecha que siempre han atacado a los libros de texto gratuitos. Por el momento, la afirmación de la titular de la SEP, cuanto a que los nuevos materiales fomentarán el trabajo colectivo y el pensamiento crítico, está en entredicho.

Escaramuzas y encontronazos

A los libros de texto gratuitos se les han criticado hasta las portadas, y no es cosa nueva. En 1960, un columnista del periódico Excelsior, Pedro Vázquez Cisneros, descalificó la cubierta de Mi Libro de Primer Año y Mi Cuaderno de Trabajo de Primer Año, argumentando que el autor era el “notorio comunista” David Alfaro Siqueiros, quien ya era la figura consagrada del muralismo que sigue siendo.

Durante los sesenta y tres años transcurridos desde entonces, las quejas y reclamos por los contenidos de los libros de texto o materiales asociados a ellos, se centraron primero en cuestionar al Estado mexicano como la entidad que determinara qué se enseñaba en las escuelas primarias.

El anticomunismo de los años sesenta marcó la institución en México del libro de texto gratuito. Al conocerse el nombramiento de Martín Luis Guzmán como presidente fundador de la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos, se le quiso descalificar llamándole “periodista rojo”, por su notorio y público anticlericalismo. En el archivo de Guzmán se conserva una carta donde Concepción Aragón, una mujer de 85 años, le ruega que los libros que produzca no sean ni anticatólicos ni antirreligiosos.

También en 1960 se afirmó que los libros de texto gratuitos estaban “mal escritos”. Para Jaime Torres Bodet, titular de la SEP, y Guzmán, ambos integrantes de la Academia Mexicana de la Lengua, y escritores reconocidos, que, además, revisaron personalmente las pruebas finales de los primeros libros, aquello era un insulto.

Dos años después del primer reparto de libros, en febrero de 1962, 150 mil personas se manifestaron en Monterrey. Sus consignas eran “No al libro de texto obligatorio” y “México sí, comunismo no”. En su informe de aquel año, el presidente López Mateos criticó a quienes “han tratado de desorientar a los mexicanos”, refiriéndose a los detractores del libro de texto gratuito. Mientras Guzmán respondía con dureza en su revista Tiempo, desde la Conaliteg envió a sus asesores pedagógicos a discutir con los quejosos.

Aquella reunión fracasó porque, como se indica en los informes entregados a Martín Luis Guzmán, muchos de los inconformes reconocieron que no habían leído los libros, y otros alegaron que los libros “son comunistas porque en ninguna de sus páginas aparece la palabra propiedad”. Ante una respuesta tan limitada, la profesora Dionisia Zamora Pallares, representante de la Conaliteg comentó que era como decir que un libro de ingeniería no servía porque en sus páginas no estaba la palabra “tornillo”.

En 1960, la primera generación de libros de texto gratuitos sí tenían ideología: algo que ahora llamamos “nacionalismo revolucionario”, y que pretendían formar a un escolar que, como los adultos, colaborara en el desarrollo nacional, y que profesara intenso amor a su patria, cuestión de la que se encargarían los contenidos de la asignatura Historia y Civismo. En 2023, las redes sociales están llenas de descalificaciones a los nuevos libros de texto gratuitos por “ideologizados” y -quién lo iba a decir- por “comunistas”. Si el tono del debate no se centra en la calidad de los materiales educativos, será un indicador de que muy poco hemos aprendido en sesenta años