Opinión

Hacia el abismo

La mayor dificultad que enfrentarán los nuevos planes de estudio y los nuevos libros de texto, que se pondrán en práctica el próximo mes de agosto, será, sin duda, la deficiente preparación de los docentes.

Nuevos libros de texto

Nuevos libros de texto

Cuartoscuro

No se ha ofrecido a los maestros un programa ordenado y sistemático para dotarlos de la formación que exige una reforma tan confusa y compleja como la que han impuesto las autoridades de la SEP.

Los autores de la reforma –dirigidos por el Dr. Marx Arriaga—han oscilado entre, por un lado, abrirse y enfrentar la crítica del público y por otro, darse prisa para transmitir subrepticiamente a los maestros los elementos básicos de su proyecto.

Lo que han decidido es lanzarse a un activismo frenético de divulgación apoyándose en los Consejos Técnicos de Escolares, bajo el supuesto de que estos órganos son como un aula a la que se va a aprender con el método tradicional de un emisor central omnisciente y un receptor pasivo y obediente --método de enseñanza contrario a lo que estos personajes predican en sus documentos.

Pero estas sesiones se realizan con gran discreción. El proceso se ha cubierto con una sombra de secretismo; en realidad, desde enero de 2022 hasta la fecha (julio 2023) no se ha hecho ninguna presentación pública formal, abierta, de los planes estudio y de las nuevas ideas que trae consigo la Nueva Escuela Mexicana.

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Tampoco se conoce un solo documento impreso y firmado donde se expongan los contenidos de la reforma (“no es reforma, dicen ellos, es transformación” para sincronizarse con Cuarta Transformación). Es obvio, empero, que el resultado de todo este activismo secreto no es suficiente para capacitar a los maestros para que manejen con fluidez los extraños conceptos e imposibles procedimientos que un grupo de pedagogos iluminados y sofisticados, concibieron para poner a la educación básica al servicio de la retórica presidencial.

Hay que reconocer, sin embargo, que estos profetas de la destrucción no han topado con ninguna resistencia significativa entre los maestros que, acostumbrados a seguir las disposiciones de la autoridad educativa, aceptan, a veces sin vacilar, lo que esa autoridad les presenta.

Los maestros se formaron en una cultura gremial donde son raras las actitudes críticas y el disentimiento; en cambio, es usual el sometimiento dócil ante la burocracia. El silencio de los maestros ante esta brutal imposición tiene que ver muchos con la falta de organizaciones autónomas (academias, colegios) en donde se pueda ejercer la libertad de crítica y el diálogo racional y sensato.

Tiene que ver, también, con la caja de hierro

que representa el SNTE, un aparato burocrático, centralista y autoritario cuyo objetivo es controlar la voluntad de los maestros y conducirlos psicológicamente a la obediencia y a la resignación, conductas que garantizan la estabilidad política en el sector educativo y, por proyección, en el país.

Por lo mismo, es frecuente encontrar comportamientos sumisos entre los maestros: guardan un respeto sagrado ante la autoridad (y ante los documentos oficiales). Eso explica, al menos en parte, la falta de voces discrepantes en el gremio ante la imposición de un proyecto con fines ambiguos y cuya jerga exótica es incomprensible.

Ese silencio no significa que los docentes acepten realmente lo que hoy les propone la SEP. Es verdad que la retórica populista, anti-neoliberal, que es como un dulce que envuelve la propuesta oficial, ha cautivado a algunos maestros de izquierda, ética y genuinamente comprometidos con las causas populares.

Estos maestros hacen grandes esfuerzos por descifrar la nomenclatura y los contenidos del proyecto Nueva Escuela Mexicana. En muchas ocasiones memorizan términos como “ejes transformadores”, “programa analítico”, “re-significación”, etc. pero no alcanzan muchas veces a asimilar el fondo filosófico post-moderno, irracional, anti-científico, profundamente conservador, de este planteamiento que se autocalifica de “transformador”.

Pero, sobre todo, es lamentable que no se perciban los efectos potencialmente desastrosos que para el sector educativo --e, indirectamente, para el país--, puede tener la aplicación de este cambio. Sobre la crisis educativa pre-existente, profundizada por la pandemia, se pretenden imponer, no soluciones, sino una aventura retorcida, falsamente educativa que no va a elevar la calidad educativa, sino que hundirá más a los aprendizajes, a las escuelas y a los maestros.