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Saturnino Cedillo: la rebeldía le costó la vida

Fue un revolucionario exitoso, con méritos y lealtades conocidas. Pero, como todos, tenía acuerdos y desacuerdos con el punto más alto del poder político, ese que decidía en la ciudad de México. Llegó a secretario de Estado. Y un día, simplemente se declaró en pie de guerra. Se levantó en armas, y de esa forma, se acabaron los recuerdos de las batallas en común, de las grandes aventuras. Así, selló su destino.

historias sangrientas

Fue revolucionario de todo a todo, desde los tiempos del levantamiento maderista.

Fue revolucionario de todo a todo, desde los tiempos del levantamiento maderista.

Vivió a salto de mata los últimos días de su vida. Feo final para un revolucionario de cepa, que había estado siempre en el lado adecuado, en el torbellino de movimientos que empezó en 1910. Pero los vaivenes de la vida, y los intereses heridos le tocaron el corazón y el orgullo. No acababa de entender al presidente Lázaro Cárdenas. Inconforme, dejó el hogar y anunció que se levantaba en armas. Así, el general Saturnino Cedillo decidió su destino. Era 1938. No viviría más allá de los primeros días de 1939.

Eso sí, se fue a lo grande: al mando de sus hombres, peleando a caballo. Pero, como finalmente se daba cuenta de que las cosas cambiaban, hasta echó mano de aviones para enfrentarse al ejército federal.

De él se dijeron muchas cosas: que si su naturaleza de cacique rudimentario y montaraz le impedía ver hacia dónde evolucionaba el pensamiento del presidente Cárdenas, que si le habían endulzado el oído, con miras a acercarlo al poderío nazi que se apoderaba de Alemania, que si en su decisión final estaba enredada la grilla relacionada con la compra de petróleo mexicano en Europa, en aquellos momentos en que los antiguos dueños de la industria expropiada boicoteaban a México. 

Tantas cosas se dijeron de Saturnino Cedillo, que era evidente que se trataba de un personaje importante, con muchos méritos en su carrera de revolucionario.

Mucha historia, en realidad, para terminar perseguido en la sierra, traicionado por uno de sus hombres. Mucha historia para terminar baleado, su cadáver retratado como el de tantos otros hombres de su generación: tendido en una camilla, rodeado de rostros con miradas ausentes, ajenos a la tragedia que toda muerte implica.

Pero así lo quiso el general Saturnino Cedillo: prefirió morir en combate, aunque fuese contra sus propios camaradas de mil batallas; la rabia de la pelea echada por delante, que no dijeran que, en el último minuto fue cobarde o prefirió rendirse. Era mucha historia la que traía a cuestas.

EL REVOLUCIONARIO REBELDE

El general Cedillo tuvo el tino de ser revolucionario de la primera hora, uniéndose a la oleada de la revolución maderista. Luego, la empezó a tocar de oído: se unió al orozquismo que se dedicó a hacerle la vida complicada al presidente Madero, se supo que se levantó en armas contra Victoriano Huerta, y se movilizó con su tropa en territorio de San Luis Potosí. Buena parte de aquellos años agitados anduvo por su cuenta, y sus hombres no reconocían a otro jefe que no fuera él. Pero finalmente, su olfato lo llevó del “lado correcto”, si es que hubo uno, de la revolución: a la hora de la confrontación entre constitucionalistas y convencionistas, había preferido aliarse con Villa y Zapata. Andando el tiempo, Cedillo se unió al Plan de Agua Prieta, poniendo hombres y armas bajo el mando de los sonorenses y separándose para siempre de Venustiano Carranza. Ya no se movería de ahí, y sucesivamente, sería un buen elemento para toda misión que se le encomendara.

Demostró con creces que era leal y efectivo. A Saturnino Cedillo, potosino, nacido en el rancho Palomas en Ciudad del Maíz, en 1890, se le encargaron asuntos importantes. Fue Cedillo, nada menos, quien logró cobrar la vida del general Enrique Gorostieta, comandante supremo de las fuerzas cristeras.

Pero, en el fondo, el general Saturnino Cedillo tenía alma de cacique. Venía de una familia propietaria de un pequeño rancho, que había sido el punto de partida para levantar la tropa con la que se fue a “la bola”. Finalmente, y como se dice, la revolución le hizo justicia; hasta lo convirtió en militar reconocido, porque, en realidad, Cedillo había andado buena parte de aquellos años, “por la libre”, ganando poder y peso en su San Luis Potosí y no había acabado de consolidarse dentro de algún bloque de poder específico.

Pero traía cosas interesantes entre manos. En su tierra, fue fundador de colonias agrícolas militares, y el gobierno de Álvaro Obregón lo reconoció como tal en 1922. Las colonias agrícolas era una forma de organización similar a la que había soñado Pancho Villa para sus Dorados cuando se fue a vivir a Canutillo. Villa no vivió para contarlo, pero Cedillo logró hacer que la idea fructificara en San Luis Potosí.

Aquel proyecto llamó la atención de algunos altos mandos del poder. En 1920, cuando Plutarco Elías Calles era secretario de Guerra, mantuvieron correspondencia. Cedillo estaba muy contento y agradecido por el apoyo que recibió de la ciudad de México para comprar caballos y mulas, además de los 200 arados que le dieron para impulsar la productividad en la región. La correspondencia de esos días habla, incluso de que Calles le apoyó para comprar un tractor y diversos materiales y herramientas de labranza. Por medio del general Joaquín Amaro, Cedillo hizo llegar su petición, ni él ni sus hombres querían permanecer en las fuerzas activas del ejército mexicano; preferían que se les reconociera todo lo hecho, se les licenciara y se les permitiera dedicarse a sus asuntos.

Lo veían con buenos ojos en la capital. Se sabe que recibió once mil pesos, una buena cantidad, con la que compró maíz y más instrumentos de cultivo. Hasta le facilitaron dos ingenieros -asunto comprometido por correspondencia- para acabar de organizar sus colonias agrícolas.

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Los cedillistas más entusiasmados aseguraban que las famosas colonias agrícolas eran un experimento exitoso, mejor aún que las ideas de Emiliano Zapata. En las colonias potosinas, surgiría una camada de pequeños propietarios, con libre usufructo de la tierra, con libertad completa para trabajarla o enajenarla.

Con esa benevolencia que se le dispensaba desde la ciudad de México, no resultó extraño que, a fines de la década de los 20, fuera gobernador de San Luis Potosí. Hasta nombramiento de Jefe de Operaciones Militares llegó a tener.

Cuando se dice que la revolución le hizo justicia, verdaderamente era que se le recompensaron los muchos años de andar en los movimientos armados. Era octubre de 1928 cuando el Senado de la República, de golpe, le reconoció los grados de coronel, general brigadier, general de brigada y general de división. El escalafón resuelto de un golpe de voluntad política. Lo que son las cosas: un par de años antes, la secretaría de Guerra ni siquiera podía generarle una hoja de servicios, alegando que no tenían ningún comprobante de su ingreso al ejército.

No lo licenciaron del Ejército; lo dejaron en calidad de reservista. De hecho, y al mando de 14 mil hombres, fue uno de los que sofocaron la rebelión escobarista.

Sí: la revolución le hacía justicia. Hasta fue secretario de Agricultura de Pascual Ortiz Rubio. Ahí duró hasta 1931, y en torno a él empezaron a correr rumores. Se decía que al general Cedillo no le faltaba mucho para levantarse en armas, al calor de las tensiones.

Pero todo parecía marchar bien. En junio de 1935, Lázaro Cárdenas lo nombró Secretario de Agricultura y Fomento. ¿Qué más podía querer?

CONTRA LOS NUEVOS AIRES REVOLUCIONARIOS

A la larga, se ha acabado por esclarecer que Saturnino Cedillo empezó a sentirse incómodo y en desacuerdo con el ideario cardenista. Hay elementos para pensar que estaba profundamente a disgusto con el proyecto de educación socialista, y que su idea de reparto agrario, basada en sus colonias agrícolas, integradas por grupos de pequeños propietarios, nada tenía que ver con la idea de Cárdenas en la materia ni con el concepto esencial de la revolución triunfante: el reparto agrario organizado en ejidos.

Porque no se cuidaba mucho de disimular sus descontentos, los rumores se fueron haciendo más fuertes, y muchos de ellos estaban encaminados a “quemarlo”, a denunciarlo como si fuera un cacique tirano como los que la revolución había combatido, pues “transaba”, por medio de terceros, a los campesinos, y la gente que operaba para él tenía acceso a armas para oprimir a los habitantes de las colonias.

Una denuncia escaló el problema: se capturó a un sujeto llamado Pilar García, quien aseguró que trabajaba bajo las órdenes del secretario Saturnino Cedillo, y que todas las tropelías cometidas en San Luis Potosí eran órdenes del antiguo general. Lo que Cedillo pretendía, aseguró García, era levantarse en armas, imponerse como cacique eterno con miles de campesinos a sus órdenes.

Cada uno de sus movimientos se convirtieron en otros tantos motivos de sospecha. Cedillo renunció a la secretaría en agosto de 1937, a causa de un conflicto estudiantil en la escuela de Chapingo.

Uno de sus enemigos, Vicente Lombardo Toledano, aseguró que Cedillo se había dejado engatusar por representantes de la Alemania nazi, y que, una vez lanzado a la rebelión recibiría ayuda de aquellos anticardenistas. Empezaron a menudear los informes, provenientes de Tampico, según los cuales el levantamiento era inminente.

El cerco de vigilancia se estrechó. Hubo informes de conversaciones con Cedillo, quien se declaraba dispuesto a entrar en batalla. Cedillo aseguraba tener el apoyo de militares de Tamaulipas, de Querétaro, de Nuevo León, de Puebla, de Veracruz, de Hidalgo, de Chiapas, de Oaxaca, además, desde luego, de la gente de San Luis. 

Amenazó con reventar las vías férreas, de atraer a su causa a Juan Andreu Almazán, conocido contrincante de Lázaro Cárdenas. En aquellos informes se aseguraba que Saturnino Cedillo iba tan encarrerado que hasta hablaba de nombrar representantes que conferenciaran con Alemania, Italia y Estados Unidos, tan seguro estaba de su poderío.

Así, levantó a su gente. Visionario, se sabe que en su levantamiento hasta contaba con aviones, aunque nunca se quiso subir a uno. Se insistía en que el dinero alemán estaba detrás de él. Pero, a la hora de la hora, resultó que era Cedillo y sus hombres, nada más, echados a andar por terratenientes potosinos que no querían que el reparto cardenista llegase al estado. En eso se habían entendido con Cedillo a las mil maravillas. Pero el apoyo no fue demasiado grande ni de mucho dinero. Tampoco había europeos de ninguna nacionalidad apoyándolo o financiándolo.

Muchos años después se ha establecido que Cedillo no fue considerado por la embajada alemana en México como de suficiente importancia para que valiera la pena involucrarse con él. Pero en aquel momento, el general parecía tener todo de su lado. Pero se equivocó.

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Creía Cedillo que podría resistir largamente el asedio de las fuerzas federales. Pero la aventura, iniciada en la segunda mitad de 1938 se desinfló: poco a poco se vio que el general no contaba con las grandes fuerzas que se decía. Se fue quedando solo, y lo siguieron hasta el final los campesinos de Ciudad del Maíz, beneficiarios de su proyecto de colonias agrícolas, y que, naturalmente, le debían la tierra que poseían.

Haciendo gala de valor, Cárdenas se presenta en San Luis Potosí en mayo de 1938. Y el cedillismo se va empequeñeciendo, se va haciendo humo. El rebelde se queda cada vez más solo, a grado tal que no queda clara su muerte: una versión oficial asegura que muere en batalla, derrotado en todo, pero peleando como un hombre. La versión cedillista, que se repetirá muchos años, asegura que uno de sus hombres lo traiciona, lo vende, informa en dónde está oculto Saturnino Cedillo. 

Lo último que se sabe de él está en esa fotografía de su cadáver: un muerto más, el último de los movimientos militares de la posrevolución.

Nunca se ha aclarado la circunstancia de su muerte: la versión oficial asegura que murió en combate con el ejército federal. La versión de los descendientes de quienes combatieron a su lado, aseguram que fue traicionado por uno de los suyos.

La versión de los descendientes de quienes combatieron a su lado, aseguran que fue traicionado por uno de los suyos.