Cultura

El Gran Tzompantli de Tenochtitlan revelará mucha información sobre los mexicas: Matos

El Colegio Nacional. La estructura hallada en el Templo Mayor apenas está por dar ofrecer su mejor información, señala la arqueóloga Ximena Chávez. El hombre siempre se niega a morir, por eso crea concepciones religiosas, dice Eduardo Matos en Pensar la muerte 

Tres personas sentadas en un escenario
Tres personas sentadas en un escenario Tres personas sentadas en un escenario (La Crónica de Hoy)

El tzompantli, que significa “muro, hilera o bandera de cabezas” era un tipo de altar que montaban diversas culturas mesoamericanas, principalmente los mexicas. Las cabezas exhibidas en los tzompantli eran de los individuos sacrificados en honor de los dioses y, de acuerdo con Eduardo Matos Moctezuma —quizá el arqueólogo mexicano vivo más importante—, ya en el Posclásico tardío en Mesoamérica la práctica tenía una asociación muy fuerte con el juego de pelota y la decapitación. 

Quienes perdían en el juego de pelota, no los que ganaban, también perdían la cabeza puesto que era un combate. Pero esos cráneos exhibidos podían ser tanto de gente enemiga o de la misma población. “Imágenes y relatos refieren que en combates finales en Tlatelolco y Tenochti­tlan capturaban a españoles y sus caballos, los cuales sacrificaban y sus cráneos iban a los tzompantli. Hay relatos indígenas y españoles, quienes decían que les daba pavura ver esos cráneos”.

Matos Moctezuma encabezó ayer en la mesa “La muerte en el mundo antiguo” en el encuentro Pensar la muerte, realizado en El Colegio Nacional esta semana y donde participaron la arqueóloga Ximena Chávez, especialista en el estudio de la muerte en la época prehispánica, y Luis Millones, uno de los más destacados arqueólogos peruanos, especialista de la región andina. 

Entre los temas abordados por los arqueólogos mexicanos se encuentra el del tzompantli e hicieron referencia al descubierto el año pasado en el Templo Mayor, considerado como el Gran Tzompantli de México-Tenochtitlan. La estructura fue hallada a dos metros de profundidad por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en la calle de Guatemala del Centro Histórico: una plataforma rectangular con una longitud estimada en más de 34 metros, cuyo núcleo se compone por un elemento circular elaborado de cráneos humanos unidos con argamasa de cal, arena y gravilla de tezontle. 

“El año pasado, el programa de Arqueología Urbana, a cargo de Raúl Barrera, encontró el tzompantli principal de Tenoch­titlan —había 7 y se vaticinaba que el principal estaría cerca del Templo Mayor—. Encontraron la plataforma y cráneos in situ, formando un elemento arquitectónico”, señaló Ximena Chávez. Su excavación tomará tiempo, añadió, debido se requiere mucho cuidado e incluso después de concluir se llevará un largo proceso de análisis. “La buena noticia es que lo mejor que vamos a saber sobre el tzompan­tli apenas está por venir. La mayor cantidad de datos aún se avizoran porque el sitio sigue en excavación”.

Uno de los aspectos que confirmarían los estudios del Gran Tzompantli es la heterogeneidad de cráneos que la componían, puesto que no sólo se trataba de jugadores de pelota caídos en desgracia. “También había cráneos de mujeres e incluso fuentes históricas refieren que, en ciertas veintenas, representantes de los dioses —como Tezcatlipoca— eran sacrificados y sus cráneos iban al tzompantli”, agregó la joven arqueóloga. 

“Ahora, con el hallazgo del Templo Mayor, sus arqueólogos nos darán una respuesta integral sobre esta composición heterogénea donde hay mujeres, hombres e incluso —de acuerdo a firmas químicas en los huesos— que vivían en otros lados”. La especialista puntualizó además que esta heterogeneidad es conocida debido a que muchos de los cráneos en tzompantli se reutilizaron y llevaban a otros lados.

“Algunos terminaban como ofrenda en el Templo Mayor, algunos de esos cráneos se reutilizaron, pintaron y decoraron, por ello sabemos que también había mujeres entre ellos. También hay ya estudios que nos permiten saber la procedencia de los individuos; vemos en lo general que las víctimas de sacrificio fueron diversas: mujeres, niños y personas que quizá provenían de otros lugares, pero que después de mucho tiempo de vivir en Tenochti­tlan murieron sacrificadas. Es un panorama complejo y diverso”.

El año pasado, después del anuncio del hallazgo, los arqueólogos ya adelantaban que la mayoría de los cráneos (en total alrededor de 35, aunque estimaban que debía haber decenas más) corresponden a hombres adultos jóvenes, pero también hay algunos de mujeres y de niños. 

“Desde hace 38 años, las excavaciones del Templo Mayor han aportado mucha información para el conocimiento de los mexicas”, acotó Matos Moctezuma. “Lo más reciente que se excava es el juego de pelota detrás de Catedral y el Gran Tzompantli y, como dijo Ximena Chávez, esperamos que eso aporte mucha más información sobre los mexicas”.

En varias civilizaciones mucho del pensamiento humano está conformado de esta forma, pero existen variedades, como las que surgieron con los mexicas o los incas, puntualizó. Esa negación se transformó en planteamientos sobre los lugares donde podía ir el individuo después de la muerte. En culturas de Mesoamérica, señaló el arqueólogo, la concepción sobre lo subsecuente a la muerte era la forma en que ésta ocurría y ello determinaba el lugar al que se iría. Pero éstas dos culturas precolombinas, por ejemplo, y en relación con el siglo XVI, fueron modificadas en sus concepciones por el catolicismo, que más bien plantea un orden moral: “si no pecas y obras bien estás destinado a gozar el cielo, pero si pecas mortalmente irás al infierno”.

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